Uno de los mayores enemigos de los perros y, sobre todo, de sus dueños es la oruga procesionaria. Consiste en un insecto que, en su fase de oruga, se desplaza por el suelo en largas filas indias, formando una especie de procesión. Suelen verse atravesando los caminos de los bosques entre marzo y junio, aunque como sucede desde hace años, su aparición puede adelantarse a febrero si el calor llega pronto.
No solo es un enemigo, sino también una gran amenaza para muchos seres vivos e incluso, humanos. Y es que, aunque parezca que es fácil escapar de ellas, contienen alrededor de 500.000 pelos urticantes que expulsan al aire cuando se sienten amenazadas, por lo que ni siquiera hace falta tocarlas para sufrir su ataque.
Estos pelos llamados tricomas contienen una toxina llamada thaumatopina, que puede provocar una larga lista de reacciones como escozor, pero también la asfixia. En este contexto, la mejor forma de combatir y mantener controladas las poblaciones de procesionarias es fomentar la presencia de sus enemigos naturales. Especialmente, cuando uno de ellos está en peligro de extinción, como el chotacabras.
Un ejemplar en peligro de extinción
El chotacabras europeo es un ave nocturna que pertenece a la familia Caprimulgidae. Es conocido por su comportamiento y apariencia únicos. Estas aves tienen un plumaje críptico que se mezcla perfectamente con su entorno, lo que las hace difíciles de detectar durante el día cuando descansan en el suelo o en ramas bajas y, por tanto, un camuflaje efectivo contra depredadores.
Tanto su nombre científico como su nombre común (chotacabras) en varias lenguas europeas procede de un antiguo mito que les atribuye que estas aves chupaban leche de las cabras. Un mito que probablemente surgió, puesto que la especie se alimenta de insectos voladores que se congregan alrededor del ganado.
Se trata de un cazador aéreo eficiente que caza principalmente al amanecer y al anochecer, utilizando su boca amplia y ojos grandes adaptados para la visión nocturna. Su estrategia de defensa ante posibles amenazas se basa en su camuflaje, pero si esto falla, pueden fingir tener un ala rota para distraer y alejar a los depredadores de sus huevos o crías.
Su canto y vocalizaciones son características notables de la especie. Los chotacabras suelen emitir un sonido repetitivo y monótono que puede escucharse a gran distancia, especialmente durante la temporada de apareamiento. Este canto es crucial para atraer a las parejas y establecer territorios.
A pesar de ser aves ampliamente distribuidas en regiones templadas y tropicales, los ejemplares se enfrentan a grandes amenazas, como la pérdida de hábitat debido a la deforestación, el desarrollo urbano y la expansión de tierras agrícolas, lo cual reduce las áreas naturales donde el chotacabras puede vivir y reproducirse.
El chotacabras depende de hábitats específicos, como bosques abiertos, áreas de matorral y campos, donde puede encontrar refugio y alimento. La fragmentación de estos espacios limita su capacidad para moverse y encontrar nuevos territorios adecuados, afectando su capacidad de supervivencia.
Además de la falta de un lugar donde poder habitar, el uso de pesticidas en la agricultura representa otro desafío importante. Al ser insectívoros, los chotacabras se ven directamente afectados por la disminución de insectos, su principal fuente de alimento, debido a la aplicación de químicos en los cultivos. Esto no solo reduce la disponibilidad de presas, sino que también puede llevar a la acumulación de toxinas en las aves, afectando su salud y capacidad reproductiva.
Además, las luces artificiales y la contaminación lumínica en áreas urbanas interfieren con los patrones de actividad nocturna del chotacabras. Todo ello ha conseguido que su población se haya reducido en un 80% desde el año 2022, según notificaron los ecologistas encargados de su seguimiento.
La labor del chotacabras
El chotacabras es reconocido por su papel fundamental en el control de plagas, especialmente como depredador de la oruga procesionaria. La oruga procesionaria es una plaga que representa un grave problema a grandes seres vivos, como a los pinos, debido a que sus larvas se alimentan de las hojas de estos árboles, pero también a perros y humanos.
Estas aves pueden consumir una gran cantidad de orugas procesionarias cuando estas se encuentran en su fase adulta-polilla, pudiendo devorar 20 polillas de esta peligrosa especie en una sola noche, por lo que se han convertido con el paso de los años en un gran exterminador y salvador de otras especies.
Aunque es más conocido por capturar presas en el aire, el chotacabras también se alimenta en el suelo, donde se encuentran las orugas procesionarias durante algunas etapas de su ciclo de vida. Tiene adaptaciones físicas que le permiten cazar eficazmente a estas orugas: su vuelo es ágil y silencioso, lo que le permite aproximarse a sus presas sin ser detectado.
La capacidad del chotacabras para consumir grandes cantidades de estas orugas ayuda a reducir sus poblaciones, lo que mitiga los daños a los bosques y disminuye el riesgo de reacciones alérgicas en personas y animales que habitan o transitan por áreas infestadas, así como la asfixia de los mismos.