"Las perspectivas son sombrías debido a que el progreso contra el hambre se estanca". Con estas palabras arranca el Global Hunger Index (GHI) de 2024, el análisis anual que Ayuda en Acción, Welt Hunger Hilfe (WHH), Concern Worldwide e IFHV realizan para evaluar la situación alimentaria del planeta. 

El problema radica, según los autores, en que, en la última década, el progreso mundial para minimizar las crisis alimentarias se ha ido ralentizando hasta "un punto preocupante". El GHI este año se sitúa en los 18,3 puntos, cifra que se considera "moderada", pero que solo está seis décimas por debajo de la puntuación en 2016. 

Para el director de Incidencia de Ayuda en Acción, Alberto Casado, los datos reflejan una "parálisis en la lucha contra la reducción del hambre". Esto, explican los autores, "oculta amplias variaciones del hambre por regiones". Las situaciones más críticas se viven, por ejemplo, en África Subsahariana y Asia Meridional. Allí continúa tan grave como diez años atrás.

"La elevada puntuación de África Subsahariana se debe a las tasas de subalimentación y mortalidad infantil más altas de todas las regiones con diferencia. En Asia Meridional, el hambre grave refleja un aumento de la subalimentación y una desnutrición infantil persistentemente elevada, debido a la mala calidad de la dieta, los problemas económicos y el impacto cada vez mayor de las catástrofes naturales", indica el informe.

Seis países son los que más preocupan a las oenegés. Burundi, Chad, Madagascar, Somalia, Sudán del Sur y Yemen conviven con un nivel de hambre considerado alarmante. Otros 36, en cambio, se encuentran en situación grave, como es el caso de muchos Estados en América Latina y el Caribe, donde, según Ayuda en Acción, "los niveles de hambre han empeorado debido al aumento de la inflación alimentaria y las condiciones de deuda extrema". 

El GHI asegura, además, que en 22 países con puntuaciones moderadas, graves o alarmantes, "el hambre en realidad ha aumentado desde 2016". Esto puede verse especialmente en Níger, Siria, Líbano, Albania o Gambia. 

Eso sí, existen, como explica el informe, ejemplos de "progreso y esperanza en medio de crisis y tendencias preocupantes". Pues "un pequeño número de países —incluidos Bangladés, Mozambique, Nepal, Somalia y Togo— han logrado mejoras significativas en sus puntuaciones. Eso a pesar de que su nivel de hambre "sigue siendo demasiado alto".

Un aluvión de crisis

Los conflictos armados a gran escala, las sequías y otros fenómenos meteorológicos extremos se constituyen como los desafíos más urgentes que, en la actualidad, disparan las cifras del hambre. Lo mismo sucede con los precios altos de los alimentos, las perturbaciones del mercado, las recesiones económicas y las crisis de deuda. Además, el Global Hunger Index apunta a las guerras en Gaza y Sudán como principales facilitadoras de hambrunas

Este "aluvión" de crisis, como lo denominan en el informe, provoca un incremento de la subalimentación, retraso en el crecimiento infantil, emaciación (o desnutrición aguda) infantil y mortalidad en menores.

Más allá de las desigualdades y la pobreza, el GHI resalta que 2023 ha sido, según la Organización Mundial Meteorológica (OMM), el más caluroso registrado. Se prevé que esto vaya a tener consecuencias "nefastas" en las economías más vulnerables.  

La etíope Dinbulo Dessie es una madre soltera de 32 años que lamenta verse incapaz de mantener a su familia. "La productividad de mi terreno es muy baja debido a los efectos del cambio climático", cuenta. Y añade: "Utilizo la mitad de mi huerta para cosechar, y no es suficiente para alimentarles". Por eso, también prepara una bebida local llamada tella y la vende para, así, intentar "suplir las carencias" en su hogar. 

Cuestión de género

Tal y como aseguran desde Ayuda en Acción, las mujeres y las niñas son las más afectadas por la inseguridad alimentaria. El GHI demuestra que la brecha en este aspecto puede llegar a ser de hasta 19 puntos.

Esta situación es "aún más crítica en países afectados por conflictos, donde las mujeres que viven en pobreza, en áreas rurales, con empleos informales o que son refugiadas o migrantes, enfrentan riesgos adicionales y mayores barreras para acceder a alimentos".

Pilar Lara, del equipo de Incidencia de Ayuda en Acción, explica que "las sequías, las inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos obligan a muchas mujeres a recorrer mayores distancias para obtener agua o buscar alimentos, lo que incrementa su carga de trabajo y les deja menos tiempo para cuidar de su propia nutrición o la de sus familias".

A su vez, recuerda, "las políticas agrícolas y financieras continúan ignorando las profundas desigualdades de género que subyacen en los sistemas alimentarios, perpetuando un ciclo de pobreza y malnutrición". Por eso, desde la entidad instan a los gobiernos a priorizar a las mujeres en la agenda global. 

Porque, según los autores del GHI, si el avance se mantiene al mismo ritmo que lleva viéndose desde 2016, "el mundo no alcanzará ni siquiera un nivel bajo de hambre hasta 2160". Esto supone, concluye Casado, "un retraso de 130 años respecto a los compromisos internacionales".