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"En los Juegos Olímpicos, los deportistas demostrarán lo que pueden conseguir con esfuerzos increíbles. Ahora necesitamos que nuestros líderes muestren una determinación y resolución similares a las de estos campeones y pongan el clima y la naturaleza en la senda de la recuperación". Con estas palabras, Manuel Pulgar-Vidal, responsable mundial de Clima y Energía de WWF, presentaba la campaña de la oenegé Los Juegos del Clima en un intento de llamamiento a la acción mundial.

Con un título que tanto puede hacer referencia a las olimpiadas de París como a Los juegos del hambre, la campaña busca destacar el número sin precedentes de récords climáticos que se batieron en 2023. Y que, además, parece que seguirán batiéndose este 2024. 

Pero, como recuerda Pulgar-Vidal, "cambiar el juego es posible". Aún estamos a tiempo, a pesar de que 2023 fuese el año más caluroso jamás registrado. O de que vaya a ser recordado por haber albergado el ciclón tropical más largo jamás registrado (Mozambique), los mayores incendios forestales de la Unión Europea (Grecia) o nuevos récords de calor en Francia, China, Tailandia, Bangladés, República Democrática del Congo, Haití, Omán o Perú.

Este 2024, las temperaturas están siguiendo la misma tendencia que el pasado año. No por nada, a 3 de agosto, la Tierra concatena un total de 13 meses seguidos batiendo récords de calor. Más de un año lleva el planeta superando una temperatura media global que está 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.

Si se pone la lupa en España, se puede observar como 2022 fue el año más cálido desde que hay registros, seguido de cerca por 2023. Ahora, solo queda esperar a ver en qué puesto de podio se sitúa el presente 2024. También cabe recordar que el pasado año fue el sexto más seco desde 1961 y se vivieron cuatro olas de calor que superaron los 40º C.

Como recuerdan desde WWF, además, se batió el récord de temperaturas en 11 de las principales estaciones meteorológicas del país. "En varias zonas de España se registró un incremento medio de 2º C con respecto a la media del periodo 1991-2020", apuntan desde la oenegé ecologista. Y señalan que en 2021 se alcanzó la temperatura diaria más alta desde que hay registros en España: los termómetros llegaron a los 47,6 °C.

Todo ello, matizan, "unido a la falta de humedad del suelo, a las fuertes sequías y al abandono rural, incrementó el riesgo de incendios". El balance de 2023 en este aspecto fue cuanto menos desolador: con más de 89.000 hectáreas arrasadas por el fuego, se situó en el cuarto peor año de la última década en número de siniestros.

Estas cifras tan solo cubren una pequeña parte de la situación del planeta. Para valorar la situación de la salud de la Tierra, los límites planetarios son clave. Tal y como explican desde el Centro de Resiliencia de Estocolmo, perteneciente a la universidad de la ciudad homónima sueca, estos no son otra cosa que un conjunto de nueve parámetros dentro de los cuales "la humanidad puede continuar desarrollándose y prosperando para las generaciones venideras".

El pasado septiembre, un grupo de científicos analizó, por primera vez en la historia, la situación real de los nueve límites planetarios solo para darse cuenta de que seis de ellos ya habían sido sobrepasados. Como explican desde el Centro de Resiliencia de Estocolmo, cruzar las fronteras que presenta esta herramienta "aumenta el riesgo de generar cambios ambientales abruptos o irreversibles a gran escala".

También alertan de que los cambios drásticos "no necesariamente ocurrirán de la noche a la mañana". Pero en su conjunto, los límites planetarios marcan un "umbral crítico" tanto para las personas como para los ecosistemas de los que formamos parte.

Infografía con la actualización de los límites planetarios en septiembre de 2023. Stockholm Resilience Centre

"Estos límites son procesos interrelacionados dentro del complejo sistema biofísico de la Tierra", aseguran. Lo que significa que se tienen que entender en su conjunto para, así, crear planes de adaptación y mitigación concretos y efectivos. "La comprensión de la interacción de los límites, especialmente el clima y la pérdida de biodiversidad, es clave para la ciencia", explican los investigadores suecos. 

Límites planetarios

Cambio climático. En el último análisis sobre este límite, los científicos cuantifican dos magnitudes para medirlo. Por un lado, estarían los gases de efecto invernadero, en concreto la concentración atmosférica de CO₂ en partes por millón (ppm). Por otro,los cambios en la proporción de la energía del sol que absorbe la Tierra.

Según el texto, respecto al CO₂, estaríamos en 417 ppm, por encima del límite de 350, ese que mantendría el calentamiento global en 1,5 °C y que iría acorde al Acuerdo de París. En cuanto a la absorción de la luz solar (o forzamiento radiativo), el límite es de 1 vatio por metro cuadrado, y el nivel actual se sitúa en 2,91.

Integridad de la biosfera. Para tomarle el pulso a la salud de la biodiversidad terrestre, los autores analizan la diversidad genética, que se traduce en la tasa de extinciones por millones de especies al año, y la diversidad funcional, que refleja el porcentaje de energía y material biológico disponible para los ecosistemas y descuenta la proporción secuestrada por el ser humano.

El límite máximo en el primer parámetro (extinción) se establece en 10, aunque los científicos recomiendan rebajarlo a 1. Actualmente, este índice sobrepasa el 100, aunque, recuerdan los autores, podría ser mucho mayor. Para que el segundo parámetro se mantuviese por debajo de los límites peligrosos, los humanos deberíamos usar menos de un 10%. Sin embargo, ese límite se traspasó a finales del siglo XIX y hoy en día utilizamos un 30%.

Usos del suelo. Los usos del suelo son vitales para la actividad humana y, especialmente, para la producción alimentaria y la buena salud de los ecosistemas. Para analizar este límite, los autores del estudio miden el porcentaje de superficie de bosques actual respecto a la época preindustrial. 

El límite global se fija en un 75%, y se desglosa en un 85% para los bosques boreales y tropicales y un 50% para los templados. Lamentablemente, hoy el indicador global se acerca al 60%.

Cambios en el agua dulce. Este límite evalúa las modificaciones en los flujos del agua superficial y subterránea (azul) y la disponible para las plantas (verde) en relación con el área global de tierra que ha alterado los flujos naturales.

En ambos índices se superó el límite seguro ya a comienzos del siglo XX. Los valores actuales se sitúan en un 18% en la azul (el límite seguro está en el 10%) y casi un 16% en la verde (sobre el 11%).

Flujos biogeoquímicos. Aquí se mide la perturbación de los ciclos globales de los elementos, centrándose en el nitrógeno (N) y el fósforo (P), pues son fundamentales y se han visto alterados por la agricultura y la industria.

El nitrógeno asciende a 190 teragramos (Tg, millones de toneladas), lo que triplica el límite de 62. El fósforo produce un vertido marino de 22 Tg al año, el doble del límite de 11, y 17 Tg anuales de incorporación a los suelos, con un límite de 6.

Acidificación de los océanos. En este valor, aún estamos dentro del límite planetario. Su indicador no es otro que la concentración de carbonato en la superficie del mar, menor a mayor acidez.

El nivel preindustrial era de 3,44 y el límite establecido es el 80% de este, es decir, un 2,75. Actualmente, estamos en un 2,8, aunque empeora con el paso del tiempo.

Carga atmosférica de aerosoles. Es decir, la contaminación atmosférica que afecta al clima y a las lluvias. La polución natural se ha duplicado desde 1750, sobre todo por el polvo sahariano. A esto hay que sumarle la contaminación humana.

El límite planetario se establece en 0,25 y globalmente estamos en 0,14. Y aunque sea un margen seguro, hay regiones en las que se supera con creces, como es el caso de China, que llega al 0,4.

Ozono estratosférico. Este es el límite que la humana más ha 'cuidado' a lo largo de las décadas. En 1989 entró en vigor el Protocolo de Montreal; se prohibió, así, los clorofluorocarbonos. Desde entonces, la capa de ozono ha dejado de destruirse progresivamente. 

El nivel de seguridad establecido por el estudio sobre los límites planetarios está en 290 unidades Dobson (DU). Actualmente, estamos en 284 DU a nivel global, pero en la Antártida es incluso menor durante la primavera austral.

Contaminación química. Este límite define el vertido de contaminantes de todo tipo cuya inocuidad para el medio ambiente no se haya garantizado. Y los autores alertan de quée debería ser cero. Aunque reconocen la complejidad de este cálculo, su estimación apunta a que cerca de un 80% de los químicos registrados en la regulación europea no habrían pasado las pruebas de seguridad adecuadas para descartar su impacto ambiental. 

A pesar de todo, insiste Manuel Pulgar-Vidal, "tenemos las soluciones, solo hay que acelerarlas". Y, dice, parece posible hacerlo, pues "el año pasado vimos un crecimiento récord en la generación de energías renovables".

Ahora, afirma, "necesitamos batir este récord año tras año, así como nuevos hitos positivos de acción climática en áreas como la eficiencia energética, la descarbonización de la industria, la conservación y restauración de la naturaleza, el aumento de la resiliencia ante condiciones meteorológicas extremas y la financiación climática para los países en desarrollo".

Pulgar-Vidal concluye: "Todos los gobiernos del mundo deben presentar nuevos y ambiciosos planes nacionales sobre el clima antes de la cumbre del clima de Brasil (COP30) que se celebrará el año que viene. Se trata de una oportunidad inmejorable para que los países se comprometan a tomar medidas que cambien el clima y la naturaleza. Nuestro planeta requiere un esfuerzo de medalla de oro".