Nuestro planeta se está calentando por encima de lo que es seguro para la estabilidad del clima, pero el mar Mediterráneo lo hace aún más rápido. Si los cálculos apuntan a una Tierra 2 °C por encima de la temperatura de la era preindustrial en 2050, el Mediterráneo podría estar 2,2 °C más caliente para 2040. Las subidas del nivel del mar tendrían consecuencias catastróficas, las especies invasoras ya ponen en peligro ahora mismo su biodiversidad y la pesca, vital para países como España, entrará en breve en declive. Con todo, aún no es demasiado tarde para actuar.
Son las conclusiones del primer estudio concreto sobre la cuenca del 'mare nostrum' y la crisis climática. Se presentó en 2020, dentro de la COP25, y contó con el respaldo de la Unión por el Mediterráneo, así como otras organizaciones como el Programa de Medioambiente de las Naciones Unidas.
Este 2024 le ha dado continuidad el primer informe sobre el impacto climático y medioambiental en el Mediterráneo (MAR1), elaborado por la red independiente de Científicos Mediterráneos en el Cambio Climático y Medio Ambiente (MedECC). Y sus conclusiones no son nada halagüeñas, aunque ofrece algunas posibles soluciones.
Dicho informe coloca a la región mediterránea como una de las zonas más sensibles al cambio climático y a la subida de las temperaturas. El área se está calentando un 20% más rápido que otras regiones del mundo y las previsiones cifran, si se mantiene el ritmo actual, la mencionada subida de 2,2 °C en las temperaturas para 2040. Algo que implicaría, además, una subida de un metro del nivel del mar que afectaría a más de 37 millones de personas solo en el Norte de África.
A los problemas debido al incremento sostenido de las temperaturas —que por sus características son mayores en las aguas profundas del mediterráneo que en otras muchas regiones—, se unen otros como los cambios de uso del suelo, el aumento de la urbanización y el turismo, la intensificación agrícola, la sobrepesca, la degradación del suelo, la desertificación y la contaminación (aire, suelo, ríos y océano).
El informe constante como el dióxido de azufre (SO2) y el óxido de nitrógeno (NOx) han aumentado recientemente de manera considerable, principalmente debido al transporte marítimo. También las concentraciones de ozono troposférico (O3) aumentan debido a la contaminación y el calentamiento, y los episodios de niveles altos serán más frecuentes en el futuro, igual que el transporte de polvo sahariano.
Un mar "muy contaminado"
El Mediterráneo, advierte el estudio MAR1: "está muy contaminado por múltiples sustancias, incluyendo los plásticos, los contaminantes emergentes, los metales pesados y las bacterias fecales y los virus; se prevé que todo esto aumente en el futuro". Eso sin contar con la invasión de especies animales y vegetales no autóctonas, procedentes especialmente del mar Rojo, pero que también llegan por el estrecho de Gibraltar, por el transporte marítimo y la acuicultura.
El texto advierte, por ejemplo, sobre los presentes y futuros problemas con sequías y falta de agua, y los choques entre diferentes actividades económicas. Por ejemplo, señalan los expertos, "la actividad turística es máxima en verano, coincidiendo con los picos de demanda de la agricultura de regadío, lo que crea tensiones por el agua, y esto probablemente empeorará en el futuro debido al cambio climático". Todo esto, sin contar futuras grandes migraciones, problemas de salud pública por el calor o la contaminación o inundaciones en zonas clave.
En el estudio han participado nombres como Joël Guiot, director de investigación del CEREGE (Centro Europeo de Investigación y Enseñanza de Geociencias Ambientales) de Marsella, cuya investigación se centra principalmente en el impacto de los cambios climáticos pasados, presentes y futuros en los ecosistemas mediterráneos, y Wolfgang Cramer, catedrático de Ecología Global y Director de Investigación del IMBE (Instituto Mediterráneo de Biodiversidad y Ecología) de Aix-en-Provence, también en Francia.
En su trabajo no se limitan a enumerar todos los peligros, sino señalar políticas, tanto generales como particulares. En primer lugar, advierten de la necesidad de una organización a nivel local que cuente con la población y todos los actores institucionales. Las conclusiones y propuestas del estudio apuntan que "aunque los gobiernos nacionales tienen un papel importante en la reducción de la carga del cambio climático sobre la salud humana, es a nivel local donde se toman la mayoría de acciones y medidas".
Entre otras, señalan: "la mejora de la vivienda y las infraestructuras, la educación y la concienciación de las comunidades más vulnerables, la implementación de sistemas de alerta temprana, el refuerzo de los servicios de emergencia y de salud locales y la mejora general de la capacidad de adaptación de la comunidad y las instituciones locales".
Ahorro de agua
En la misma medida se piden medidas de "seguridad hídrica" que actúen a muchos niveles. Por ejemplo, combinando tecnologías de ahorro de agua, "tales como equipamiento nuevo para la agricultura de regadío y para los hogares", con una mejora de la eficiencia hídrica, el almacenamiento a diversos niveles o "el uso de fuentes de agua no convencionales derivadas de la recarga de aguas residuales o la desalinización del agua de mar".
De hecho, el gran reto de los próximos años, y que España tiene muy presente, es la adaptación de la agricultura mediterránea a la escasez de agua. En el MAR1 recuerdan que esta adaptación debe pasar por la conservación de la fertilidad de los suelos, y que un refuerzo positivo de la agricultura sostenible puede ayudar en la mitigación de los efectos del calentamiento global, emitiendo menos gases de efecto invernadero y mejorando el secuestro y el almacenamiento de dióxido de carbono.
Finalmente, en adaptación costera, recomiendan tácticas basadas en la naturaleza, es decir, como el acrecentamiento de playas y costas, así como la restauración de dunas o zonas húmedas, que se están convirtiendo en una alternativa más común a las estructuras duras. "Las víctimas por inundación se reducen a medida que las sociedades aprenden a convivir con los peligros de las inundaciones".
Así, reducir el turismo y el ocio en zonas protegidas y adaptar la agricultura puede ayudar a conservar las praderas marinas de coral. Proporcionan "refugio", contra la acidificación del océano, a organismos calcificadores asociados, que ayudan a conservar el pH de las aguas.
Los científicos advierten que en la actualidad solo pocas ciudades mediterráneas cuentan con planes climáticos locales con el foco en la mitigación y la adaptación de manera conjunta. Habría una "necesidad urgente" de dichos planes. Y, con todo, dejan una conclusión moderadamente optimista: el intercambio de información y la concienciación serán claves a lo largo de la próxima década para evitar los peores efectos de la crisis climática.