Se dice que vivimos en la era de la hiperconectividad, donde internet, las redes sociales y el entretenimiento digital se han convertido en una parte esencial de nuestras vidas. Sin embargo, esta revolución también tiene un lado oscuro que apenas se comienza a comprender y ese es el de la contaminación que genera, tanto en su impacto para el medioambiente como en la salud mental.
Por ese motivo, hoy, 26 de septiembre, ha tenido lugar el I Encuentro sobre el Bienestar Digital, organizado por ING, donde se ha presentado una investigación que explora el vínculo entre el uso excesivo de la tecnología y los problemas de salud y sostenibilidad.
Y es que, pese a que resulte sorprendente, internet es responsable de una parte significativa de las emisiones globales de CO₂. Tanto es así que, en el caso de que este fuese un país, se estima que sería entre el cuarto y el sexto más contaminante del mundo en términos de huella de carbono.
¿Cómo es posible? Es precisamente desde aquel lado de internet que no vemos, donde se encuentran los centros de datos y se almacena toda la información digital —desde correos electrónicos y fotos hasta vídeos y documentos en la nube—, que se consumen enormes cantidades de energía para su funcionamiento y refrigeración.
Un gigante invisible
En concreto, ver cuatro horas de vídeos en el móvil genera la misma cantidad de dióxido de carbono que un coche recorriendo 50 kilómetros. Además, cada giga de datos descargado o almacenado en la nube consume unos 200 litros de agua para refrigerar los servidores que gestionan estos archivos.
Pero, ¿por qué todo esto parece que nos 'suena a chino'? Como indica Esther Paniagua, periodista especializada en el impacto de la digitalización en el medioambiente, "es fácil ver el impacto de las acciones físicas en el entorno, pero somos menos conscientes de nuestro comportamiento digital en el planeta".
De hecho, según los datos del estudio, "solo un 10% de los españoles considera que tiene bienestar digital y, además, más del 54% señala que sería importante contar con un protocolo de desconexión laboral".
Y no solo eso; pese a que el 63% cree fundamental apagar el móvil en momentos clave, solo el 39% lo hace habitualmente. Y más importante, únicamente el 5,6% de los encuestados tiene un conocimiento profundo sobre la contaminación de internet.
"Desde las compras digitales hasta el uso de la inteligencia artificial, pasando por los emails que enviamos, el contenido que consumimos y las fotos que guardamos" son solo algunos de los ejemplos que expone Paniagua sobre las pequeñas acciones que dañan el medioambiente. Pero, lo matiza: "Con algunos simples gestos y cambios de hábitos online podemos contribuir a reducir la contaminación que producimos".
Contaminación por duplicado
La hiperconectividad digital no solo afecta al medioambiente, también tiene consecuencias directas en la salud mental. A medida que crece la dependencia de la tecnología, el estrés y la ansiedad derivados del uso excesivo de dispositivos digitales ha llegado a niveles alarmantes.
De hecho, un claro caso de ello es la nomofobia o, en otras palabras, el miedo irracional a estar sin el móvil. Una patología que ya afecta a más del 70% de la población mundial.
El fenómeno se explica, en parte, por la forma en que el cerebro responde a las constantes notificaciones y estímulos digitales. Cada vez que se recibe un aviso en el móvil o en las redes sociales, el cuerpo libera dopamina, un neurotransmisor relacionado con la recompensa y el placer.
A medida que este ciclo se repite, las personas se vuelven adictas a esa sensación de gratificación instantánea, lo que nos lleva a revisar nuestros dispositivos con mayor frecuencia y a sentir una creciente ansiedad si no lo hacemos.
Resultado de ello es el propio comportamiento de los españoles, quienes ya dedican más tiempo al día a navegar por internet (5,45 horas) y a ver televisión (3,23 horas) que a dormir. Una sobreexposición a las pantallas que no solo genera fatiga mental, sino que también afecta a las relaciones interpersonales, el suelo y el bienestar general.
Así lo aseguraba Manuel Armayones, doctor en psicología e investigador en la relación entre el uso de la tecnología y la salud mental, en el I Encuentro de Bienestar Digital: "Estamos constantemente sometidos a estímulos, notificaciones y demandas virtuales que alteran nuestra capacidad para concentrarnos y mantener el equilibrio emocional".
Motivo por el que, indica, "debemos fomentar un entorno que apoye la desconexión saludable". Para ello, propone acciones como "utilizar el modo avión cuando necesitamos centraros en un tema concreto" o hacer "una selección de notificaciones que realmente queramos recibir".
Por su parte, Lucía Halty, doctora en psicología especializada en salud mental digital, subrayó la importancia de la autorreflexión en la relación con la tecnología. "En ocasiones depositamos en ella nuestra regulación emocional y eso nos hace dependientes para estar bien", asegura.
El decálogo del bienestar
Ante esta realidad, ING ha lanzado el I Decálogo para el Bienestar Digital, una guía con diez sencillas acciones que todos pueden implementar para mejorar la relación con la tecnología y, al mismo tiempo, reducir la huella ambiental que genera cada individuo.
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Tomar conciencia. Tan solo el 5,6% de la población conoce la capacidad de contaminación de internet y las tecnologías digitales. Por ello, ser conscientes de que sí tiene un impacto, tanto en el medioambiente como en nuestra salud mental, puede ayudar a encontrar la motivación a dar el primer paso para adquirir unos hábitos más sostenibles.
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Apagar el móvil en momentos clave. Desconectar durante las comidas, reuniones o antes de dormir no solo reduce el estrés. Según el estudio, "puede tener un efecto positivo en la salud, permitiéndonos disfrutar más, cultivar tiempo de calidad y fortalecer las relaciones sociales con quienes nos rodean".
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Practicar limpiezas digitales. Almacenar una gran cantidad de información digital, consume recursos energéticos. Además, se estima que "el 60% de los emails que recibimos nos los abrimos" y el 83% de las imágenes que guardamos "nunca las usaremos ni volveremos a ver".
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Evite divagar en redes sociales. Los expertos recomiendan "evitar publicar a deshora, o simplemente centrarnos en la persona con la que estamos, sin consultar nuestro móvil". Además, aseguran que "fijar un tiempo de uso máximo" puede mejorar el bienestar.
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Personalizar o silenciar las notificaciones. Bloquear los avisos en aplicaciones que no sean de extrema necesidad o reducirlas a casos muy concretos "puede ayudar a reducir el estrés y mejorar así nuestra salud mental".
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Evite la luz antes de dormir. Trate de no utilizar dispositivos al menos dos o tres horas antes de acostarte. De este modo, "notarás una mejora significativa en la calidad del sueño, lo que a su vez impactará positivamente en tu salud y bienestar general".
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Reducir las descargas y envíos. Cada GB descargado equivale a siete kilogramos de CO₂ y 200 litros de agua para refrigerar los centros de datos. Además, explica el informe, "enviar un email con un archivo adjunto consume tanta energía como dejar una bombilla encendida durante 24 horas".
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Evitar el consumo impulsivo y el abuso de ciertas herramientas. Las interacciones rápidas, como los 'me gusta', reacciones y retuits, contribuyen a esta rutina 'tóxica'.
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Elegir servicios responsables. Entre un buscador u otro puede haber hasta una diferencia del 74% en el impacto de la huella de carbono. Además, expone el reporte, "en muchos casos las opciones menos contaminantes son también más respetuosas, menos invasivas y más seguras".
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Desconectar para reconectar. Establecer momentos distanciados de los dispositivos electrónicos es una herramienta vital para revitalizar el bienestar. Dedique tiempo a actividades al aire libre y disfrute de la compañía de sus seres queridos.
Pero ING no solo ha lanzado este decálogo, también se ha comprometido a aplicarlo. Porque, indican, "estamos en el mismo barco, pequeños pasos que, colectivamente, marcan una gran diferencia".