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El efecto isla de calor es tendencia. Como también lo son, por desgracia, las danas y las inundaciones. Este tren, sin embargo, no es de los que triunfan en redes, sino más bien de los que se viven en la propia piel. Una y otra vez se escucha, además, eso de que la mejor manera de combatir estos fenómenos está en el reino vegetal.

Porque si el cemento y asfalto absorben el calor y lo expulsan lentamente, haciendo que las temperaturas se incrementen, la vegetación produce, más o menos, el efecto contrario. Además, es una protección natural que frena el recorrido del agua ante crecidas y torrentes en las calles.

Y es que, con temperaturas superiores a los 30 grados, el asfalto puede llegar a alcanzar hasta 70, el cemento, 60 y los tejados, unos 50. Las cubiertas vegetales pueden llegar a hacer que los termómetros caigan entre 5 y 10 grados. Además, tal y como asegura la Agencia de Protección Medioambiental de EEUU, sería clave para "mitigar" los riesgos de inundación.

Todo esto ya se sabía. Pero, ahora, un estudio publicado en la revista científica BMJ Open —el mayor de su clase— le da la razón a todos aquellos que llevan años recomendando la reconversión de las ciudades en grandes espacios verdes.

Tras revisar la literatura existente hasta la fecha, los autores han llegado a la conclusión de que los espacios verdes urbanos son "vitales" para reducir las enfermedades y muertes relacionadas con el cambio climático. Además, mejoran la salud mental de las personas y su bienestar en general.

Así pues, más árboles, arbustos y zonas verdes se traducirían en una mejor salud pública. Y menos riesgo de inundación tras lluvias torrenciales.

Según los investigadores de la Escuela de higiene y medicina tropical de Londres, responsables de este macroestudio, los efectos "a grandes rasgos" de los espacios verdes son "conocidos por todos". Sin embargo, el impacto que tienen en las amenazas para la salud relacionadas con el calor estaba por establecer.

"Las zonas verdes urbanas desempeñan un papel vital en la mitigación de los riesgos sanitarios relacionados con el calor y ofrecen una potencial estrategia de planificación urbanística que tiene en cuenta el cambio climático y la salud pública", escriben los investigadores.

Su investigación es clara: tras revisar el arbolado urbano y su efecto en la mortalidad por calor, han llegado a la conclusión de que "los parques y los árboles tienen un impacto positivo en la reducción de los efectos negativos asociados a las altas temperaturas".

Diversos estudios realizados hasta la fecha reflejaron con anterioridad que las zonas con más espacios naturales tienen menores tasas de mortalidad. E insisten los autores, "el verde urbano también tiene un impacto positivo en la salud mental y el bienestar, lo que reduce los efectos médicos negativos de las altas temperaturas".

Para llevar a cabo su investigación, que vine a refrendar y confirmar lo que otros estudios previos habían convenido sobre territorios específicos, los científicos del centro londinense compararon los resultados obtenidos por otros colegas entre sí. Así, se fijaron en los efectos que tienen las zonas verdes en todo el globo sobre las personas enfermas y la mortalidad.

De esta manera se dieron cuenta de que los datos arrojaban las mismas conclusiones, se realizase la investigación en Hong Kong o en Portugal. Su revisión demuestra que "las áreas con más zonas verdes muestran ratios menores de enfermedades y muertes relacionadas con el calor".

Esto es así, especialmente, "para las poblaciones más vulnerables". Algo que, insisten los autores del estudio, demuestra que "el acceso a parques y vegetación es un ejemplo de las desigualdades sanitarias que existen en el mundo".

Pero, además, son numerosos las investigaciones que apuntan a la vegetación urbana como proveedora de servicios ecosistémicos clave, más allá de regular la temperatura. Es el caso, por ejemplo, de su capacidad de absorción de humedad y de su rol en el control de las aguas pluviales. 

Más verde, menos muertes

Otra investigación, publicada el 29 de octubre en el npj Climate and Atmospheric Science por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), señala también a las "temperaturas sin precedentes" como principal factor de riesgo para la salud. Este estudio confirma que "más de la mitad de las muertes relacionadas con el calor en el verano de 2022, concretamente un 56%, estaban relacionadas con el cambio climático" producido por el ser humano.

Según la investigación, "38.154 de las 68.593 muertes relacionadas con el calor en el verano de 2022 no se habrían producido si no existiera el calentamiento global".

Thessa Beck, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio, asegura que "este estudio arroja luz sobre la medida en que el calentamiento global afecta a la salud pública". Y matiza que aunque observan un "aumento de la mortalidad relacionada con el calor en casi todos los países analizados, no todas las personas se ven afectadas por igual". Son, una vez más, las personas más vulnerables, las mujeres y los ancianos los que están sufriendo más "los efectos adversos del aumento de las temperaturas", afirma.

El problema está en que las temperaturas en Europa están aumentando el doble de rápido que la media mundial. Esto, recuerda el estudio de ISGlobal, "agrava los efectos sobre la salud".

Más allá de los veranos "extremadamente calurosos", la investigación concluye que "entre el 44 % y el 54 % de la mortalidad estival relacionada con el calor entre 2015 y 2021 puede atribuirse al calentamiento global". Esto es, entre 19.000 y 28.000 perdieron la vida por culpa de las temperaturas anormales al año. En comparación, dicen los autores del estudio, las cifras de 2022 muestran "un alarmante" incremento (del 40%) de la mortalidad atribuible al calentamiento antropogénico.