El 19 de septiembre se cumplirán tres años desde que La Palma se recupera del acontecimiento que cambió por completo a la isla y sus habitantes: la erupción del volcán que arrasó más de 1.300 viviendas y 370 hectáreas de cultivo. Desde entonces, científicos, expertos y habitantes tienen más presente que nunca el volcán, especialmente tras la última 'llamada de emergencia'.
El pasado martes 13 de agosto, el Cabildo de La Palma activó el protocolo del Plan de Emergencias Insular en algunos puntos de la isla por la presencia de picos puntuales en la medición de gases en algunos lugares de Puerto Naos. A pesar de que el consejero de Emergencias, Darwin Rodríguez, manifestase que se trataba de "procesos normales y naturales", los españoles siguen preocupados al respecto.
Sin embargo, y a pesar de las alarmas, lo cierto es que el volcán Tajogaite nunca se activó de nuevo, sino que nunca ha dejado de estar activo. Y es que, los picos de emanaciones de dióxido de carbono forman parte del proceso natural y normal de la desgasificación de la estructura geológica en el proceso posteruptivo que, además, puede llevar décadas.
¿Se ha activado el volcán de La Palma?
El volcán de La Palma es parte de un sistema volcánico que ha estado activo durante millones de años. La actividad volcánica en la isla no es un fenómeno puntual, sino un proceso continuo, que simplemente en ocasiones es más llamativo o elevado. En el caso de los gases volcánicos, el núcleo turístico de Puerto Naos lleva conviviendo con ellos desde la erupción.
Aunque la erupción visible cesó, el volcán nunca dejó de estar activo en términos geológicos. Esto significa que la actividad subterránea, como la emisión de gases, movimientos sísmicos o cambios en la temperatura del subsuelo, puede seguir ocurriendo y, de hecho, ocurre.
Al igual que muchos otros volcanes activos alrededor del mundo, el volcán Tajogaite experimenta fluctuaciones en su actividad incluso después de una erupción significativa. Estos picos de emanación de gases, como el dióxido de azufre (SO2), son fenómenos naturales y forman parte del ciclo continuo de desgasificación que ocurre en el subsuelo volcánico.
Después de una erupción, es común que el volcán siga liberando gases a través de fisuras y fracturas en la tierra, a medida que el magma residual se enfría y desciende. Este proceso de desgasificación puede durar meses, años o incluso décadas, dependiendo de la cantidad de magma presente y las características del sistema volcánico.
Los gases volcánicos, principalmente dióxido de carbono (CO2) y dióxido de azufre (SO2), pueden acumularse en ciertas áreas y liberarse de manera más concentrada en momentos específicos, lo que explica los picos de emisión. Esto no significa que el volcán esté entrando en una fase más peligrosa, sino que está liberando presión de forma natural.
Esta presencia de gases volcánicos no es indicativa de una nueva erupción inminente, sino una manifestación de que el sistema sigue en funcionamiento. De hecho, el director del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), Nemesio Pérez, ha desmentido de manera categórica cualquier indicio de reactivación del volcán de La Palma.
Los gases son los signos más evidentes de que este volcán sigue activo, sin embargo, como ya hemos comentado, en diferentes zonas de La Palma llevan tres años conviviendo con ellos. La calidad del aire se vio perjudicada por grandes cantidades de dióxido de azufre (SO₂), dióxido de carbono (CO₂) y otros gases volcánicos, que llevaron el pasado martes a activar un nuevo protocolo de seguridad.
La preocupación por parte de los expertos y españoles es, en cierta forma, entendible. Estos gases pueden llegar a ser muy perjudiciales: el dióxido de azufre puede causar irritación en las vías respiratorias, problemas pulmonares y en los ojos, y en concentraciones más altas puede ser letal.
El dióxido de carbono, aunque no es tóxico en pequeñas cantidades, puede desplazar el oxígeno en áreas cerradas o mal ventiladas, creando un riesgo de asfixia, un dato que prioriza el aviso de los expertos en La Palma por ventilar los espacios, aun tres años después.