El cambio climático está suponiendo modificaciones en todo lo que conocíamos hasta el momento. La temperatura media global ha aumentado 0,76 grados en los últimos 100 años, así lo indica un estudio del Gobierno de Aragón que, además, explica que "11 de los 12 años más calurosos desde 1850 se concentran entre 1995 y 2006". En concreto, en España, el calentamiento supone un incremento de 1,5 grados y, en el Ártico, "hasta 5 °C".
Pero su impacto va mucho más allá. Este cambio de temperatura se ha traducido en fenómenos meteorológicos más extremos. Desde ONU-Habitat señalan que esto se ha concretado en 650.000 muertes por sequías, 577.232 por tormentas, 58.700 por inundaciones y 55.736 por olas de calor entre 1970 y 2019.
Y no solo eso; los polos se están derritiendo. "Cada década desaparece casi el 13% del hielo marino en el Ártico y, en los últimos 30 años, el hielo más antiguo y grueso del Polo Norte se ha reducido en un 95%", tal como explican desde WWF. Un hecho que supone un aumento del nivel del mar global de 20%, desde 1880 y que, para el 2100, la NASA estima que siga creciendo "entre 30 y 122 centímetros más".
Además, una investigación de Iberdrola estima que la biodiversidad mundial ha "disminuido alarmantemente en medio siglo". La perdida de hábitats y la acidificación de los océanos ha supuesto un gran impacto y, actualmente, más de 42.100 especies se encuentran en peligro de extinción "con el cambio climático como responsable".
Afecta al desarrollo de enfermedades, a los desplazamientos masivos de personas, influye en la economía… Y, ahora, es el turno del cambio en la rotación de la Tierra porque, aunque suene a ciencia-ficción, las alteraciones climáticas inducidas por la actividad humana están teniendo un impacto tangible en la duración de los días y en el eje del planeta.
Rotación de la Tierra
Pero para entender cómo el cambio climático afecta a la rotación terrestre, es esencial comprender antes algunos principios básicos de la física. La rotación de la Tierra, como la de cualquier cuerpo en movimiento, está gobernada por la ley de conservación del movimiento angular. Esta ley establece que, si no hay fuerzas externas actuando sobre un cuerpo, el momento angular de este permanecerá constante.
Por su parte, el movimiento angular es un concepto que depende de dos factores: la velocidad de rotación y la distribución de la masa del cuerpo respecto a su eje de rotación.
Imagine, como dice Benedikt Soja, catedrático de Geodesia Espacial en el Departamento de Ingeniería Civil, Ambiental y Geomática de la ETH de Zúrich, a un patinador artístico que realiza una pirueta. Cuando el patinador tiene los brazos pegados al cuerpo, gira rápidamente; pero al extender los brazos, la rotación se desacelera. De este modo, se explica cómo la redistribución de masa puede alterar la velocidad de rotación.
Entonces, volviendo a la Tierra; el cambio climático está provocando el derretimiento acelerado de las capas de hielo en Groenlandia y la Antártida. Esta masa de agua, anteriormente confinada en las regiones polares, fluye hacia los océanos, principalmente hacia la región ecuatorial, un proceso que modifica la distribución de la masa del planeta, lo que, según Soja, "significa que se está produciendo un cambio de masa que afecta a la rotación".
El agua que fluye hacia el ecuador se aleja del eje de rotación de la Tierra, lo que aumenta la inercia física del planeta. Esto, como explicaba el catedrático con el ejemplo del patinador, ralentiza la rotación de la Tierra.
¿La consecuencia? Días más largos, aunque en una medida casi imperceptible, porque, tal como indica el estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) por los investigadores de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, "la duración del día ha aumentado en unos pocos milisegundos".
Influencia lunar
Además, según explica uno de los hallazgos de la investigación, el cambio climático inducido por el hombre podría tener un impacto mayor en la velocidad de rotación que la propia influencia de la Luna, lo que, hasta el momento, ha sido el principal factor en la ralentización de su movimiento.
Y es que, este satélite natural, a través de la fricción de las mareas, ha estado alargando gradualmente los días en la Tierra a lo largo de su historia.
Sin embargo, si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando, y con ellas el calentamiento global, los humanos podrían tener un mayor impacto en la duración del día. Ya lo decía Soja: "Los seres humanos tenemos un mayor impacto en nuestro planeta del que creemos".
Eje de rotación
Pero el cambio climático no solo afecta a la velocidad de rotación, sino también al eje. Estudios publicados en Nature Geoscience demuestran que los cambios de masa en la superficie y en el interior de la Tierra, provocados por el derretimiento del hielo, están desplazando el eje de rotación.
Este fenómeno, conocido como movimiento polar, implica que los puntos en los que el eje se encuentra con la superficie del planeta se están desplazando. Un acto que, a lo largo de un siglo, puede alcanzar aproximadamente diez metros.
Sin embargo, este desplazamiento no se produce únicamente por el derramamiento de las capas de hielo. También influyen otros factores internos del planeta, como los movimientos en el manto terrestre, donde la roca se vuelve viscosa debido a la alta presión, y los flujos de calor en el núcleo exterior de la Tierra, compuesto por metal líquido. Porque estos procesos no solo generan el campo magnético, sino que también provocan cambios de masa.
Por ese motivo, el equipo de investigadores de la ETH de Zúrich, liderado por Soja, ha desarrollado el modelo más completo hasta la fecha para entender este fenómeno. Funciona a partir de redes neuronales basadas en la física y, a través de ellas, han logrado registrar y modelar todos los diferentes efectos sobre la superficie de la Tierra, en su manto y en su núcleo, y cómo estos interactúan entre sí.
Un proyecto en el que, "por primera vez, se presenta una explicación completa de las causas del movimiento polar de largo período", según explica Mostafa Kiani Shahvandi, autor del estudio publicado en Nature Geoscience.
Además, el modelo no solo permite entender cómo se han desplazado los polos de rotación desde 1900, sino que también concuerda perfectamente con los datos reales proporcionados por observaciones astronómicas y satélites, lo que significa que los científicos pueden realizar previsiones más precisas sobre este movimiento en el futuro.