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2024 está siendo un año climáticamente complicado. El pasado noviembre fue, según el servicio europeo de cambio climático Copernicus, el segundo más cálido de la historia. Además, ese mismo mes, esta agencia de la UE anunciaba que este año que llega a su fin será "previsiblemente" el "más cálido" y, a su vez, el primero que acaba con una temperatura media por encima de 1,5 °C —es decir, esa cifra que Naciones Unidas y la comunidad científica marcan como seguras para la vida humana—.

Entre las principales consecuencias de ese calentamiento global se encuentran los fenómenos meteorológicos extremos. Las danas, como la que asoló la Comunidad Valenciana el pasado mes de octubre, las inundaciones, las olas de calor o los incendios forestales —cada vez más voraces y descontrolados— se han convertido ya en viejos conocidos del continente europeo. Y cada vez lo azotan con más frecuencia e intensidad. 

Solo este 2024, según el ministro de Protección Civil griego, Vassilis Kikilias, el país heleno ha vivido ya 9.500 focos de incendios en sus bosques y montes en lo que va de año. Las temperaturas son más altas, la sequía más extensa y perseverante y las chispas se convierten en llamas con facilidad.

En nuestro país, en cambio, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) eleva a 1.702 los focos de incendios, más 4.251 conatos, hasta el 30 de noviembre. A pesar de la sequía acuciante que vive buena parte del territorio, España ha visto caer sustancialmente el número de hectáreas quemadas. 

Inundaciones 'marca Europa'

Pero es que el cambio climático es así: los fenómenos extremos no siempre llegan con la misma forma. En 2021, se manifestó con la borrasca Filomena. Este año, por ejemplo, ha sido el de las danas y las inundaciones en vez del de los fuegos. Cuando se escriben estas líneas, la costa mediterránea aún se está recuperando de las trombas de agua que, en pocas horas, anegaron la Comunidad Valenciana. 

La sequía combinada con las lluvias torrenciales han sido, este 2024, los mayores peligros climáticos para España… y, según los expertos, para Europa. Según la propia Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), el Viejo Continente es el que más rápido se está calentando. Y esto lo dice, también, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). 

"Los riesgos climáticos amenazan su seguridad energética y alimentaria, los ecosistemas, las infraestructuras, los recursos hídricos, la estabilidad financiera y la salud de las personas", indican desde la AEMA. Y remiten a la evaluación que realizaron esta primavera, meses antes de que la DANA valenciana mostrara la falta de preparación ante este tipo de situaciones.

En ella, aseguran que "muchos de estos riesgos han alcanzado ya niveles críticos y podrían llegar a ser catastróficos si no se toman medidas urgentes y contundentes". Porque, antes del desastre del pasado octubre en España, la borrasca Boris ya había puesto en alerta al centro de Europa en septiembre, dejando tras de sí a miles de evacuados e inundaciones. 

Antes, en junio, otro fuerte temporal dejó anegadas varias localidades de Suiza e Italia. Y lo mismo sucedía en septiembre en Rumanía y Polonia. O esta misma semana en Reino Unido. Estas son solo las últimas inundaciones que, en las últimas tres décadas, han afectado ya a más de 5,5 millones de personas en la UE. Los expertos prevén, además, que la situación no mejore y que, incluso, pueda ir a peor. 

¿Está Europa preparada?

La respuesta a la pregunta de este epígrafe es simple: no. Aunque, claro, con matices, pues las tornas aún pueden cambiar. La propia Comisión Europea reconoce que las inundaciones son cada vez más frecuentes y "caras" y, por tanto, la adaptación a la nueva realidad es fundamental. Y apunta un dato: "el 90% de los desastres están relacionados con el agua".

"Las inundaciones de ríos están golpeando a la UE con más fuerza que nunca, afectando a millones de personas, acabando con vidas y dañando nuestras economías", insisten desde el organismo europeo. Y recuerdan que también suponen un peligro para la salud humana y planetaria. Especialmente, puntualizan, teniendo en cuenta que su frecuencia e intensidad "seguirán aumentando con el cambio climático".

El coste económico de las inundaciones, además, no es baladí. Desde 1980, según la Comisión Europea, ha tenido un impacto de 170.000 millones de euros. Por eso, la adaptación es vital. 

Sin embargo, como asegura la Agencia Europea del Medio Ambiente, "las políticas y las medidas de adaptación adoptadas Europa no marchan al compás de los riesgos, que van en rápido aumento". Y alerta de que transformar los países de manera "gradual" a la nueva realidad climática ya no es suficiente: "Dado que muchas de las medidas aplicadas para mejorar la resistencia climática son a largo plazo, puede resultar necesario actuar con urgencia, incluso frente a riesgos que todavía no son críticos".

Según la directora ejecutiva de la AEMA, Leena Ylä-Mononen, "para garantizar la resiliencia de nuestras sociedades, los responsables políticos europeos y nacionales deben actuar ahora para reducir los riesgos climáticos, tanto mediante la rápida reducción de las emisiones como con políticas y medidas de adaptación sólidas". Son este tipo de planes los que evitarían consecuencias tan devastadoras —sobre la vida y salud humanas— como lo sucedido en Valencia.