El Parque Nacional de Doñana, una de las reservas naturales más importantes de Europa y Patrimonio de la Humanidad, está atravesando una de las crisis más graves de su historia.
La falta de lluvias, el cambio climático y la sobreexplotación de sus recursos hídricos están llevando a este ecosistema al borde del colapso. Situado entre las provincias de Huelva, Cádiz y Sevilla, este humedal es crucial para la biodiversidad.
Sus hectáreas albergan miles de especies, muchas de ellas en peligro de extinción como el lince ibérico y el águila imperial, lo que ensalza su importancia dentro del ecosistema global. Sin embargo, su futuro está en entredicho.
El creciente problema de la sequía
La sequía no es un fenómeno nuevo en Doñana, pero en los últimos años ha alcanzado niveles alarmantes. Las precipitaciones en la región han disminuido de manera drástica, con un ciclo hidrológico 2022-2023 que registró uno de los niveles más bajos en décadas: apenas 330,4 mm de lluvia.
Este déficit hídrico está provocando que los acuíferos, las principales reservas subterráneas de agua que alimentan el humedal, se encuentren por debajo del 30% de su capacidad.
La situación es crítica: las lagunas de Doñana, como la de Santa Olalla, históricamente permanentes, se han secado completamente por segundo verano consecutivo, algo que no había ocurrido ni en los periodos de sequía extrema de los años 90.
Las temperaturas tampoco han ayudado a mitigar la crisis. En 2023 se alcanzó la temperatura media anual más alta registrada en la historia de Doñana, con 19,3 grados.
Además, el verano fue especialmente largo y caluroso, con 14 días superando los 40 grados. Cambios que no solo afectan al ecosistema hídrico del parque, sino que están alterando todo el equilibrio natural.
Explotaciones agrícolas y pozos ilegales
A la sequía se suma otro problema igualmente devastador: la sobreexplotación de los acuíferos por parte de las explotaciones agrícolas. El cultivo intensivo de frutos rojos, especialmente fresas, en la llamada "corona norte de Doñana".
En esta zona ha aumentado la demanda de agua de manera insostenible. Muchos agricultores, aprovechando la falta de control, han perforado pozos ilegales para abastecer sus cultivos.
Se estima que hay más de 1.000 pozos ilegales en la zona, y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) ha denunciado que unas 4.700 hectáreas de tierras están siendo irrigadas de manera irregular, lo que agrava aún más la escasez de agua en el parque.
En 2021, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) emitió una sentencia condenatoria contra el Gobierno español por no haber actuado para detener estas "extracciones desmesuradas de agua subterránea".
Tres años después, el problema persiste y la Comisión Europea ha advertido que España podría enfrentarse a sanciones si no toma medidas para frenar la sobreexplotación.
Consecuencias para la biodiversidad
El impacto de esta crisis hídrica en la biodiversidad de Doñana es devastador. Las aves acuáticas, uno de los grupos más emblemáticos del parque, han visto reducidas sus poblaciones a niveles históricos.
En 2023, el censo de estas especies reveló que solo había 206.859 individuos, una cifra muy alejada de los más de 600.000 registrados a finales de los años 80 y principios de los 90.
No solo las aves están sufriendo las consecuencias de esta crisis. Los conejos, fundamentales para el equilibrio del ecosistema y de los que dependen especies como el lince ibérico, también están en declive. En algunos sectores del parque, su densidad ha caído a solo 0,55 individuos por kilómetro cuadrado, una cifra alarmante.
El futuro de Doñana
A pesar de la gravedad de la situación, hay algunos indicios de esperanza. En noviembre de 2023, se alcanzó un acuerdo entre el Gobierno y la Junta de Andalucía para reconvertir parte de los cultivos de frutos rojos.
Además, con esta medida se pretende retirar el polémico proyecto de "Plan de la Fresa", una normativa aprobada en 2014 con el objetivo de regular los cultivos de regadío en la región.
Este acuerdo, según los científicos de la Estación Biológica de Doñana, podría ser un punto de inflexión para revertir la crisis.
Sin embargo, para garantizar la supervivencia de Doñana, será necesario reducir la demanda de agua, mejorar la gobernanza del parque y adaptarse a los cambios que ya están afectando al ecosistema.
Si no se actúa con urgencia, el parque podría perder su condición de humedal y convertirse en una zona desértica, en un tiempo estimado de unos 50 a 100 años. La preservación de Doñana no es solo un reto local, sino un desafío global para la conservación del medio ambiente y el entorno socioeconómico.