Un colectivo de personas de diferentes partes del mundo, muchas que no se conocen entre sí, se ponen de acuerdo para recaudar fondos y plantar árboles en una zona protegida con problemas de deforestación. Meses más tarde, se unen a través de internet para coordinarse a través de un mismo 'hashtag' y 'tapar' una campaña de desinformación y bulos antivacunas en plena pandemia, ofreciendo información veraz y mensajes positivos.

¿Son activistas por los Derechos Humanos? ¿Ecologistas? ¿Socios de alguna organización tipo Amnistía Internacional? Bueno, es posible que algunos de ellos (y ellas) sí que sean todo eso. Pero lo que los une es ser fans de un mismo cantante coreano.

"No estoy segura de si es el fandom del K-Pop más organizado, pero sin duda es uno de los más activos y con mayor capacidad para generar impacto", explica la investigadora (y fan confesa del género) Julia Rodríguez.

"Una de las características de su activismo es la capacidad de sus diferentes grupos de fans para, además de llevar a cabo acciones individuales, unirse y movilizarse en torno a causas mayores. A pesar de las diferencias internas entre los distintos fandoms, son capaces de dejarlas a un lado cuando se trata de apoyar una causa justa, lo que demuestra un alto nivel de coordinación y compromiso colectivo", explica.

Zonas protegidas y música sin CO₂

El K-Pop se explica por sí mismo: pop coreano. Los k-poppers son los fans de grupos de música pop coreana —generalmente bandas formadas por hombres jóvenes, pero no necesariamente—.

Su eclosión a nivel mundial se considera parte de la 'ola coreana' (hallyu en su idioma original) por la que la cultura del país asiático, en concreto de la Corea del Sur, la democrática, se popularizó fuera de sus fronteras a partir de comienzos del siglo XXI. Primero en países vecinos como China y Japón, o la cercana Indonesia, luego en EEUU o Europa, pero con alcance global.

Imagen de archivo de los grupos de K-Pop Mamamoo, Blackpink y Twice.

Rodríguez, que es autora de una tesis doctoral sobre el K-Pop en redes sociales en nuestro país, El K-Pop y la interacción parasocial en España: el fenómeno fan en Instagram, del año 2021, explica que por estos lares "está en crecimiento sostenido desde 2012, y su popularidad continúa en aumento por su presencia en redes sociales, de manera que cada vez está más aceptado en nuestro panorama cultural. Esto se nota en que cada vez más grupos K-Pop eligen España como una parada en sus giras internacionales".

La composición de estos grupos de fans es "mayoritariamente de mujeres de entre 18 y 30 años, pero cada vez está más comprobado que se trata de un fenómeno que atrae a un público diverso, tanto en términos de edad como de cultura y perfil socioeconómico". 

Aunque su impacto más seguido fuera de sus círculos fue el activismo durante la pandemia, uno de los 'triunfos' más mediáticos de los k-poppers fue la campaña de los fans de la banda BTS, conocidos como ARMY (es decir, ejército) en la que recaudaron fondos para plantar árboles y proteger áreas naturales en diversas partes del mundo. En 2019, en honor al cumpleaños de RM, líder del grupo, los fans financiaron la plantación de un bosque en su nombre en Corea del Sur, conocido como el "RM Forest". 

Aún más reciente es la creación de Kpop4planet, una plataforma iniciada por una fan coreana y otra indonesia preocupadas por el impacto medioambiental de su pasión. Desde 2023, personas de todo el mundo unidas por la afición a la música coreana y responsabilidad con la crisis climática se coordinan para acciones de presión sobre la industria discográfica que sirvan para reducir las emisiones de CO₂ de la misma. 

Las mismas k-poppers dan ejemplo con medidas para que las llamadas "fiestas de streaming" —que son lo que suenan, fiestas online que unen a seguidores de un determinado conjunto o canción— minimicen su impacto en el calentamiento global.

Resulta especialmente llamativo que en las filas Kpop4planet haya personas de todas las edades e incluso científicos especializados en las emisiones de gases de efecto invernadero, y que sus acciones, casi siempre, sean lúdicas, en el sentido de organizaciones actuaciones, bailes y un largo etcétera. Es decir, protestar, pero pasándoselo bien.

Para Julia Rodríguez, "estas acciones reflejan un fuerte compromiso con la sostenibilidad y muestran cómo los fans del K-Pop no solo se organizan en torno a la música, sino también para promover cambios positivos en cuestiones globales como el cambio climático".

Más allá de la música

La experta nos indica que autores como la periodista, directora y analista cultural Estrella Caswell consideran el K-Pop "más una music idea que un género musical, porque en las vidas de los fans abarca tanto el arte musical como el visual. Es una combinación de música, baile, storytelling, moda, industria y publicidad". Algo, en ese sentido, que ayuda al compromiso con causas como la crisis climática, ya que se construye como una afición en positivo, sin confrontación o más empeño que el de disfrutar con otros.

Precisamente el mencionado grupo juvenil BTS se destacó en los primeros meses de 2020 por pedir precaución a los fans y, quizás para espanto de su discográfica o promotores, recomendarles que no acudiesen en masa a los actos promocionales de su gira de aquel momento, que suspendieron inmediatamente cuando la situación escaló.

En España y otros países hispanoparlantes como Argentina se pudo ver durante los meses más duros del confinamiento, en marzo, abril o mayo del 2020, como hashtags relacionados con el mundo del K-Pop tomaban redes sociales como Twitter o Instagram para difundir mensajes contra los bulos o las conspiraciones antivacunas.

La investigadora considera que "el fandom del K-Pop, que ya había demostrado una capacidad organizativa notable en otros contextos, canalizó durante la pandemia su energía hacia acciones colectivas que trascendieron los límites del entretenimiento, mostrando una conciencia social alineada con valores de justicia y equidad". 

Para ella "es importante destacar que esta intervención no fue espontánea, sino que se alimenta de una cultura de activismo inherente a estos grupos, donde la participación política y la movilización por 'buenas causas' son una extensión de su identidad como fans".