Han pasado tres años desde que La Palma se recupera del acontecimiento que cambió por completo a la isla y sus habitantes: la erupción del volcán que arrasó más de 1.300 viviendas y 370 hectáreas de cultivo. 1095 días en los que los afectados han tratado, muchos sin éxito, de regresar a sus vidas antes de la catástrofe.
La erupción del volcán se extendió durante 85 días, hasta el 13 de diciembre de ese mismo año. A pesar de que hayan pasado tres décadas, sus consecuencias aún siguen presentes: las ayudas no llegan, son insuficientes, prosiguen las construcciones e, incluso, muchas personas todavía no han podido volver a sus casas.
La realidad es que 1095 días para un volcán no son suficientes. Los gases tóxicos siguen en la zona y las coladas de lava siguen presentando actividad térmica considerable, según los estudios continuos realizados por el Instituto Geológico y Minero de España (IGME).
En la actualidad, cerca del cráter volcánico, se han detectado grietas que mantienen temperaturas de hasta 673 grados centígrados, indica la investigadora del IGME, Inés Galindo Jiménez. Aunque parezcan unas cifras desalentadoras, el proceso de enfriamiento está avanzando: hace apenas seis meses llegaba a los 706 grados centígrados.
No solo cerca del cráter se registran estas temperaturas extremas. A lo largo de la ladera del volcán, y a casi tres kilómetros de las bocas eruptivas que se abrieron el 19 de septiembre de 2021, las temperaturas también siguen siendo elevadas.
En una medición realizada en las inmediaciones de la carretera que conecta La Laguna con Las Norias, se registró una temperatura de 441 grados centígrados. En este punto específico, la temperatura ha disminuido 30 grados centígrados en los últimos seis meses, indica Galindo y explica el medio Canarias 7.
El calor que sigue emanando de las coladas de lava está influenciado por varios factores, como el grosor de la lava, la presencia de tubos volcánicos que permiten la circulación de aire, y las lluvias que pueden acelerar o ralentizar el enfriamiento.
La buena noticia es que los avances por parte de los expertos continúan, para tener constancia de los cambios a los que se somete el volcán. Para ello, el IGME ha desarrollado el primer sistema de monitorización del enfriamiento de la lava a nivel mundial.
Medir la temperatura del volcán de La Palma es fundamental para evaluar la seguridad y los riesgos que aún persisten en la zona. A través de esta medición, se puede determinar qué áreas son peligrosas, ya que las coladas de lava que todavía registran temperaturas elevadas, como los 673 grados centígrados, representan un riesgo significativo.