Aproximadamente 250 millones de niños y adolescentes en todo el mundo no están escolarizados. Así lo indican datos de la UNESCO, exponiendo la alarmante situación que está viviendo la educación infantil en el mundo. Tan solo en España más de 100.000 niños no tienen acceso a la Educación Primaria, lo que supone un 2,7% de los menores del país.
A nivel mundial, son las niñas y adolescentes quienes tienen que hacer frente a más barreras para conseguir una educación y, sobre todo, para completarla. Se estima que más del 53% de los niños y niñas fuera de aulas de emergencia son chicas.
Sin embargo, aunque la situación en España precisa de una entrada a la acción, hay países como Pakistán donde la realidad es mucho más sombría. Las estadísticas indican que 26 millones de niños no asisten a la escuela y más de 3 millones de ellos viven atrapados por el trabajo infantil, un problema extendido a nivel mundial.
En el caso de África subsahariana, uno de cada cinco niños está involucrado en trabajo infantil. Por otro lado, en países como India, Bangladés y Brasil son millones los niños que se encuentran trabajando en condiciones precarias, privándolos de su derecho a la educación y a una infancia segura.
Estos chicos y chicas, en lugar de asistir a la escuela, pasan sus días realizando tareas agotadoras y, a menudo, peligrosas. Su futuro es incierto, pero muchos los que quedan atrapados en un ciclo de pobreza y explotación sin oportunidades para mejorar la situación. Sin acceso a una educación de calidad, sus posibilidades de progresar y escapar de este entorno son extremadamente limitadas.
Una luz de esperanza
La pobreza generalizada, la inestabilidad política y los conflictos han exacerbado el problema de escolarización. En muchas áreas rurales y urbanas, los niños son forzados a trabajar para contribuir a los ingresos familiares. Trabajan en talleres, fábricas, en el campo o como empleados domésticos con jornadas que pueden extenderse hasta las 12 horas diarias.
Ante este panorama, Mohammad Rohayl Varind, un hombre de la ciudad de Faisalabad, decidió tomar acción. Consciente de la dura realidad que enfrentan estos niños, fundó una escuela nocturna especial para trabajadores infantiles.
Bajo el nombre de SLUM, por sus siglas en inglés (Luz Solar Bajo la Luna), se convierte en un faro de esperanza para aquellos que sueñan con un futuro mejor.
Rohayl Varind es el único maestro de la escuela y la financia con su propio dinero, principalmente proveniente de la venta de paneles solares. Unos paneles que no solo proporcionan ingresos, sino que también alimentan la iluminación de la escuela, permitiendo que las clases se desarrollen después del anochecer, cuando los niños han terminado sus labores diarias.
La vida de los estudiantes
"Trabajan como empleados domésticos todo el día y quedan libres por la noche. Esta era la única opción para poder educarlos, para motivarlos por la educación", señala Rohayl Varind en declaraciones a la BCC.
Las clases en SLUM se llevan a cabo dos o tres noches por semana. En ellas, Varind enseña matemáticas, ciencias, inglés, urdu e informática. Y es que, a pesar de las limitaciones, su dedicación y el entusiasmo de los estudiantes crean un ambiente de aprendizaje lleno de esperanza.
Así lo muestra Iqra en declaraciones a la BBC, una de las estudiantes más mayores con 18 años: "Siempre quise estudiar, pero mis padres me enviaron a trabajar cuando era una niña. Quiero enseñarles a mis hijos a hacer las cosas que yo no pude hacer". Una historia que refleja la realidad de muchos niños pakistaníes, obligados a sacrificar su educación por la necesidad económica de sus familias.
La situación de Pakistán
Pakistán es una economía en desarrollo con un PIB de 277.513 millones de euros en 2023. Se sitúa en el puesto 47 en el ranking de los 196 países y cuenta con una alta deuda externa, déficit fiscal y problemas estructurales en sectores clave como la agricultura y la industria. Sin embargo, el país ha mostrado potencial en sectores como la tecnología y la manufactura textil.
Es un territorio vulnerable a los efectos del cambio climático, incluyendo inundaciones, sequías y olas de calor. La gestión de recursos naturales es deficiente, y la contaminación del aire y del agua son problemas graves en las principales ciudades.
Los derechos humanos son una preocupación constante. Pakistán ha sido criticado por organizaciones internacionales por cuestiones relacionadas con la libertad de expresión, la persecución de minorías religiosas y étnicas y por las restricciones a la prensa. Además, la justicia sigue siendo inaccesible para muchas personas y el sistema judicial es ineficaz y corrupto.
Allí las mujeres enfrentan altos niveles de violencia doméstica, acoso y discriminación, tanto en el hogar como en el lugar de trabajo. A pesar de que la legislación para protegerlas ha mejorado recientemente, la implementación y el cumplimiento de estas leyes sigue siendo deficiente.
En términos geopolíticos, Pakistán tiene una posición compleja. Mantiene una relación estratégica con China, especialmente en el contexto del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), que busca mejorar la infraestructura y la economía del país.
Por otro lado, las relaciones con Estados Unidos han sido fluctuantes, influenciadas por temas de seguridad y cooperación militar. Y en el contexto regional, las tensiones con India continúan siendo un punto crítico, especialmente en torno a la disputa de Cachemira.