La degradación ambiental en Europa ha llegado a un punto crítico. Bosques, humedales, costas y sistemas agrícolas del continente enfrentan una crisis ecológica a su biodiversidad. Datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente indican que el 80% de los hábitats protegidos están en mal estado y el 60% de las especies evaluadas tienen un estatus de conservación desfavorable.
Sin una intervención decidida, las proyecciones a futuro pintan un escenario devastador: pérdida acelerada de especies, erosión del suelo, escasez del agua dulce y una mayor vulnerabilidad frente a desastres naturales.
En España, uno de los territorios más biodiversos del continente, la situación es alarmante. Según el Inventario Español del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, casi la mitad de los ecosistemas está en riesgo. El país ha perdido gran parte de sus humedales, esenciales para la regulación del ciclo del agua y como hábitat para las aves migratorias.
Además, la desertificación amenaza grandes áreas, especialmente en el sudeste, debido a la sobreexplotación de recursos y al cambio climático. Y frente a esta realidad, la Comisión Europea ha decidido actuar y así, hoy 18 de agosto, entra en vigor la Ley Europea de Restauración de la Naturaleza.
Legislación pionera
Se trata de la primera ley en la historia del continente que obliga a los Estados miembros a restaurar sus ecosistemas degradados, no solo a proteger los ya existentes. Esta legislación, que se ha debatido durante más de un año, ha superado obstáculos antes de su aprobación y, ahora, busca restaurar al menos el 20% de los ecosistemas degradados para 2030 y todos ellos para 2050.
La ley incluye la rehabilitación de tierras agrícolas degradadas, un punto crucial en países como España, donde el cultivo intensivo ha dejado suelos empobrecidos y erosionados. ¿El objetivo? Tal como indica la Comisión Europea, "revertir el deterioro de la naturaleza, lograr la neutralidad climática y reforzar la preparación y la resiliencia de Europa frente a los efectos del cambio climático".
Se centra en la recuperación de turberas —un tipo de humedal ácido—. Estos ecosistemas cubren aproximadamente el 3% del territorio de la UE y son claves para la captura de carbono y la regulación del ciclo del agua. Con esta medida, pretenden recuperar el 30% para uso agrícola, ayudando a mitigar el calentamiento global.
Además, la ley establece medidas para frenar la disminución de las poblaciones polinizadoras, como las abejas o las mariposas. Lo hará a partir de la creación de corredores ecológicos y la reducción del uso de pesticidas.
Respecto a las áreas urbanas, esta legislación prohíbe la reducción de espacios verdes, esenciales para la salud y el bienestar, ya que ayudan a reducir la contaminación del aire, regulan las temperaturas y proporcionan refugio a la fauna local.
En último lugar, y no por ello menos importante, esta medida obliga a la eliminación de muchas de las barreras artificiales, como presas y esclusas, que impiden la migración de peces y alteran los ecosistemas acuáticos. Todo ello, con el objetivo de restaurar el flujo natural y mejorar la biodiversidad.
Una batalla política
Lejos de lo que muchos podrían imaginar acerca de una medida en pro de la naturaleza, su aprobación ha estado llena de obstáculos. Desde el principio, fue objeto de intenso debate en el Parlamento Europeo. El Partido Popular Europeo (PPE) fue el encargado de liderar la oposición, argumentando que la ley impondría cargas económicas excesivas a los agricultores y propietarios de tierras. Incluso, hubo momento en los que se temió que no pudiera salir adelante.
La situación se complicó aún más cuando Hungría, un país que ha adoptado una postura cada vez más euroescéptica bajo el liderazgo de Viktor Orbán, cambió su posición hacia el "no", poniendo en riesgo la mayoría cualificada necesaria para la aprobación.
Sin embargo, en la víspera de la votación final, Austria, que había mantenido una postura ambivalente, decidió apoyar la ley. Un cambio que se volvió crucial, permitiendo alcanzar el umbral del 66% de la población de la UE.
A pesar de ello, el gobierno austriaco, liderado por el Partido Popular (ÖVP), anunció que presentaría un recurso de anulación de la norma ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), mostrando las tensiones internas y la resistencia a la implementación de medidas ambientales más estrictas.
Finalmente, la ley fue adoptada con los votos a favor de 20 países, incluyendo a Alemania, Francia y España, y la oposición de seis, entre ellos, Italia, Polonia y Suecia, y la abstención de Bélgica.
El 25% del paisaje
Y es que, yendo un poquito más allá de la propia legislación que entra en vigor, un estudio publicado en la revista Current Biology, asegura que "casi el 25% del paisaje europeo", es decir, 117 millones de hectáreas, podrían ser renaturalizadas, volviendo a estos territorios a su estado previo a la intervención humana.
Este proceso, conocido como rewilding en inglés, se enfoca en permitir que la naturaleza recupere sus procesos ecológicos, ya sea a través de la reintroducción de especies clave o permitiendo que los ecosistemas se recuperen de forma autónoma.
Porque, asegura el investigador y biogeógrafo Miguel B. Araújo, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, CSIC, España, y la Universidad de Évora, Portugal, "hay muchas áreas en Europa que tienen una huella humana lo suficientemente baja, así como la presencia de especies animales clara, como para que puedan ser renaturalizadas". Pero, añade, "destacamos la necesidad de diferentes estrategias en función de las condiciones de cada región".
El estudio destaca que las oportunidades más prometedoras se encuentran en el norte de Europa, especialmente en la región de Escandinavia, Escocia y los países bálticos. Caracterizados por climas más fríos y bajas densidades de población, estos lugares ofrecen las condiciones ideales para la recolonización natural de especies silvestres.
Se estima que la simple introducción de especies como herbívoros (ciervos y cabras montesas) y carnívoros (lobos, osos y linces), podría ser suficiente para restaurarlos. Y es que, para Araújo, los herbívoros son "los ingenieros del ecosistema, ya que pastan y dan forma a la vegetación". Por su parte, define a los depredadores como "los arquitectos que crean 'paisajes de miedo' que los herbívoros evitan".
La península ibérica, con áreas montañosas y gran variedad de climas y hábitats, también se ha identificado como una región con alto potencial. Aquí la estrategia podría ser mixta, combinando reintroducciones pasivas y activas, según las especies presentes, para restablecer el equilibrio.
Sin embargo, el estudio también advierte sobre las limitaciones en regiones más pobladas, como Bélgica, Países Bajos, Irlanda o Dinamarca. En estos lugares, la alta densidad de población y la fragmentación del paisaje hacen que la renaturalización a gran escala sea un desafío. Por ello, proponen enfoques alternativos, como la creación de "redes de pequeños hábitats protegidos" o la gestión sostenible de paisajes tradicionales, "como los parques de robles de la península ibérica" o "los sistemas agrícolas y forestales extensivos".
España, centro de biodiversidad
El conocido como país de los conejos alberga algunas de las áreas naturales más valiosas de Europa, como el Parque Nacional de Doñana, los Picos de Europa o el Parque Natural de Sierra Nevada. Sin embargo, muchos de estos ecosistemas están amenazados por la actividad humana y el cambio climático.
El gobierno español ha mostrado su compromiso con la restauración ecológica a través de iniciativas como el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que destina fondos significativos a proyectos de conservación y restauración. Además, es un país líder en la creación de corredores ecológicos, permitiendo la conexión entre áreas naturales y fragmentadas.
Uno de sus grandes desafíos es la restauración de los ecosistemas forestales y agrícolas. Por eso, indican, las políticas de gestión sostenible deben abordar problemas como la sobreexplotación de recursos hídricos y la desertificación. En particular, la rehabilitación de los suelos agrícolas deteriorados y la reforestación de áreas claves.
El país enfrenta también retos importantes en lo que a la recuperación de los humedales se refiere. Algunos, como los de Doñana o la Albufera de Valencia, han sido afectados por la urbanización y su restauración requerirá esfuerzos coordinados.