Si el iceberg más famoso del mundo, el que hundió el Titanic, se compara con nuestro protagonista, no sería más que un cubito de hielo a medio derretir. A23a es una superficie de 3.900 km² y 300 metros de grosor. Es cinco veces el tamaño de la ciudad de Nueva York, de la altura del edificio Chrysler, y se ha quedado atrapado en el llamado flujo Taylor-Couette.

Este fenómeno ha conseguido que la masa de hielo se quede parada girando sobre sí misma en su camino a la corriente circumpolar que rodea la Antártida. El comportamiento natural de los icebergs sureños los lleva a esta corriente, la más larga del océano, y se quedan girando alrededor del quinto continente hasta que se derriten. Sin embargo, en este caso, se ha estancado a una velocidad de 24 días por vuelta.

Santiago Giralt, investigador de Geociencias Barcelona del CSIC (GEO3BCN-CSIC), dice que el iceberg se quedará ahí hasta que, o bien, disminuya suficientemente el tamaño para salirse de ese efecto Taylor, o este desaparezca, pero los científicos no sabrían calcular cuándo ocurriría.

Este bloque se desprendió de la placa Filchner–Ronne, en el noroeste de la Antártida, en 1986, y cayó al mar. Por eso no hay preocupación de que este coloso de hielo vaya a aumentar el nivel del mar. Sin embargo, lo que sí puede pasar es que cambie la composición y la temperatura del agua. El ecosistema antártico es muy frágil y cualquier variación supone un gran cambio que afecta a toda la vida que allí habita. 

"Los organismos están adaptados a una salinidad y temperatura concreta que se ve alterada cuando recibe una gran cantidad de agua dulce", explica Giralt. También, los icebergs, glaciares y otras formas heladas 'fertilizan' el agua con la cantidad de nutrientes que arrastran desde tierra. "El hielo va pasando por encima de un continente y arrastra todo como una lima. Ese detritus que genera está cargado de componentes que se liberan en el mar", expone el científico. 

¿Se derriten los polos? 

Los polos es uno de los emplazamientos favoritos para las teorias negacionistas. Debido a su difícil acceso y la falta de datos, es muy complicado desarrollar tesis concretas. Los modelos climáticos se alimentan de informaciones y, según estos sean más o menos exactos, también lo serán los pronósticos.

Giralt, que ha desarrollado varios modelos atmosféricos y trabaja con ellos en su día a día, cuenta que en ellos hay un área de "incertidumbre"

"Enseñan tendencias basadas en probabilidades, lo que podría llegar a pasar", dice el geólogo. Aunque es verdad que, con más datos y más exactos, las predicciones han sido más acertadas, pero al saltar a un espacio tan alejando como la Antártida hay menos exactitud. "Cada vez que vamos a trabajar a Groenlandia lo vemos", cuenta Giralt.

Mapa de iceberg Europa Press

Si los grandes icebergs vienen del sur, el gran calentamiento se da en el norte. Una serie de factores, como la zona terrestre, el agrupamiento de industria o incluso la inclinación de la tierra y que esta no es completamente esférica, hacen que los gases de efecto invernadero se acumulen más en el norte

Los científicos trabajan con diferentes modelos en distintos escenarios. El que considera que no se hace nada y la emisión de gases es igual, el que se hace una reducción significativa y el que se consigue de la emisión cero, que no es emitir cero, sino reducir al máximo y compensar lo inevitable. Por eso, para él, la velocidad de los polos va acorde al compromiso que haya en la reducción de emisiones y la velocidad a la que se haga. 

Es cierto que el polo norte se derrite más rápido que el sur, pero la capa helada de Groenlandia es mucho más fina que la de la Antártida. Por eso, los grandes icebergs, que están enumerados y se les hace un seguimiento para prevenir la circulación marítima, están en el hemisferio sur. 

Por ahora el calentamiento avanza inexorable. Incluso si mañana se redujeran las emisiones a cero, las temperaturas seguirían aumentando, al menos por un tiempo. Por eso el deshielo es casi inevitable, lo que probablemente provocará que más icebergs llenen los mares. En un océano cada vez más transitado, los barcos tendrán que ser más cautos, para no seguir el destino del trasatlántico más famoso del mundo.