Tuvalu será, previsiblemente, la primera nación en desaparecer del mundo a causa de la subida del nivel del mar. Como ya se explicó en ENCLAVE ODS, las estimaciones alertan de que a finales de siglo el 95% de su territorio será engullido por el océano Pacífico. 

Pero esta isla de la Polinesia no es la única que teme que su destino sea acabar bajo el agua. Muchos de los territorios vecinos están sufriendo ya las primeras consecuencias del aumento de las temperaturas en los océanos.

Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), los pequeños Estados insulares en desarrollo del sudeste de Asia y el Pacífico sufren un calentamiento oceánico que supone el triple de la tasa promedio mundial, con olas de calor marinas que están acabando con los arrecifes de coral y con los ecosistemas de los que depende la región. 

Los océanos no dejan de ser un espejo de lo que sucede en tierra. Según un estudio publicado en la revista Aquatic Conservation en 2021, estos tienen la capacidad de atenuar el cambio climático al absorber el exceso de calor y el carbono de la atmósfera. Sin embargo, los posibles fallos que puedan producirse en los sistemas oceánicos pueden aumentar los fenómenos meteorológicos extremos, reducir su capacidad de absorción de CO₂ y modificar las corrientes oceánicas. 

Así, como dijo Kausea Natano, primer ministro de Tuvalu, en una de las últimas cumbres del clima, cientos de pequeños Estados insulares se enfrentan a un sino, cuanto menos, lleno de incertidumbres. "Los mares, que se calientan, están comenzando a tragarse nuestras tierras, centímetro a centímetro", indicó el líder de la isla. A lo que añadió: "La adicción del mundo al petróleo, el gas y el carbón no pueden hundir nuestros sueños bajo las olas".

En otras de las Conferencias de las Partes de Naciones Unidas, Surangel Whipps, presidente de Palaos, le dio la razón. "Estamos siendo hundidos y descuartizados", advirtió. Y añadió: "Las tormentas extremas y las inundaciones continúan destruyendo nuestros cultivos, hogares e infraestructuras… Esta realidad subraya nuestro llamado urgente hoy para que todos los Estados hagan lo que sea necesario para limitar el calentamiento global a 1,5 grados".

Las Malvidas, la excepción 

Sin embargo —y paradójicamente— no todas las islas se encuentran en la misma situación que Tuvalu o Palaos. O cualquiera de las naciones del Pacífico. A la contra se encuentra, por ejemplo, un país del Índico con poco más de medio millón de habitantes desperdigados en 26 atolones con forma de anillos compuestos por 1.000 islas de coral.

Tal y como explica una investigación del New York Times, publicada a finales de junio, Las Maldivas son esa excepción, que como se dice en matemáticas, confirman la regla. Este archipiélago vive en un delicado equilibrio entre la arena y el agua, y cada vez que esta última parece que va a ganar la partida, sorprende a la comunidad científica.

Un grupo de investigadores, liderados por el geomofólogo costero Paul Kench, empezaron a observar imágenes aéreas de una docena de islas de Las Maldivas y se llevaron una sorpresa. Poco a poco, fueron analizando más islas, hasta llegar al millar. Con el paso de las décadas descubrieron que los atolones han ido transformándose: se erosionaban y perdían tierra por un lado, pero le ganaban la partida al mar por otro. 

El medio estadounidense, que ha enviado a un equipo durante dos semanas para recorrer el archipiélago con los investigadores, asegura que no solo las subidas de las mareas no han hecho que su tamaño mengüe, sino que en algunos casos ha incluso aumentado. Los motivos de este fenómeno no son (del todo) conocidos aún y los análisis continúan. 

Lo que sí tienen claro los investigadores es que las islas situadas en zonas oceánicas donde el nivel del mar ha subido más que en la media mundial no se están viendo más afectadas las que se encuentran en otros lugares. Es decir, pareciera que aumento del mar no afecta más en unas zonas que en otras. 

Coexistir con el cambio

Tanto el grupo de científicos liderado por Kench como el equipo del New York Times asegura que el hecho de que estos islotes no estén desapareciendo no es lo más importante. La clave está en que se está transformando, y muchos de ellos están habitados. 

Estos cambios, que tan solo necesitan unas pocas décadas para producirse, son —y serán— el mayor reto de los habitantes de Las Maldivas, pero también de cualquier otro Estado insular. Que la zona sur desaparezca para favorecer que crezca en la zona norte, explican en el medio estadounidense, no facilita las cosas.

El desafío es, ahora, que los habitantes de estos atolones sean lo suficientemente resilientes como para transformarse junto a sus islas. Especialmente, teniendo en cuenta que no todas ellas responden igual a la erosión del mar. Algunas sí acabarán bajo agua, o sus tierras serán cada vez más inestables, en los próximos años. Y serán las Administraciones de otros atolones las que den cobijo a los habitantes expulsados. 

Eso sí, los investigadores aseguran que Las Maldivas no son las únicas islas que no se están hundiendo tan rápido como se predijo. Parece que los atolones, favorecidos por la biodiversidad —especialmente los corales— que los habitan, son lugares perfectos para que la naturaleza siga su curso y demuestre su capacidad de resiliencia. Con cada marejada, no solo sube el nivel del mar, sino que en el islote se depositan sedimentos que remueve sus cimientos y los transforma. 

Y es que sucede algo similar en algunas islas de la Polinesia Francesa o de la Micronesia. Porque, como dijo Charles Darwin a principios del siglo XIX, los atolones no son más que cementerios de volcanes. Y esas cumbres de fuego siguen sumergidas en el fondo del mar, abriéndose paso entre las mareas.