África subsahariana se encuentra en una encrucijada histórica. Las decisiones que se tomen en las próximas décadas determinarán si la región avanza hacia un futuro próspero y sostenible o si se hunde más en la pobreza, la desigualdad y el sufrimiento humano.
El informe 'SDGs for All: Africa', elaborado por Earth4All, ofrece una visión crítica del futuro que aguarda a esta gran región, donde habitan más de mil millones de personas. Esta investigación presenta dos escenarios posibles de desarrollo: "El gran salto" y "Demasiado poco, demasiado tarde".
El reporte, apoyado por el Centro de Investigación Política de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-CPR) y el Laboratorio de Futuros de las Naciones Unidas, subraya que el éxito o el fracaso de su situación vendrá ligado por la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), impulsados por la ONU en 2015.
Decisiones políticas, cambios en la manera de gestión de recursos o políticas públicas más exigentes determinarán el nuevo escenario. Porque, como asegura el informe, "los responsables de las políticas públicas pueden acelerar el cumplimiento de los ODS para 2030 y más allá, y lograr el bienestar para todos".
Sin embargo, esto solo será posible si se consigue aplicar una serie de "cinco cambios extraordinarios" que rompan con las tendencias actuales y permitan alcanzar un futuro sostenible.
Escenario de partida
Antes de ahondar en las actuaciones que se precisan, es necesario comprender la realidad de la que se parte en África subsahariana. Porque, ya sea por problemas en la historia arraigados a la colonización, la explotación económica o conflictos internos, la situación está en una cuerda floja que no se para de tensar.
Más de 500 millones de personas —la mitad de la población de la región— viven actualmente por debajo del umbral de pobreza extrema que, definida por el Banco Mundial, son aquellos hombres y mujeres que viven con menos de 1,90 dólares al día.
La inseguridad alimentaria es también uno de los problemas más graves del territorio. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), más de 180 millones de personas sufren hambre crónica. En concreto, 363.000 niños experimentan desnutrición severa.
El acceso a agua potable y servicios básicos tampoco es sencillo. UNICEF estima que más de 400 millones de personas no gozan de ese acceso, lo que incentiva la propagación de enfermedades como el cólera, responsable de miles de muertes cada año.
El promedio de los niños que asisten al colegio se detiene en los ocho años, una cifra muy por debajo de la estimación global. Además, la tasa de abandono escolar es alarmantemente alta, especialmente entre las niñas, lo que perpetúa la desigualdad de género y limita las oportunidades de desarrollo económico.
Pero no solo eso; y es que África es una de las regiones más vulnerables a los impactos del cambio climático, a pesar de ser responsable de una proporción relativamente pequeña de las emisiones globales de carbono. La desertificación, las sequías y las inundaciones son fenómenos cada vez más frecuentes que agravan la inseguridad alimentaria y dificultan el acceso a recursos básicos.
"El gran salto"
Se trata del escenario optimista presentado por el informe que asegura un futuro en el que África subsahariana puede superar muchos de sus problemas. Este marco se basa en la adopción de políticas inclusivas y transformadoras que impulsen el crecimiento económico sostenible, reduzcan las desigualdades y promuevan el bienestar general. Todo ello, a partir de cinco pilares fundamentales.
En "el gran salto" la pobreza extrema en África experimentaría una reducción masiva, pasando de afectar a 500 millones en la actualidad a tan solo 25 millones en 2100. Este logro se alcanzaría mediante la combinación de políticas redistributivas, creación de empleo, acceso a servicios básicos y un impulso a las pymes, especialmente en el sector agrícola.
Según la investigación, las inversiones en infraestructura serían clave para reducirla. Esto mejoraría el acceso a servicios esenciales como el agua, la electricidad y la educación, además de crear millones de empleos en sectores productivos, ayudando a generar un crecimiento económico inclusivo. En este escenario, el PIB per cápita se duplicaría, mejorando la calidad de vida.
El hambre, como otro de los problemas más persistentes, sería prácticamente erradicado. Según Earth4All, la desnutrición afectaría a solo 20 millones de personas, en comparación con los 180 millones actuales. Este avance sería el resultado de una reforma integral en los sistemas agrícolas.
El reporte destaca la importancia de invertir en tecnologías sostenibles, como la agricultura de conservación, el riego eficiente y el uso de cultivos fertilizantes ecológicos. Técnicas que permitirían aumentar la productividad y mejorar la resiliencia frente a los efectos del cambio climáticos.
En el escenario optimista, la educación se convertiría en un motor clave del desarrollo económico y social. El promedio de años de escolaridad aumentaría hasta los 13 años, acercando a la región a los estándares globales.
Este progreso no solo mejoraría las oportunidades labores de las nuevas generaciones, sino que también contribuiría a la reducción de la desigualdad de género. Porque, como señala el informe, "la educación es la clave para romper el ciclo de pobreza".
Otro de los grandes logros sería el acceso universal al agua potable para el año 2070. Para lograrlo, el informe propone una inversión masiva en infraestructura hídrica, como la construcción de acueductos, plantas de tratamiento y sistemas de distribución eficientes. También se impulsaría la gestión sostenible de los recursos hídricos para garantizar que el acceso al agua sea equitativo y se protejan los ecosistemas acuáticos.
El acceso a energía es un pilar fundamental. En 2050, más del 95% de la población tendría acceso a electricidad sostenible, lo que marcaría un hito en el desarrollo del territorio. Esto se conseguiría mediante la expansión de energías renovables, como la solar y la eólica, que reducirían la dependencia de los combustibles fósiles y contribuirían a la mitigación del cambio climático.
En este escenario también se lograría reducir las emisiones de carbono a niveles aceptables para 2040, contribuyendo a los esfuerzos globales por limitar el calentamiento global.
Porque, como señala Sandrine Dixson-Declève, copresidenta del Club de Roma y presidenta ejecutiva de Earth4All, "nuestros hallazgos demuestran que el cambio sistémico, centrado en la reducción de la desigualdad y la pobreza, no solo es beneficioso, sino necesario para el desarrollo sostenible y la resiliencia climática en África y el resto del mundo".
"Demasiado poco, demasiado tarde"
Este segundo escenario representa una realidad mucho más sombría para África subsahariana. En este futuro, la inacción y la falta de políticas transformadoras llevarían a un empeoramiento de las condiciones de vida de millones de personas, lo que tendría consecuencias tanto a nivel regional como global.
En lugar de disminuir, la pobreza extrema se dispararía, afectando a 900 millones de personas para 2100. Este aumento sería el resultado de un crecimiento económico estancado, la falta de inversión en infraestructura y la incapacidad de los gobiernos para implementar políticas redistributivas.
Las tasas de desempleo, también incrementarían, alcanzando los 150 millones de personas, lo que agravaría la desigualdad y la exclusión social.
Además, el hambre seguiría siendo un problema crónico, afectando a 180 millones de personas. La falta de inversión en agricultura sostenible y la degradación del medioambiente provocarían una reducción en la productividad agrícola, lo que aumentaría la dependencia de las importaciones y la vulnerabilidad a las crisis alimentarias.
La educación, una de las claves para el desarrollo, se mantendría estancada. El promedio de años de escolaridad continuaría en 8, limitando las oportunidades de empleo y el desarrollo personal para millones de jóvenes. Pero no solo eso; la falta de inversión en infraestructura educativa perpetuaría las desigualdades de género, con un alto índice de abandono escolar entre las niñas.
En el escenario pesimista, más de mil millones de personas seguirían sin acceso a agua potable en 2100. Junto a ello, el cambio climático tendría efectos devastadores. Las emisiones seguirían aumentando y la falta de acceso a energías renovables impediría el desarrollo industrial y mantendría a la región dependiente de combustibles fósiles.
¿Hacia dónde va África?
El informe de Earth4All concluye con una llamada a la acción urgente para evitar que África subsahariana caiga en el escenario de "Demasiado poco, demasiado tarde". Para ello, señalan la implementación de políticas inclusivas, sostenibles y centradas en la reducción de la pobreza y la desigualdad como la clave para alcanzar "el gran salto".
Como indica Jane Kabubo-Mariara, directora ejecutiva de la Asociación para la Política Económica (EPRC), "el desafío que enfrenta África subsahariana en este siglo es que la transformación económica debe llevarse a cabo en el contexto de una emergencia climática".
Esto significa que las políticas de desarrollo deben estar alineadas con los objetivos globales de mitigación del cambio climático y deben centrarse en la creación de resiliencia frente a los impactos climáticos que ya están afectando a la región.
El tiempo se agota y el destino de África subsahariana está en juego. Las decisiones que se tomen en los próximos años determinarán si la región puede superar sus desafíos históricos y convertirse en un motor de desarrollo global, o si quedará atrapada en un ciclo de pobreza, desigualdad y crisis climática.