La recta final de 2024 está marcada por la incertidumbre en la que las elecciones presidenciales de Estados Unidos sume a la próxima cumbre del clima, que se celebrará en Azerbaiyán. La COP29 de Bakú dará comienzo apenas una semana después de esta cita electoral, en la que los estadounidenses no solo decidirán el futuro de su país.
Y es que en estas elecciones también se dirime, en cierto modo, el destino del desarrollo sostenible y el papel en él de uno de los Estados más poderosos —y contaminantes— del globo. La única certidumbre actual ante tal cita es que no será el actual presidente, Joe Biden, el que decida el futuro de un país con un PIB de 28,78 billones de dólares, según el Fondo Monetario Internacional.
Eso sí, los dos panoramas que se dibujan son diametralmente opuestos. Por un lado, encontramos al favorito —por el momento— en las encuestas: el expresidente Donald Trump; la apuesta del Partido Republicano que, como ya explicamos en ENCLAVE ODS, revertiría buena parte de las políticas medioambientales —aunque también sociales— del actual presidente Biden.
Al otro lado del ring, aunque aún no sea oficial —pues no será hasta agosto cuando el Partido Demócrata lo anuncie on the record—, se encuentra la actual vicepresidenta, Kamala Harris. Bendecida ya por su compañero de candidatura en 2020 y los pesos pesados de su partido, la primera mujer en convertirse en la mano derecha de un presidente de Estados Unidos podría acabar siendo, una vez dé comienzo la nueva legislatura en enero de 2025, en la 'comandante en jefe' del país.
Si esto ocurriese, los delegados internacionales en la cumbre del clima de Bakú respirarán (probablemente) tranquilos. Pues Harris promete una política continuista en materia medioambiental y de desarrollo sostenible.
Por el contrario, una victoria de Trump significaría cerrarle las puertas a la descarbonización y abrírselas a la financiación federal de las energías más contaminantes, como el petróleo o el gas. Además, la agenda política del republicano también supondría un hachazo a los derechos sociales de las personas más vulnerables del país.
El 'ecolegado' de Biden
Una de las patas más prominente de la Agenda 2030 de Naciones Unidas y del desarrollo sostenible es la medioambiental. La primera legislatura de Trump supuso un tímido retroceso para la transición ecológica estadounidense.
La Administración liderada por Biden, por su parte, ha intentado poner freno a muchos de los procesos iniciados por el expresidente y recuperar el liderazgo de EEUU en la lucha contra el cambio climático. Para ello, como recuerdan desde el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés), el demócrata ha puesto en marcha diferentes iniciativas, entre la que destaca su proyecto más ambicioso: la Ley de Reducción de la Inflación.
Aprobada en agosto de 2022, se trata de la legislación climática más completa que se ha puesto en marcha en Estados Unidos. Con ella, se invierten cientos de miles de millones de dólares en energía limpia, vehículos eléctricos o justicia ambiental. Y según el WRI, este solo fue "el primer paso" del camino sostenible del tándem. Se trata del equivalente estadounidense a los Fondos Next Generation de la UE.
Desde entonces, "la administración se ha centrado en desarrollar una guía de crédito fiscal y lanzar programas para implementar sus muchas disposiciones sobre energía limpia". Eso sí, recuerdan desde el Instituto, "para obtener las mejores calificaciones en la lucha contra el cambio climático será necesario seguir aplicando la legislación de manera oportuna y equitativa, al tiempo que se toman medidas adicionales para colmar las lagunas políticas".
Porque a Estados Unidos —y a Kamala Harris de ganar las elecciones— le queda mucho camino por recorrer en materia medioambiental. En concreto, según el WRI, aún está "en progreso" en la electrificación a base de energías limpias del país o en establecer normativas de reducción de emisiones para los sectores del cemento, el acero y los plásticos.
El WRI, además, resalta que hay aspectos de la transición ecológica que la Administración Biden aún no ha atajado y le correspondería a Harris, si ganase, abordar. Es el caso de los impuestos específicos para los mayores contaminadores, algo que, dice la entidad, probablemente cambie a marchas forzadas en un futuro cercano teniendo en cuenta las cada vez más restrictivas normativas europeas.
Cuestión de salud
Otro pilar básico del desarrollo sostenible es la salud humana, que va de la mano de la planetaria. Y el pasado 7 de marzo, durante su tradicional discurso del estado de la unión, el presidente Biden hizo balance de sus "éxitos" en materia sanitaria.
Pero no todo es oro lo que reluce, y por eso desde Politico han analizado los logros para la salud de los estadounidenses que la Administración Biden-Harris ha conseguido. Si bien los avances podrían considerarse sustanciales —especialmente porque presidente y vicepresidenta llegaron a la Casa Blanca en plena pandemia—, hay muchas sombras en los haces de luz que iluminan la salud en EEUU.
La derogación de la ley del aborto fue un mazazo para los demócratas y para buena parte de la población. Por eso, Biden ha ampliado el acceso tanto a las píldoras abortivas como a Planned Parenthood (planificación familiar) y grupos extranjeros que proporcionan derivaciones de abortos. Además, su Ejecutivo ha eliminado obstáculos a la investigación médica que utiliza tejido fetal obtenido de abortos.
Tras la decisión del Tribunal Supremo de anular la sentencia de Roe vs. Wade y, por tanto, ilegalizar la interrupción voluntaria del embarazo, Biden emitió órdenes ejecutivas para financiar, por ejemplo, los viajes entre fronteras estatales en caso de necesidad de un aborto.
Eso sí, la Administración Biden se ha negado en reiteradas ocasiones a abrir clínicas en suelo federal en aquellos estados que prohíben el aborto para que quienes quieran acceder a este derecho puedan hacerlo sin sufrir represalias.
Otra de las luchas sanitarias de Biden son los precios de los medicamentos; los más altos del planeta. Biden ha apoyado una legislación que por primera vez ordena a Medicare —el servicio de salud estadounidense— negociar los precios de un número limitado de medicamentos, pero las negociaciones apenas han comenzado y los fabricantes de medicamentos y la Cámara de Comercio de EEUU han demandado para bloquear el programa.
Algo similar ocurre con la sanidad privada, que deja fuera de los servicios médicos a un alto porcentaje de la población. Una normativa de Biden ha reducido los costes del Obamacare, especialmente para personas de ingresos medios, lo que ha hecho que las contrataciones se disparen. Por primera vez, el porcentaje de personas sin seguro médico ha caído al 11% (desde el 14,5%).
El problema está en que estas subvenciones a los seguros de salud acabarán a finales de año. Del Congreso —de mayoría republicana— depende que suceda o no.
Además, en materia de salud, la guerra contra el fentanilo, la droga que causa estragos en todo el país, aún se le resiste a la Administración Biden.
Y la pobreza, ¿qué?
Una de las mayores apuestas relacionadas con el desarrollo sostenible del tándem Biden-Harris ha sido la lucha contra la pobreza. Según el Centro sobre Pobreza y Políticas Sociales de la Universidad de Columbia, la legislación pensada para atajar los estragos de la pandemia de la Covid-19 en los más vulnerables va por el buen camino.
Y es que, explican, el American Rescue Plan Act podría reducir la pobreza infantil en más de la mitad.
Cuestión de 'papeles'
El talón de Aquiles de la Administración Biden no es otro que la inmigración irregular que llega, sobre todo, por la frontera con México. Y es que muchos activistas que viven el día a día de los migrantes en el sur del país han llegado a tildar la política migratoria del presidente de ser "la misma que con Trump".
A la Administración Biden-Harris le ha tocado vivir tiempos convulsos en las que las migraciones centroamericanas se han intensificado. En medio de un número récord de llegadas a la frontera entre Estados Unidos y México, Biden reinstauró en diciembre de 2021 una política de la era de Trump con la que le llovieron las críticas. Así, se requiere a quienes llegan a la frontera en busca de asilo a esperar en México mientras su solicitud se procesa.