Cuando pensamos en lugares poblados es posible que nos venga a la cabeza países como la India o China, donde las calles son inmensas y están repletas de habitantes y es prácticamente imposible que se conozcan entre ellos. Sin embargo, la isla más densamente poblada del mundo tiene aproximadamente 800 habitantes, y, además, conviven en un territorio 'minúsculo'.

En Santa Cruz del Islote lo difícil es pensar que sus habitantes no se conocen entre ellos. Con 780 habitantes y un diámetro de una hectárea, su modo de vida es especialmente llamativo para miles de personas, no solo por la convivencia cercana, sino porque son ellos mismos los que tienen que saldar sus conflictos, ya que no existe la policía.

Debido al poco espacio y recursos limitados, la isla que construyeron unos hombres artificialmente, Santa Cruz del Islote solo cuenta con un colegio público, un restaurante y un hotel, pero no tienen hospital, cementerio ni policía. La convivencia es algo que solo entienden ellos y que, alrededor del mundo, puede parecer imposible.

Una isla construida por el hombre

Santa Cruz del Islote es una pequeña isla ubicada en el Archipiélago de San Bernardo, en la costa caribeña de Colombia, que es considerada la isla artificial más densamente poblada del mundo, puesto que ocupa una hectárea —aproximadamente el tamaño de un campo de fútbol— y, según el censo de 2020, viven 780 personas.

La concentración de habitantes en un espacio tan reducido ha generado una densidad poblacional sin igual, lo que ha conseguido que esta isla cumpla un récord, añadido, también, a que es un islote construido por el hombre: "Fue hecho a mano por nativos que llegaron y lo construyeron en medio del coral, con piedra, escombros y basura", explica Adrián Caraballo de Hoyos a la BBC.

La vida en Santa Cruz del Islote se caracteriza por su intensa cercanía física y social: son muchos y están muy cerca. Las casas están construidas tan próximas unas de otras que apenas quedan espacios abiertos. Las construcciones, muchas de ellas de madera y con techos de zinc, a menudo se extienden hacia el mar, utilizando pilotes para ganar terreno al agua.

Debido a los recursos y tamaño, la infraestructura es limitada: la isla cuenta con un colegio público, un restaurante y un hotel, pero no tienen hospital, ni cementerio, ni policía. Para recibir atención médica, los habitantes deben trasladarse a islas vecinas o al continente, lo que añade un nivel de desafío a la vida cotidiana.

La energía eléctrica es producida por una planta de combustible y dos conjuntos de paneles solares donados por el gobierno de Japón. Al no ser un servicio público, el costo mensual es muy alto para los nativos, que se dedican a la pesca o al turismo. 

Además de la energía, los habitantes también tienen que pagar su hogar, que según la BBC, "Cada casa paga en promedio 90.000 pesos colombianos mensuales", que son como 20 euros, "Un precio particularmente alto comparado con poblaciones pequeñas o ciudades intermedias del país", explican.

Como ya hemos comentado, la economía local gira principalmente en torno a la pesca, que ha sido la base de sustento desde que los primeros pobladores llegaron a la isla hace más de un siglo. En aquellos días, la abundancia de peces en las aguas circundantes atrajo a pescadores de la región, quienes se establecieron allí con sus familias.

En la actualidad, el turismo también ha comenzado a jugar un papel importante, aunque en menor medida, ya que muchos visitantes llegan atraídos por la particularidad de la isla. Sin embargo, la infraestructura turística se encuentra en islas vecinas como Isla Múcura, lo que limita las oportunidades económicas directas para los habitantes de Santa Cruz del Islote.

Vivir en un espacio tan reducido presenta desafíos significativos. La gestión de residuos es uno de los problemas más acuciantes, ya que la isla no dispone de un sistema adecuado para el manejo de la basura, lo que genera preocupaciones ambientales. Además, la sobrepoblación implica una constante lucha por el espacio y los recursos, pero no hay policía para tranquilizar las discusiones y peleas.

Una isla sin policía

En esta isla diminuta, donde no hay presencia policial ni de otras autoridades formales, los habitantes han desarrollado un sistema de convivencia basado en el respeto mutuo y en las normas comunitarias.

La isla no cuenta con una comisaría ni con una fuerza policial, lo que podría parecer inusual en otros contextos, pero aquí, la seguridad y el orden dependen del tejido social. Los conflictos se resuelven a través del diálogo y la intervención de los mayores, quienes son respetados como figuras de autoridad moral.

La vida en comunidad implica que todos se conocen, y esa familiaridad contribuye a una convivencia más sencilla. Los problemas se abordan de manera colectiva, y la solidaridad es clave para enfrentar cualquier situación que pueda surgir.

Además, al no existir policía, sí que existen actividades que son ilegales en países donde sí hay fuerza de seguridad. Una de las actividades más populares entre los jóvenes son las peleas de gallos, que hay más que habitantes en el islote, unos 150 en el lugar.