"España va encaminada hacia una crisis hídrica cronificada si no acomete profundas reformas en las próximas décadas". Así de tajante arranca el último informe, bajo el nombre de El agua en España: diagnóstico integral de un desafío urgente y compartido, publicado por OIKOS, una entidad independiente creada con el objetivo de promover la protección del medio ambiente.
Tal como explica Toni Timoner, ingeniero de caminos, canales y puertos por la UPC (Barcelona), además de cofundador de OIKOS y coautor del informe, las cuencas mediterráneas "ya tienden a presentar índices de explotación del agua particularmente altos". Esto mismo hace referencia al ratio de recursos disponibles y consumo anual, lo que, asegura, "pone a nuestro país por encima de nuestros vecinos del norte en niveles de estrés hídrico".
Se trata de una situación especialmente agravada por el cambio climático que, de continuar en su trayectoria actual, cuenta Timoner, "es plausible esperar mayor inestabilidad pluviométrica, sequías más prolongadas e incrementos en la evapotranspiración". Todo, medidas que no harán otra cosa que "acentuar estas presiones y dar lugar a situaciones de mayor escasez y presión".
Señala esta "inestabilidad" como un "factor clave que llevará a muchas cuencas a sufrir estrés hídrico durante varios meses al año", haciéndose especialmente notable durante el verano. Por ello, dado que indica que la precipitación acumulada "no caerá dramáticamente", confirma que sí lo hará la "irregularidad de los patrones de lluvia", lo que complicará el almacenamiento.
Por eso, "paradójicamente", dice, al mismo tiempo que se producirá ese incremento de sequías y escasez, también lo harán los fenómenos de precipitación extrema. Y lo explica, partiendo de "los escenarios más optimistas" —unos 1,7 °C de calentamiento global—: "En la Comunidad Valenciana, si bien la precipitación media no se verá afectada hasta el año 2040, los flujos máximos de caudales en ríos pueden incrementar en un 250% en ese mismo período".
Adaptarse o morir
Las infraestructuras hídricas "son lo que evita que la sequía resulte en escasez", tal como indica Timoner. ¿El motivo? Mientras "el primero eleva el riesgo del segundo, no siempre existe una relación, puesto que una buena gestión hídrica puede sortear la escasez en contextos de sequía".
Por eso, para el ingeniero el problema principal es que "el cambio climático va a poner al límite la capacidad de nuestras infraestructuras" en lo referido a la mitigación del riesgo de escasez, con el objetivo de garantizar el continuo abastecimiento. Porque, como ya se está viendo, la subida de la temperatura, la desertificación y los nuevos patrones meteorológicos "mermarán" los recursos hídricos convencionales".
Ante esta nueva realidad, Timoner asegura que "el sector agrícola español ha demostrado una notable capacidad de adaptación al cambio climático". Destaca sus prácticas de irrigación "altamente tecnificadas y eficientes", así como los Planes de Modernización del Regadío desarrollador a partir del Gobierno de Aznar.
Subraya, además, el hecho de "incluir cada vez más agua desalada y reciclada", donde resalta el papel de la agricultura como su primer consumidor. Y es que esta 'variante' "tiene la ventaja de ser, hasta cierto punto, un 'agua a la carta'", ya que permite adaptar su composición a las preferencias de distintos cultivos.
La circularidad del agua
Poco tarda en destacar nuestro país en lo que al sector de desalado se refiere. España cuenta con la infraestructura más grande de Europa en Torrevieja —con capacidad para abastecer a 1,5 millones de personas— y con la más antigua del continente, construida en 1964 en Lanzarote.
Se trata de una medida que, asegura Timoner, es ideal para "garantizar un descanso de las masas de agua en la naturaleza y permitir la regeneración recurso". Aunque, si tiene que destacar una iniciativa en concreto, menciona la desalación fotovoltaica que, explica, "permitirá capturar el potencial para generar energía barata y limpia".
Esta práctica, ya en marcha en lugares como Águilas (Murcia) o Málaga, es capaz de desalar, aproximadamente, 5,25 millones de m3/año. Y respecto a la reutilización, también destaca el territorio sureño, donde se regenera plenamente el 91% de su agua residuos, seguido por Baleares y Valencia, que está en torno al 45%.
Y pese a que en España existen más de 2.000 plantas depuradoras, explica el ingeniero, "la mayoría operan muy por debajo de su máxima capacidad, existiendo un amplio margen para impulsar la regeneración terciaria y la reutilización".
Como en tantos otros escenarios, la introducción de nuevos modelos puede ir acompañada de ciertas limitaciones, como ocurre en este caso. Entre ellas, Timoner identifica el uso del territorio, el marco regulatorio o los permisos y burocracia, tanto locales como autonómicas.
Además, para cumplir con esta iniciativa será preciso reforzar el almacenamiento energético o eliminar progresivamente las subvenciones implantadas al precio del agua desalada, lo que terminará aportando "un suministro estable y seguro". Sin embargo, lo que sí está claro es que, por ley, este agua reutilizada no podrá ser destinada al consumo humano.
Lecciones a seguir
Frente a la incertidumbre, tener un modelo a seguir siempre resulta de lo más beneficioso. En este caso, Timoner toma el ejemplo de Israel que, dice, "ha sido capaz de 'hacer florecer el desierto' y convertirse en potencia agrícola, incluso exportando frutas y vegetales".
Pero, ¿cómo explicar "el milagro israelí"? El secreto, cuenta, se encuentra en la gestión al mando de técnicos, la apuesta en la desalación y reutilización, la inversión en infraestructuras, la atención de pérdidas de agua, la lucha contra el despilfarro y una cultura de ahorro hídrico.
Llevándolo al territorio español, el ingeniero señala que "los trágicos acontecimientos provocados por la DANA en Valencia" no hacen otra cosa que "reforzar la necesidad de ejecutar todas las medidas en estos planes". Porque, tal como indican los análisis de OIKOS, "el 50% las incorporaciones de prevención de inundaciones del Plan de la Confederación del Júcar continuaban sin ejecutar en noviembre de 2024".
El estudio, además, identifica "necesidades de mejora en la gobernanza del agua, un déficit en infraestructuras e implicaciones de las proyecciones climáticas". Y es que, concluye Timoner, la problemática estructural en la gestión hídrica en España se refiere a "un déficit inversor del 75-80%" de lo requerido para una mejor preparación frente a las consecuencias del cambio climático.