Con más de 8.000 kilómetros de costa, España ha sido y es un lugar de ocio para millones de turistas y un hogar para multitud de especies marinas. Desde las playas doradas del Mediterráneo a los imponentes acantilados del Atlántico, el litoral español es símbolo de la riqueza natural de nuestro país… que está en riesgo de desaparecer.
Las costas de la península enfrentan una crisis sin precedentes que amenaza con borrar del mapa algunas de las playas del país. ¿El motivo? El cambio climático, la urbanización desmedida y la contaminación. Tres factores que están llevando al colapso de ciertos territorios, tal como asegura Greenpeace en su último informe.
Y es que, con tan solo observar el nivel del mar, se puede entender la importancia de la situación. Desde 1948 hasta 2019, ha aumentado en 2,8 milímetros anuales. Un incremento que, lejos de ser pequeño, tiene consecuencias devastadoras, porque, "por cada centímetro de subida del nivel del mar se perderá un metro de costa", alertan desde la organización basándose en la regla de Brunn.
La realidad es de lo más cruel. Para 2030, Barcelona verá subir el mar en 14 milímetros y, para finales de siglo, podría llegar a 70 centímetros. Un hecho que ciudades como Vigo, A Coruña y Cádiz también tendrán que hacer frente. Aunque se torna especialmente grave en el Mediterráneo, donde el fenómeno de subsistencia —el hundimiento del suelo— hace que el nivel aumente casi tres veces más rápido que en otras zonas, exacerbando la erosión y el retroceso de las playas.
Litoral en retroceso
La costa de Doñana, según destaca el informe, es una de las más frágiles y delicadas. Ha retrocedido ya 80 metros y, este proceso no deja de acelerar debido al cambio climático. En Málaga, el tramo entre el parador de Málaga Golf y la barriada de Guadalmar ha sido declarado en situación de "regresión grave", ya que la costa ha perdido cinco metros en los últimos cinco años.
Pero las causas no son solo naturales, sino también consecuencia de las infraestructuras. De este modo, actividades como la construcción de puertos, urbanizaciones, campos de golf, entre otras, han alterado el equilibrio del litoral. Estos desarrollos han inmovilizado las arenas, bloqueado el transporte eólico y destruido los depósitos naturales.
En las Islas Baleares, por ejemplo, la construcción desmedida ha llevado a una pérdida significativa de costas. Es el caso de la playa de Palma, que ha visto cómo su orilla ha retrocedido varios metros en las últimas décadas. La situación es similar en Ibiza, donde la construcción de infraestructuras ha reducido drásticamente la superficie de muchas playas.
Desde los años 60, época del boom turístico en España, se han construido innumerables complejos turísticos, hoteles, puertos deportivos y viviendas a largo de la costa. ¿El resultado? Destrucción de dunas, eliminación de la vegetación autóctona y la modificación del paisaje natural.
Y no solo eso, muchas de estas construcciones se han realizado en zonas inundables o vulnerables a la subida del nivel del mar, lo que las convierte en puntos críticos de riesgo en el futuro. Así es la situación del hotel de El Algarrobico, en Almería, construido en un paraje natural protegido y que, a pesar de las múltiples sentencias judiciales que ordenan su demolición —según explica el informe—, sigue en pie.
Ante esta crisis, la Ley de Costas, encargada de regular el uso y la protección del litoral español, juega un papel crucial. Sin embargo, la convivencia entre normativa estatal y autonómica es complicada. En 2021, se aprobó la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, donde se incluye la necesidad de planificar y gestionar la costa, pero su implementación es lenta y, a menudo, insuficiente.
Además, la reciente reforma de la Ley del Suelo es una "amenaza" para la protección del litoral, aseguran desde Greenpeace. Causa de ello, un futuro sombrío e incierto en donde la combinación de la subida del nivel del mar, la erosión costera, la pérdida de biodiversidad y la presión urbanística, están llevando al litoral a un punto de no retorno.
El impacto ecológico
Las playas, que actúan como barreras naturales, protegen a las comunidades costeras de tormentas y temporales y, con su desaparición, estas áreas quedarían expuestas a los embates del mar, aumentando el riesgo de inundaciones y destrucción de infraestructuras.
Además, el cambio climático está alterando los ecosistemas marinos. El Mediterráneo, que ya es uno de los mares más afectados por la pérdida de oxígeno, está siendo testigo de cómo sus aguas se calientan y acidifican, provocando la desaparición o desplazamiento de muchas especies.
La sardina europea, la anchoa y el atún rojo son algunas de las especies que están en riesgo, según explica el informe. Asimismo, las praderas de posidonia —esenciales para la captura de carbono y la protección de las costas— están muriendo a un ritmo alarmante, un hecho que podría acelerar aún más la erosión costera.
El Atlántico, por su parte, está siendo víctima de una tropicalización de sus comunidades marinas. Ejemplo de ello es la aparición de especies invasoras, como el cangrejo azul, que ya amenaza a las especies autóctonas. Una consecuencia de la que ya se han visto afectadas algunas especies de pulpo y mejillón en Galicia.