Mucho calor, poca diversión: las fiestas de pueblo estarían 'en peligro de extinción' por las temperaturas extremas
Estos festejos forman parte del patrimonio cultural de España, pero el calentamiento global podría acabar cambiándolos por completo.
27 julio, 2024 01:57Romería, fiesta de prao, fiesta popular, semana grande, patrón del pueblo… hay muchas maneras diferentes de denominar las fiestas de pueblo, esas que año tras año desde lo que la memoria común recuerda se llevan celebrando en cada municipio de España.
Porque no hay localidad, por pequeña que sea, que no cuente con (al menos) una verbena que llene sus calles de música, orquestas, bailes, comida y, seamos sinceros, alcohol para un regimiento. Todo, normalmente, bajo la atenta mirada de una virgen, un santo o alguna otra figura religiosa.
Algunas son fiestas de interés turístico nacional. Otras, patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Y las restantes simplemente son pura tradición local. Sea como fuere, las verbenas y romerías se enfrentan a ese reto que lo empaña todo hoy en día: el calentamiento global. Y si no, que se lo digan a quienes las hayan celebrado durante esta semana de julio, la del 22. O lo que es lo mismo, la semana de ola de calor en la que se registró el día más cálido a escala global desde que hay registros.
El "avance implacable del verano", como lo llama el meteorólogo de la Agencia Estatal de Meteorología, Benito Fuentes López, en un artículo publicado en la web de la propia AEMET, podría poner en jaque estas fiestas populares de las que venimos hablando. Y es que, explica, durante la última década se han dado estíos "más largos y más cortos, pero al analizar un período prolongado se observa un predominio cada vez mayor de veranos más extensos y un aumento de su duración".
Esto, indica, se puede ver al analizar los periodos estivales desde 1940 hasta ahora. Y subraya: "Si los veranos se están volviendo más largos, esto se logra a costa de 'robar' días a la primavera y al otoño". Y aclara que la extensión veraniega hacia la primavera es "notable" en el centro y norte peninsular, "con valores que superan los 30 días en algunas zonas".
Asimismo, el verano le está 'robando' días al otoño, pero en menos cantidad. "No se puede afirmar con un 95% de certeza que exista una tendencia segura", reconoce Fuentes López. Aunque habría una excepción: "En las costas cantábricas y mediterráneas, se observa un alargamiento de aproximadamente dos o tres semanas", añade.
La temporada estival es, por tanto, cada vez más larga. Pero también más calurosa: como ya se explicó en ENCLAVE ODS, un análisis del consorcio de investigación ClimaMeter concluye que las olas de julio de 2024 en Europa son hasta 3 °C más cálidas que las observadas anteriormente en esta parte del mundo.
Esto, sumado a los datos del programa europeo Copernicus, que aseguran que el Viejo Continente es el que más rápidamente se está calentando, es una trampa mortal para todas aquellas personas que realizan actividades al aire libre en verano. Y eso es lo que son, fundamentalmente, las fiestas y verbenas de los pueblos. Donde no hay solo locales y turistas disfrutando de la romería, sino personas trabajando para que salga adelante.
¿Adiós a las fiestas?
De ahí que se baraje la posibilidad de que, si no se adaptan estos festejos a la nueva realidad climática, este patrimonio cultural español pueda acabar en peligro de extinción. Y es que, según Anna Boquè, investigadora de la Universitat Rovira i Virgili (URV) de Tarragona, fiestas como las de los catellers en Cataluña ya se han visto afectadas por las temperaturas extremas.
Y pone el ejemplo de la diada castellera del 15 de agosto en Bisbal del Penedés. Esta, indica, "dejará de celebrarse al mediodía y lo hará a partir de las seis de la tarde". Un cambio lógico teniendo en cuenta que la tendencia de las temperaturas entre 1951 y 2023 en los días grandes de localidades catalanas como Valls, Bisbal del Penedès, Tarragona y Vilafranca va "en aumento", explica la también miembro del Instituto Universitario de investigación en sostenibilidad, cambio climático y transición energética (IURESCAT).
"Se observa un incremento en la temperatura horaria media durante las horas en que se celebran estas diadas castelleres", indica la investigadora. Y matiza: "Esto no quiere decir que todos los años sean más cálidos que la normal climática —la temperatura normal que sería esperada según la climatología de ese lugar—, ya que hay años más cálidos y otros más fríos. Pero la tendencia general es de un aumento de temperaturas en estas fechas y horas que se celebran las diadas señaladas".
A los termómetros por encima de lo normal se suman la humedad relativa. Conocida como bochorno, se trata de "un elemento muy señalado por parte de los castellers como perjudicial para el desarrollo de esta actividad, patrimonio material intangible identificado en el 2010 por la UNESCO", aclara.
La investigación de Boquè se centra en estas fiestas populares catalanas, pero, reconoce a ENCLAVE ODS, que las mismas conclusiones podrían aplicarse a otras verbenas y romerías. Con temperaturas cada vez más altas, no es de extrañar que con el paso del tiempo en más localidades se empiece a hablar de modificar horarios o, incluso, cambiar fechas de las fiestas.
Romerías adaptadas al calor
Este es el caso, por ejemplo, de Málaga, donde un informe de la diputación asegura que el cambio climático está impactando de manera negativa en sus verbenas veraniegas. Como se explica desde EL ESPAÑOL de Málaga, los expertos que han realizado el estudio indican que "la mayor parte de los días festivos en los municipios de la provincia tienen lugar durante los meses de verano, cuando las temperaturas son mucho más altas que en otros meses del año y el riesgo para la salud puede ser mayor, sobre todo entre los grupos de población más vulnerables".
Por eso, proponen "estudiar si el calendario de fiestas locales de la provincia podría suponer en un futuro un riesgo derivado de eventos climáticos extremos para plantear su celebración en otras fechas en las que puedan desarrollarse con un mayor confort térmico y sin perjuicios sobre la salud de la población, lo que también podría ser positivo para el turismo".
Pero cambiar por completo la fecha de la celebración no es la única alternativa. Boquè asegura que la sensibilización y concienciación de quienes las organizan también es clave. En el caso de los castellers, asegura que ellos mismos han empezado ya a tomar medidas para estar menos expuestos a las inclemencias climáticas.
Aun así, indica la investigadora, "se tiene que encontrar un balance entre el riesgo meteoclimático y la pérdida de las fiestas populares". Esto es, "tomar medidas de adaptación" para que los castellers, bailadores, o quienes estén en el centro de la romería, tengan "buenas condiciones de actuación, disminuyendo la exposición en zonas expuestas a altas temperaturas y humedad relativa alta e incluyendo medidas de protección individual y grupal".
Boquè recalca que "el futuro de las fiestas populares no está perdido". Aunque matiza: "Tenemos que ser conscientes de que cada vez tendremos unas condiciones más extremas y que tenemos que estar preparados para adaptarnos a ellas".
Calor malhumorado
Porque las romerías combinan bailes, exhibiciones, comida y, muchas veces, alcohol. Todas ellas actividades que no suelen casar bien con el calor extremo. Pues, como explica Susana Gaytán, profesora de Fisiología de la Universidad de Sevilla, cuando el cuerpo sale de su temperatura de confort, tiene que "empezar a trabajar para reequilibrarse".
Y es que el cuerpo humano busca, siempre, el equilibrio. De ahí que para intentar "bajar" su propia temperatura cuando en el exterior hay calor extremo, "mande toda la sangre que pueda hacia afuera". Por eso, indica la experta, suceden los sofocos, "el colorao", pues "el cuerpo está intentando disipar el calor para aprovechar la evaporación".
En condiciones normales, en las que una persona se hidrata, se pone a la sombra, lleva ropa fresca, etc., el cuerpo suele volver a su condición ideal. "Si a pesar de todo no somos capaces de devolver la temperatura original, en nuestro cerebro se produce una situación de malestar, de disgusto", aclara Gaytán. Y zanja: "El calor te pone de mal humor".
¿Y qué sucede cuando a esta ecuación de calor y mal humor le añadimos alcohol? Gaytán es contundente: "Nos deshidratamos". Y, de paso, la irritabilidad se puede exacerbar. Porque, advierte, el calor y el alcohol "no son buenos amigos". Lo que sí se necesita es mucha agua. Por eso, recomienda, en las fiestas de pueblo de este verano es esencial que la botella de agua no falte.