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"He visto muchas compañeras que le pierden el sentido a seguir adelante con sus carreras o con sus vidas. Todo esto implica destruir la imagen de futuro que teníamos", admite un activista de Rebelión Científica para este reportaje. "Es muy difícil participar en el proceso de un informe del IPCC, muy duro. Ves que la situación es cada vez peor, que las políticas no avanzan, y sientes impotencia", añade una investigadora.

El pasado octubre un artículo de la revista Nature Climate Change, la cabecera de la prestigiosa publicación científica especializada en la crisis climática, levanto revuelo en el sector científico. ¿Hablaba del deshielo, del calentamiento global, aportaba nuevas pruebas sobre algún fenómeno medible? No, hablaba de sentimientos.

Escrito por las investigadoras Lisa F. Schipper, Shobha Maharaj y Gretta T. Pecl, el título era a prueba de tontos: Los científicos también tienen respuestas emocionales al cambio climático (Scientists have emotional responses to climate change too, en el original en inglés).

Por si acaso, el subtítulo añadía: "Cuando las opiniones de los científicos sobre el cambio climático y sus propios temores se consideran irrelevantes, sugiere que la ciencia está separada de la sociedad; sin embargo, esta perspectiva en última instancia debilita la ciencia climática".

El oso polar se hizo una imagen del deshielo y el cambio climático. iStock

El punto de partida fueron las entrevistas del periodista medioambiental Damian Carrington a 380 científicos que colaboran en los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) para un reportaje cuyos titulares era más llamativos aún: "Rotos y sin esperanza" o "Vivimos en una era de idiotas". Se publicó en mayo de este 2024, seis meses antes del artículo en Nature, cuando ya el objetivo de no superar los 1,5º de calentamiento sobre el nivel preindustrial esta década se empezaba a dar por perdido y antes de otras "malas noticias" climáticas.

No son robots

Una de las autoras del artículo de Nature, la investigadora Lisa Schipper, de la Universidad de Bonn, ha atendido a Enclave ODS por videollamada para este reportaje. "En parte quisimos escribirlo por la reacción negativa al reportaje de The Guardian de otros investigadores", explica. "Parecía como si los científicos perdiésemos objetividad al tener emociones, que si dices que te preocupa la crisis climática tus resultados se pone en duda".

En su caso, esta investigadora alemana escribió su tesis doctoral sobre políticas de adaptación al cambio climático en 2004, hace 20 años, y no ve "que hayamos avanzado mucho, solo se habla más del tema". Añade que "si has seguido las negociaciones de la COP29, tienes la misma sensación". Insiste en que no quiere decir que no haya esperanza, pero "hay que admitir que es un proceso desgastante, que no somos robots".

Hay que recordar que el reportaje de The Guardian recogía como la mayoría de los entrevistados estaban convencidos de que las temperaturas globales superarán los 2,5º de calentamiento, y casi el 40% se van al aún más la castastrófica subida a 3º. Escenarios imprevisibles y que rozan lo apocalíptico no desde la ‘ecoansiedad’ del ciudadano de a pie, sino desde la certeza científica.

Los episodios de blanqueamiento de arrecifes están provocados por el calentamiento del mar. iStock

"La otra razón por la que la gente se molesta", nos explica Schipper, "es porque temen que se envíe el mensaje de que no hay nada que hacer. Y no es eso, creo que la preocupación impulsa a mucha gente a actuar. Pero es deprimente. Mi coautora, Gretta T. Pecl, trabaja en Australia y está viendo como los arrecifes mueren. Es normal que se deprima. Personalmente, si no fuera algo tan importante, no querría tener un trabajo donde constantemente me enfrento a este tipo de destrucción ambiental".

Pero, añade la científica: "Es precisamente por eso que sentimos que necesitamos hacer algo, asegurarnos de que la ciencia sea sólida y que los mensajes sean claros para que los responsables políticos hagan algo".

Un problema por estudiar

El psicólogo y divulgador Pablo Garnelo, consultado para este reportaje, nos advierte que existe escasa, o casi nula, literatura científica al respecto de la salud mental de los científicos, y si mucha más sobre la población general. "Los artículos de la Asociación Americana de Psiquiatría se han centrado en la percepción de riesgo como elemento fundamental para la prevención del daño climático", explica, "y este varía entre la población que no haya sido víctima de una catástrofe medioambiental de impacto directo e inmediato, que la verá como de riesgo bajo. El razonamiento analítico de los científicos climáticos parece no ser suficiente para alertar del peligro".

Por su parte, la también psicóloga Rosana Corbacho añade que el tratamiento de la crisis climática, sin necesidad de fake news, con un tratamiento "siempre sensacionalista y alarmista". Y además argumenta: "Lo normal es que en cualquier de nosotros se activen mecanismos de protección como el miedo y el enfado ante situaciones que nos hacen sentir vulnerables, y ese enfado se puede enfocar en la persona que trae las malas noticias".

Corbacho entiende que en los científicos pueda darse el síndrome del burnout: “somos animales sociales y es lógico sentir ansiedad ante la respuesta que un mensaje negativo va a recibir por parte de otras personas. Sentir que nos expulsan de nuestro grupo, o que nos señalan y amenazan, cuando lo que intentamos precisamente es salvarlos, provoca niveles de estrés muy altos, y serían normales reacciones como querer abandonar la investigación o la divulgación”.

Los incendios forestales también están relacionados con el cambio climático. iStock

Las soluciones que propone no son muy originales y coinciden con las de Schipper y compañía en Nature: "Ver a los científicos como algo aparte, separado del resto de la sociedad, no tiene sentido. Ellos forman parte de un nosotros, y necesitamos no generar estas respuestas de miedo, sino comprender cuál es su trabajo". Por otro lado, a nivel personal, recomienda "centrarse en sus redes de apoyo más inmediatas, que no son solo sus familias o seres queridos, sino las personas que si respaldan sus trabajos".

¿Rebelión Científica?

En España no nos faltan ejemplos. Aunque recientemente, y tras el desastre de la DANA de la Valencia del pasado 29 de octubre, el Ministerio de Sanidad anunció la creación de unidades de emergencia para mitigar el impacto psicológico de los desastres climáticos en trabajadores y afectados, eso sigue dejando de lado a los expertos científicos.

Por ejemplo, los de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), cuyas advertencias fueron desoídas por las diferentes administraciones, que han sido insultados en redes, amenazados e incluso denunciados judicialmente cuando precisamente fueron los primeros en dar la voz de alarma. O la persecución al investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y divulgador Fernando Valladares.

Otro caso sería el de los activistas de Rebelión Científica procesados judicialmente por lanzar zumo de remolacha simulando sangre a la puerta del Congreso de los Diputados en abril de 2022. Fernando González, psicólogo y miembros de la plataforma y uno de los participantes en dicha protesta, asegura a Enclave ODS que "la desesperanza en los científicos es la misma que en el público general. Más que negacionismo, veo la sensación de que es un problema muy grave contra el que nada se puede hacer".

Aunque no descarta la ayuda clínica, "creo que uno de los factores más importantes que amortiguan el estrés es el apoyo social, tener un círculo de apoyo con el que puedas tratar estas cosas". González cree que la destrucción de la idea de futuro "nos da la vuelta a las cosas" y cree "que es importante mantener ciertas rutinas y un cierto proyecto de vida".

Manifestación del grupo Rebelión Científica Europa Press

"Cuando tú sabes mucho de un tema se puede convertir en obsesión y sobre todo cuando es algo tan transversal, que afecta a todo", explica Graciela Gil, también parte de Rebelión Científica e investigadora del Instituto Pirenaico de Ecología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IPE-CSIC). Aunque cree que el negacionismo es "minoritario, solo que hace mucho ruido", entiende que "los ánimos decaen, porque enfrentarse a gente que no quiere dialogar o que no utiliza unas buenas herramientas científicas para dialogar es muy duro".

Y añade "no solamente somos nosotros los que a veces entramos en eso que se llama ecoansiedad, la gente también se angustia. Mis propios hijos, de tanto oírlo, también se angustian. Pero no puede ser que lloren por un futuro que todavía no existe". La científica cree que "la única respuesta es la acción. Si no creyese que las cosas se pueden cambiar no seguiría trabajando, no daría esta entrevista. Me aislaría. Pero el cambio a mejor es posible".