Málaga, Cuenca, Alicante, Lleida, Murcia o Guadalajara. Julio se despidió con incendios forestales en estos puntos del país, después de un mes relativamente tranquilo para los bosques y montes españoles. Sin embargo, aún queda mucho verano por delante.
Precisamente por eso, los expertos alertan de que no hay que bajar la guardia. Lo sucedido en los últimos días de julio podría ser la antesala de un agosto marcado por la escasez de las precipitaciones en la península y unas alertas por altas temperaturas que no cesan.
Los vientos secos y el termómetro rozando los 40 grados son el caldo de cultivo perfecto para los grandes incendios forestales, como los que se vieron el pasado mes en otros puntos cardinales de Europa, como Portugal o Grecia. En nuestro país, mientras se escriben estas líneas, los fuegos que habían prendido en los últimos días parecen controlados. Sin embargo, las llamas siguen amenazando el verano.
Y es que hoy en día los incendios forestales en nuestro país son menos numerosos que hace dos décadas. Según el estudio Paisajes cortafuegos de WWF, habrían caído un 34% hasta 2021. Sin embargo, como recuerda la oenegé en su último informe, son "más grandes, virulentos y difíciles de apagar". Lo que, explican, agrava "las consecuencias ambientales y sociales" que puedan tener.
El escenario, dice la ONG ecologista, es "cada vez más preocupante". Especialmente por la "alta siniestralidad" de los fuegos. Cabe recordar que 2022 se considera uno de los años "más devastadores" de la historia forestal española. Entonces, ardieron más de 300.000 hectáreas. El 2023 se convirtió en el cuarto peor de la última década en número de focos, con 89.000 hectáreas afectadas.
Desde la Fundación Pau Costa aclaran que "a partir de los años 60, el número anual de incendios creció de forma alarmante hasta la década de los 90, cuando disminuyó". Sin embargo, fue en aquel momento en el que nuestro país se encontró con fuegos que "eran capaces de quemar grandes superficies de territorio" y cuando aparecieron los grandes incendios forestales que se arrastran hoy día y que alimentan los megaincendios.
Este tipo de focos se caracterizan por su capacidad para "escapar del control de los mecanismos de extinción debido a su gran velocidad de propagación, virulencia y capacidad de generar focos secundarios", aseguran desde la organización forestal. Pueden hacer arder más de 500 hectáreas y generan situaciones de riesgo extremo para la población.
A pesar de la tradición e historia del fuego como elemento moldeador del paisaje que se da en los países del Mediterráneo, la nueva voracidad de los incendios se ha vuelto prácticamente inmanejable. Las cifras demuestran su capacidad de devastación: "Solo representan el 2,6% de los incendios que se dan en el Mediterráneo, pero suponen el 75% del total de superficie que se quema", indica la Pau Costa en su web.
La emergencia climática, además, los hace cada vez más frecuentes. El calentamiento global, con la subsecuente subida de temperaturas, y la sequía prolongada hacen que una chispa se convierta, con más facilidad, en un gran incendio.
Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), hasta el 21 de julio, en España se han producido 1.079 incendios forestales. De ellos, 9 son considerados grandes, es decir, quemaron más de 500 hectáreas. El total de superficie arrasada en lo que llevamos de año —sin contar con los de la última semana del séptimo mes— asciende a 26.071,88 hectáreas.
Las cifras del MITECO, a falta de que se actualicen con los últimos focos, son halagüeñas si se comparan con los datos totales de 2023. El año pasado, en España se produjeron 5.354 incendios, de los que 16 arrasaron con más de 500 hectáreas.
La península, en llamas
Los incendios en territorio español de las últimas semanas no son los únicos que hacen tambalear la vegetación de la península ibérica. Este 2024 está siendo devastador también para nuestros vecinos de Portugal.
Y es que el país luso figura entre los más afectados por los incendios forestales de los últimos años. Así lo asegura un estudio publicado el pasado junio por la revista Nature Ecology & Evolution en el que también se alerta de que los incendios forestales extremos —esos denominados como grandes o megaincendio— parecen haberse duplicado en los últimos 20 años.
Además de la península ibérica, Grecia, Francia e Italia también están viendo cómo el fuego viene y va en sus horizontes. Todo porque, en las últimas décadas, los incendios forestales extremos han batido récords y han aparecido en los titulares de todo el mundo.
El mayor problema de este tipo de fuegos está en sus catastróficas consecuencias: provocan pérdidas de vidas humanas, propiedades, ganado, vida silvestre y hábitat. Además de todo esto, causan daños económicos multimillonarios.
Paisajes resilientes
Su magnitud es tal que los expertos aseguran que la clave está en la prevención y en la gestión del paisaje. Para la Fundación Pau Costa, esto, además de "actuar sobre el abandono rural", es esencial.
Así, explican en un artículo, se conseguirá "crear paisajes resistentes y adaptados" ante los incendios. Esto protegería tanto a las personas como a la biodiversidad del territorio. Porque la gestión de los paisajes, recuerdan, va de la mano del control de la "acumulación de vegetación y su continuidad" para evitar que se formen "masas forestales continuas con un sotobosque muy denso y seco".
En el último informe sobre incendios forestales de WWF, la oenegé también hace hincapié en la necesidad de un "paisaje diverso, sostenible y rentable". Y esto, dice, solo se consigue a través de la restauración ecológica que, además, es una herramienta "muy útil" para la prevención.
El objetivo, dice el texto, es claro: "Crear ecosistemas sanos y vivos que cumplan sus funciones y procesos ecológicos y que sean más resistentes a posibles impactos futuros". Para ello, propone "recuperar las funciones de los bosques para que vuelvan a ofrecer recursos naturales que ayuden a regular el clima, favorezcan la biodiversidad y la variedad de hábitats y, a su vez, potencien la actividad económica en zonas rurales".
Para conseguirlo, indican desde WWF, se ha de combinar la "planificación territorial a gran escala con iniciativas a nivel local". Estas, a su vez, han de ir "más allá de la actual política de extinción y las herramientas convencionales de prevención". Pues, recuerdan, son "insuficientes" para frenar los incendios actuales.