Publicada

"Para mí 'Mi hermano Ali' está en una conversación que tenemos en el coche cuando yo voy a verlo a EEUU. Él me pregunta quién es mi tribu y yo le digo que no tengo", explica la directora Paula Palacios. "Mi padre se enfadó conmigo cuando lo vio. Porque yo entiendo que la tribu es algo que no es solo la familia, que claro que tengo una, es una cosa más de pertenencia, de comunidad. Por eso Ali me responde 'vosotros estáis perdidos', y yo le pregunto qué es eso de vosotros. Nosotros, ellos. Esa cosa de yo que soy una europea, occidental, blanca…".

Palacios estrena este viernes 22 de noviembre 'Mi hermano Ali', su último documental, una historia sobre migraciones y derechos humanos en la línea de sus películas anteriores. En 2017 firmó 'La carta de Zahra', sobre la vida de una mujer siria de origen palestino refugiada en Alemania. En 2020 llegó a estar nominada al Goya a Mejor documental por 'Cartas mojadas', en la que reconstruía el tránsito a través del Mediterráneo de diferentes personas procedentes de África, sean rescatadas por Open Arms o presas en campos de detención en Libia.

Ali, protagonista de su último documental —que ya está nominado a los Premios Forqué, los galardones que otorgan los productores españoles—, es un adolescente somalí al que conoció cuando rodaba otro documental en Ucrania, en 2012, y fue a grabar a un centro de detención de inmigrantes. Era un niño descarado, que le pedía favores —desde ropa hasta que lo ayudase a demostrar que era menor, cosa que lograron— y consiguió contactarla vía Facebook para convencerla de que rodase una película sobre él.

Palacios llegó a regalarle una cámara para que pudiese grabarse él mismo. Ali se rueda mensajes para su familia o para su nueva 'hermana' española mientras consigue ser admitido en Estados Unidos gracias a un programa de la ONU para refugiados de países en guerra, como era su caso. La directora lo visita mientras se encuentra bajo tutela de la ONG cristiana y mantienen un contacto intermitente. Ali crece, se convierte en un adulto, envía dinero a Somalia. Paula tiene una hija, forma una familia. Discuten, pierden el contacto.

En plena pandemia, se reencuentran en Doha, Qatar, donde Ali le ha pedido que vaya a verlo. Ha abrazado por completo su religión y, tras peregrinar a La Meca, va a casarse con una mujer saudí, una joven nacida en Arabia, pero de familia somalí, a la que no ha visto nunca la cara. Quiere que Paula lo acompañe.

Zona de grises

"'Mi hermano Ali' tiene una cosa muy curiosa. Según quien la vea, hay más o menos juicio hacia él", explica Palacios a ENCLAVE ODS. "Por ejemplo, los espectadores occidentales que no son religiosos parecen echarle en cara a él que no abrace ese sueño americano que se le ofrece cuando llegue a EEUU y se vuelque más en su fe musulmana. Luego hay gente que me cuenta que al verlo se ha emocionado mucho y ha llorado, y yo pienso, '¿y por qué has llorado?', "no lo entiendo".

Ali posa junto al metro en Estados Unidos. Cedida

La directora rechaza la necesidad de presentar a los migrantes como "héroes" y defiende los grises de su protagonista y amigo. "Él es un superviviente y va tomando decisiones. Yo entiendo que él se vuelca en su religión porque es un momento en el que se encuentra muy solo, tiene que hacerse responsable financieramente de sí mismo y enviar dinero a su familia en Somalia", explica. "Otros refugiados que salen en la película he sabido luego que han caído en la drogadicción. No es tan fácil, pensamos que cuando un inmigrante llega a un país del primer mundo ya está todo bien, pero no es así".

Para la directora, su documental es una exploración entre la amistad imposible que los ha unido durante más de una década y la posibilidad de esa comunicación entre culturas que Ali le negaba en la conversación sobre las tribus. "Por eso el final es el que es", explica. "Con Ali, que ha estado buscando una comunidad a la que pertenecer, siendo padre, formando una familia. La película es una historia de madurez, la suya y la mía, cada uno creando su propia tribu".

"Nosotros" y "ellos"

Durante la presentación de 'Mi hermano Ali' en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (SEMINCI) a Palacios le preguntaron que la validaba, como creadora, para dirigir esta película. "Si acabas de verla, ¿qué más tengo que hacer?", se pregunta. "Es una relación de amistad de 12 años con Ali. Yo entiendo que hoy en día no puedes hacer un documental como este si tú no te bajas al barro y te implicas como me he implicado yo".

La directora Paula Palacios y Ali posan en el SEMINCI de Valladolid. Cedida

La película ha sido una lucha "por integrar el punto de vista de Ali, que su historia la cuente él, pero me parece bien que haya cosas de su vida que no cuente porque no le da la gana", comenta la cineasta. "No se trata de esa clase de documental. Y además, está bien que nos preocupemos porque cada comunidad pueda contar sus propias historias, pero si cada uno cuenta solo las cosas de su circulito, si yo, Paula Palacios, solo puedo hablar de Madrid o de España, es como acabar con la empatía… o como negar que la comunicación sea posible".

Volviendo a la conversación con la que se abría este texto, Palacios reflexiona sobre por qué le molestó tanto que Ali hablase de "vosotros": "Me indignó muchísimo, y me resonó durante muchísimo tiempo. Ese era el tema de la peli. Yo le considero un hermano a él, alguien para mí mucho más cercano que la mayoría de la gente de aquí. Y quería hablar también de como todo el rato estamos resumiendo por la vía de la generalización y la caricatura. Como está pasando a alguna gente que ve la película: le dedicamos un segundo, cinco segundos, menos, a ver una imagen y juzgarla, como en redes sociales. Llegas a conclusiones sobre personas a las que no conoces de nada. 'Mi hermano Ali' es lo contrario a eso, es mostrar que las personas somos complejas y cambiamos a lo largo del tiempo, y ser de un sitio u otro no te tiene que marcar".