"¿Cuál era mi sueño? Quería terminar mis estudios. En cuanto a mí, no quería casarme pronto porque aún era joven y, aunque sea mayor de edad, aún no deseo casarme. Lo que quiero es ayudar primero a mi madre y criar a mis hermanos. Quiero ayudarles a estudiar y mantenerlos", cuenta Dalía, una joven filipina de 14 años.
Miles de niñas y jóvenes en todo el mundo ven cómo diferentes conflictos devoran sus sueños. Otro ejemplo es Makola de 19 años, quien recuerda la situación que vivía en Camerún, su país de origen: "Mi escuela estaba lejos y no podía usar solo mi silla de ruedas para ir, así que tuve que pagar el transporte adicional. Esto era caro para mis padres. Tampoco pude continuar la escuela durante esta crisis porque era muy inseguro para mí ir y volver debido a los disparos y no podía correr como los demás".
Aunque también hay quien no pierde la esperanza. Ese es el caso de Addi, una etíope de 23 años: "Si la paz continúa así en el futuro, creo que podremos trabajar y mantener una vida normal como siempre… la guerra no tiene más valor y la destrucción y el sufrimiento, así que la paz es lo más grande del mundo y quiero decir que la preservemos juntos".
Como estas, cientos de historias salen a la luz en el nuevo informe de Plan Internacional con motivo del Día Internacional de la Niña. En él, se muestra la cruda realidad en la que la mitad de los menores han visto interrumpida su escolarización. Y, aunque la mayoría vive bajo la amenaza constante de la violencia sexual, nunca deja de soñar.
Una amenaza constante
Según el estudio, basado en encuestas a casi 10.000 niñas, niños y jóvenes de 10 países en situación de conflicto, como Camerún, Colombia, Líbano, Sudán o Ucrania, son ellas quienes sufren de forma desproporcionada violencia sexual, interrupción educativa y acceso limitado a recursos básicos.
Consecuencia de ello es el reporte de, dice el informe, "altos niveles de angustia emocional, incluyendo trastornos del sueño (55%) y preocupación constante (54%)". Unos datos que se muestran significativamente mayores en mujeres y niñas al compararlos con los hombres.
Según los últimos datos de UNICEF, más de 370 millones de niñas y mujeres —actualmente con vida— "han sufrido violaciones o abusos sexuales antes de los 18 años". Una cifra que, de sumar aquellos tipos de violencia sexual sin contacto físico, como puede ser el abuso verbal u online, se eleva hasta los 650 millones o, dicho en otras palabras, una de cada cinco.
De las mujeres afectadas, el mayor número de víctimas se registra en África Subsahariana, donde alcanza los 79 millones. Le sigue Asia Oriental y Sudoriental (75 millones), Asia Central y Meridional (73 millones), Europa y América del Norte (68 millones), América Latina y el Caribe (45 millones), Norte de África y Asia Occidental (29 millones) y Oceanía (6 millones).
El 27% de ellas señala a "la violencia sexual y de género como un riesgo constante de vida cotidiana". En concreto, las entrevistadas en Etiopía subrayaban una "violencia sexual extrema" en donde muchas, aseguran sus declaraciones, "se quedaron embarazadas a causa de una violación" y fueron estigmatizadas a llegar a casa.
¿El motivo? El uso sistemático de la violencia sexual como arma de guerra, lo que tiene consecuencias devastadoras y de por vida para las niñas y mujeres jóvenes que llegan a traspasar la barrera de lo físico. Y es que la carga del trauma tan grande que la ansiedad y la depresión se han convertido en un habitual.
Falta de educación
"Más de la mitad de las personas encuestadas ha dejado de recibir educación debido al conflicto", indica el informe. Pese a que son ellos quienes tienen una participación más activa en los grupos armados en comparación con las mujeres, ambos enfrentan las consecuencias.
La media de años fuera de las escuelas, señala, "es de uno a dos años", lo que significa que también hay quienes se alejan de ella durante periodos de tiempo más largos. Además, el 27% de las niñas ha declarado "sentirse insegura cuando iba y venían de la escuela".
Hay quienes aseguran —un 25% de ellas— que han "perdido su educación porque sus colegios habían sufrido daños o habían sido destruidos", aunque el 30% del los jóvenes encuestados, dice la investigación, "informaron que ya no podían ir porque se vieron obligados a huir".
Para Yirlesa, una joven colombiana de 18 años, ser madre durante la adolescencia también es otro motivo de abandono escolar: "Si te quedas embarazada a una edad temprana, y no porque lo estés, sino porque te da vergüenza que te vean otros compañeros, dejarás la escuela".
Escasez de recursos
Pero los efectos de los conflictos van mucho más allá. El 41% de ellos, niñas y niños, tiene acceso nulo o muy limitado al agua, el 44% a los alimentos, el 59% a la electricidad y el 49% a internet o al teléfono.
Un nuevo escenario que ha obligado a personas como Dalma (Camerún, 13 años) a cambiar por completo su día a día. "La crisis nos ha afectado a mí y a mi familia, al tener que mudarnos de casa y adaptarnos a un estilo de vida diferente al que no estamos acostumbrados, dado que las cosas ya no son como antes cuando estábamos en casa. Aquí tenemos que comprarlo casi todo y no tenemos tierras de labranza en las que cultivar… El cambio más importante ha sido mudarme de mi ciudad natal a un lugar extraño en el que jamás había estado", explica.
Y la salud también entra en juego en este contexto. Según datos del informe, el 55% de los encuestados asegura que no puede dormir, el 54% reporta sentir tensión y ser incapaz de relajarse, el 54% está constantemente preocupado, el 43% se siente frustrado y el 42% dice mostrarse sin esperanza ante esta realidad.
¿Cómo actuar frente a la imposibilidad de atender las necesidades básicas? Los encuestados indican que el 45% recurre a alimentos menos nutritivos, el 45,5% gasta sus ahorros y otro 45,5% reduce la cantidad de alimentos que ingieren.
Niñas por la paz
A pesar de las dificultades extremas, el informe refleja que las niñas y jóvenes en zonas de conflicto mantienen la esperanza de un futuro mejor. De hecho, el 63% de los encuestados expresaron su deseo de participar en los diálogos de paz, siendo las niñas las más propensas a abogar por esta participación.
Por ejemplo, Diana, una joven colombiana de 20 años, lo resumía así: "Construimos la paz nosotros mismos, desde donde estamos, en nuestras propias comunidades. Paz no es solo una palabra grande, solo unas pocas letras, pero tiene un significado muy grande".
Y es que se trata de un anhelo compartido por muchos de los encuestados del reporte, quienes, a pesar de haber vivido experiencias traumáticas, siguen soñando con un futuro en el que puedan continuar su educación, encontrar trabajo y contribuir al bienestar de sus comunidades.
Por ello, desde Plan Internacional proponen algunas recomendaciones como implementar el alto el fuego inmediato y sostenido, la inclusión de voces de las niñas en los diálogos de paz y la garantía de un acceso igualitario a alimentos, agua y refugio.