La Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) lo tiene claro: en el mundo se producen 3,7 millones de muertes prematuras anuales como consecuencia directa de la contaminación del aire derivada de la cocina. Y es que cocinar contamina, especialmente cuando se hace a través de métodos tradicionales que implican la quema de queroseno, carbón o biomasa sólida.
Aunque pueda parecer sorprendente, la IEA también asegura que, en 2023, más de dos mil millones de personas no tenían acceso a instalaciones limpias para cocinar. Es decir, uno de cada tres habitantes de la Tierra —la mayoría mujeres y niñas que viven en los países más pobres— prepara sus alimentos a diario en espacios que no cuentan con todas las garantías para la salud y respiran, por ende, aire tóxico.
En el informe Una visión para la cocina limpia y el acceso a ella para todos (A Vision for Clean Cooking Access for All), la IEA indica también que, desde la pandemia de la Covid-19, son los países subsaharianos los que más retrocesos han sufrido al respecto. ¿La solución? El acceso a alternativas menos contaminantes para que cocinar no se traduzca en problemas respiratorios ni más contaminación atmosférica.
Y existe toda una diversidad de opciones que, a un coste modesto, pueden cambiar la vida de millones de personas. Una de ellas sería, por ejemplo, la conocida como parabólica solar: una suerte de fogón con forma de antena que ya está en uso en algunas zonas remotas del planeta.
La cocina parabólica
Estas cocinas parabólicas se ponen en marcha con energía solar y, según un estudio publicado en la revista Science en 2021, "funcionan mucho mejor que otras cocinas solares", pues "alcanzan temperaturas más altas en periodos más cortos de tiempo". Así, "permiten la mayoría de los procesos de cocción, como la ebullición, la fritura, el asado o el horneado".
Eso sí, los autores recuerdan que "el principal problema con la mayoría de las cocinas solares convencionales es que no es posible cocinar durante los períodos en lo que no hay sol". Por eso, indican, es vital que se integren sistemas de almacenamiento que permitan su funcionamiento por la noche.
Estos, dicen, "son una solución sostenible para la cocción en los países en desarrollo". Asimismo, reducen la deforestación, pues evita que, en zonas rurales, se talen árboles para conseguir biomasa para una labor tan rutinaria como la de alimentarse.
Esta suerte de "hornos solares parabólicos" son muy sencillos de utilizar… y de construir. Solo se requiere espacio y láminas de aluminio u otro material reflectante que permita concentrar el calor.
La mayor traba de estos sistemas de cocción estaría en la falta de información que hay en torno a ellos. Y es que los estudios científicos son limitados y no determinan los verdaderos impactos socioeconómicos de esta alternativa para cocinar. Tampoco de su posible impacto ambiental ni de su implementación en el mundo.