La reciente DANA que ha azotado la región valenciana ha dejado un saldo devastador de, hasta el momento, 158 fallecidos, marcando un antes y un después den la historia de las lluvias torrenciales, tanto en esta zona de España como en Castellón, Cádiz y Tarragona.
Este fenómeno extremo, que ha llevado a una crisis humanitaria, evidencia cómo el impacto de los eventos climáticos violentos y letales se intensifica, y recuerda que este tipo de episodios, lejos de ser únicos, se enmarcan en un patrón cada vez más frecuente. Así, a medida que las tormentas, inundaciones, ciclones y olas de calor ganan en intensidad, una pregunta se hace inevitable: ¿es esto el inicio de un futuro cada vez más sombrío debido al cambio climático?
Con esta premisa, un nuevo informe de World Weather Attribution (WWA) examina los desastres naturales más letales de los últimos 20 años y establece un vínculo claro entre estos eventos y el calentamiento global. Según el análisis, "el cambio climático provocado por la quema de combustibles fósiles, intensificó todos los desastres mortales estudiados, contribuyendo a la muerte de más de 570.000 personas" desde 2004.
De hecho, señalan desde el reporte que muchos de estos fenómenos se están volviendo tan extremos que "puede no ser factible adaptarse lo suficientemente rápido". Siendo la propia DANA de Valencia el ejemplo de cómo las catástrofes no dan tregua y exigen repensar las infraestructuras, los sistemas de alerta temprana y las políticas de mitigación, antes de que sea demasiado tarde.
Ya en 2003 se identificaba la primera ola de calor atribuida al calentamiento global en Europa, cobrándose más de 70.000 vidas. De este modo se inauguraba la "ciencia de atribución climática", una disciplina que busca desentrañar el papel del cambio climático en desastres concretos. Desde entonces, el WWA ha documentado cómo este fenómeno ha influido en la intensidad de los desastres.