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Microplásticos por todas partes. En los últimos 20 años se ha documentado su presencia en los estómagos de animales tan dispares como anchos, gaviotas o delfines, hasta 1300 especies, contando los humanos, que además también los acumulan en sus mismos testículos. 

En el agua son omnipresentes: un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y la Universidad de Alcalá (UAH) los detectó en el agua corriente de ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia. A más población, más proporción de microplásticos, además. 

El problema de los microplásticos es la dificultad para detectarlos o 'filtrarlos': apenas miden menos de 5 milímetros y ni siquiera tenemos claro como llegan a los sistemas de agua potable o la cadena alimentaria, más allá de derivados de la degradación de las grandes cantidades de residuos de plástico que los humanos producidos diariamente.

Aunque la solución a medio largo y plazo pasa por reducir su producción, también necesitamos acabar con los que ya existen. Y un grupo de investigadores españoles del Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (ICMM-CSIC), centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), tiene una solución ya en marcha: "atraparlos" con nanotecnología, magnetizarlos y recogerlos con un imán. De forma mucho más sencilla (y barata) de lo que suena. 

Flores de hierro

¿Cómo? Con las llamadas 'nanoflores' de hierro. "Son un tipo de nanopartículas [más pequeñas que la millonésima parte de un milímetro] que consisten en juntar, como si fueran los pétalos de una flor, varias nanopartículas pequeñas en una partícula de un tamaño suficiente para que sea estable y se pegue a los plásticos", explica a ENCLAVE ODS Puerto Morales, investigadora del ICMM-CSIC y una de las participantes en la investigación.

Las 'nanoflores' se sintetizan sobre una solución llamada poliol o alcohol polihídrico y diseñadas para darle un recubrimiento que la haga tener afinidad por el plástico y quedarse así adherida a él. Así que al introducir estas nanopartículas de hierro en una sustancia repleta de microplásticos, automáticamente los 'atraparán', y como están compuestas de óxido de hierros, recogerlas luego es tan fácil como usar un imán.

Morales nos explica que una de las ventajas de este proceso es lo sostenible que resulta: "El óxido de hierro es un material muy estable y muy barato, porque el hierro es muy abundante. Además, es biocompatible y se puede reutilizar, precisamente, por esa estabilidad. Y para sintetizar las nanoflores estamos utilizando autoclave o microondas, ya que hemos diseñado un método que permite sintetizarlas a temperaturas bajas, para lo que se suele requerir en estos procesos".

Hacer lo más 'verde' posible todos los pasos era uno de los objetivos de los investigadores del CSIC debido a que querían mejorar los actuales métodos de descontaminación de agua. "Actualmente, la eliminación de microplásticos se produce por filtrado o utilizando materiales con recubrimientos orgánicos que son también contaminantes", explica la investigadora. "Esto hace o que sean caros o que no solucionen nada porque creas una nueva contaminación. Al usar nanotecnología, filtrar se hace más sencillo".

"Los microplásticos están en arena, están en el ambiente y muchos sitios, incluido nuestro organismo", añade Morales. "Ahora mismo, muchos de los materiales que utilizamos en la vida común están utilizando o generando microplásticos y no somos conscientes: cosméticos, productos de limpieza, incluso los plásticos que tapan las huertas están generando microplásticos. Tenemos realmente un problema". 

Entre los datos más sorprendentes que descubrieron en su investigación señala "el de una crema exfoliante con un alto contenido de microplásticos. Incluso en la sal común se añaden microplásticos para que quede menos apelmazada". Es decir, insiste: que la incorporación de esos microplásticos a nuestro cuerpo es claramente un problema y tenemos que hacer ese tratamiento.

Por eso, añaden que, de momento, la investigación solo ha probado el método en agua y con varios tipos de microplásticos, probando su eficiencia, pero a medio plazo se plantean su utilidad en otras superficies, fluidos o materiales (como la arena antes mencionada).

Eliminar el plástico

La segunda parte del método, además, permite degradar los microplásticos y eliminarlos totalmente, aunque es la más complicada de desarrollar. A partir de las nanopartículas de óxido de hierro se pueden generar reacciones químicas en los polímeros del plástico que reduzcan sus cadenas, de manera que en dos etapas, se los puede acabar convirtiendo en CO₂ y agua. 

"En realidad, esa es la parte que ahora queda por desarrollar, llevarlo a una aplicación a gran escala", añade Morales. "Estamos hablando de filtros, quizá con imanes que son bastante baratos y comunes, se pueden instalar, por ejemplo, en tuberías. Añades las 'nanoflores' y vas recogiendo los microplásticos, y desde ahí, trasladarlos hasta otro recipiente donde sería la degradación".

En esta parte de la investigación, los científicos del ICMM-CSIC están trabajando junto a otros de la Universidad Rey Juan Carlos. Para Puerto Morales, el objetivo a largo plazo es desarrollar toda la cadena "para que incluso podamos recuperar el CO₂ que se produjera en esa degradación y convertirlo en un producto que se pudiera utilizar después, como fuente de energía u otras aplicaciones". 

Suena a "un sueño, pero no estamos tan lejos. En el CSIC también estamos trabajando en este tipo de proyectos de recuperación de CO₂ y convertirlo en metanol o en otros productos que pueden tener una aplicación posterior", asegura. Gran parte de la inversión europea reciente en sostenibilidad, de hecho, camina en la senda de desarrollar métodos de recuperación del dióxido de carbono.