Se calcula que en España el 86% de las empresas del sector agrícola o ganadero son de carácter familiar. A este dato se le suman dos más: más de la mitad de los agricultores o ganaderos del país tendrá edad de jubilarse en 2030, y apenas un 3% de esas empresas tienen al frente a menores de 35 años. Y otra estadística: solo el 30% de las empresas familiares supera el primer relevo generacional, y apenas un 15% el segundo. Una situación complicada y que intentan atajar normas como la futura Ley de Agricultura Familiar anunciada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
El año del relevo, documental dirigido por Laura Jou, se estrenó el pasado 14 de noviembre en Prime Video, intenta mostrar, al nivel más cotidiano, la realidad de ese paso adelante. Qué piensan y cómo viven los protagonistas de ese relevo, las dificultades con las que se encuentran muchas familias y quiénes son los que deciden dar el paso, que no siempre como nos esperamos.
En el caso de Pol Toro, atiende a ENCLAVE ODS en el coche camino de la explotación familiar en la provincia de Lleida: "Me han llamado porque la campaña de Navidad es muy fuerte, luego me vuelvo el jueves a Madrid que tengo función". Ahora mismo combina trabajar junto a su padre en la granja porcina familiar y la carnicería que regentan con su vocación de actor en la ciudad. Cuando este se prejubile, ya en 2025, empezará a tomar más responsabilidad en el negocio.
"Mi hermano mayor ya tiene su vida hecha, su familia, y para mí en algún momento ha supuesto mucha presión que el relevo recayese en mí", explica. Es algo que se ve en el documental, que concluye con su decisión de ponerse al frente ante el retiro inminente del progenitor. En su caso son segunda generación con la carnicería y tercera en la granja. "Ahora me lo estoy tomando más relajado y sobre todo sintiendo ese apoyo de mi familia".
Tener un pie en el pueblo y otro en Madrid le ha permitido apreciar las diferencias y las similitudes entre ambas vidas. "Mi padre tiene como una cultura del trabajo que igual en la generación actual, en general, no lo hemos vivido", reflexiona. "En parte quizás porque ellos no podían elegir y nosotros sí, pero también es la mentalidad. Entonces, yo veo que él no para, porque no puede, los animales tienen que comer, la granja hay que mantenerla. Tomar esta decisión no ha sido fácil porque sé que supone trabajar algunos días 16 horas".
Así, Toro nos deja una reflexión que no suena tan diferente a la de sus amigos urbanitas 100%: "No me importaría ganar menos que mi padre y echarle menos horas, solo que no es tan fácil". En ese sentido, cree que la exigencia de un negocio familiar "es la misma en el campo que en la ciudad. Cuando trabajas para otro, dejas los problemas al llegar a casa, pero por mi padre yo sé que cuando eres el dueño, siempre te acompañan". La diferencia entre uno y otro es "la calidad de vida. En Madrid echó de menos la montaña, el bosque… En mi pueblo, salgo de casa y los tengo al lado, en la puerta. No es lo mismo para nada".
La idea del relevo
Laura Joe, la directora de El año del relevo, nos cuenta que llegó a la película como un encargo de la productora, Zebra Producciones. "Al principio no teníamos claro el tema, sé trataba de reflejar la vida de la gente joven que vive y trabaja en el campo, sobre todo el sector de la ganadería porcina. Es un tema que yo desconocía, soy muy de ciudad, así que empecé a documentarme entrevistando a familias de ganaderos, buscando un tema que sirviese como de columna vertebral", explica.
Así llegó a los Toro y los Setenil. "De un lado, una familia con un chico que es actor y su padre está a punto de jubilarse y que piensa en el relevo, del otro, una familia donde las que han seguido son dos mujeres, en un sector tan masculino", comenta. "Me pareció que rompían tópicos, para empezar los míos propios, y quise hacer la película sobre ellos y reflejar una juventud del campo real, con lo que ganan, cómo son sus casas o unas preocupaciones que no son tan diferentes a las urbanas", cuenta.
De Londres al campo
Neus y Alba Setenil, en su caso, no tomaron las riendas a la vez del negocio familiar. Neus nada más terminar ya se incorporó a trabajar junto a su padre y supo desde siempre que quería continuar con la explotación (que hoy da empleo a 40 personas) desde que pasaba los veranos aprendiendo junto a su abuelo. "Tenía claro que mi trabajo sería enseñar también a mis hijos lo que mi abuelo y mi padre me habían inculcado a mí", explica.
Alba hizo otro camino más indirecto. Estudió publicidad en Barcelona y luego vivió allí y en Londres, y se dedicaba al sector de la comunicación hasta hace apenas dos años. Entonces acompañó a su padre y su hermana a una feria en Alemania, donde se encontró "un sector más tecnificado de lo que recordaba, y me empiezo a interesar. Eso, aparte del vínculo sentimental, más que la familia adquirió el 50% de otra granja que mi padre tenía a medias con un socio y nos entró mucho más trabajo, hizo que me implicase como estoy ahora".
"Me gusta mucho el trabajo de campo a pie de granja, en maternidades… pero a día de hoy no puedo estar, porque tengo que hacer otras tareas más de despacho, más estratégicas y no puedo", explica Neus. "Pero el trabajo en granja es muy gratificante el día a día con los animales, porque cada jornada es diferente y se te pasan muy rápido".
Sí que notan "mucho desconocimiento de lo que hacemos, de cómo se trabaja aquí. Sobre todo por la gente que vive en las ciudades, porque la que vive en los entornos rurales, aunque no trabaje de esto, sí que lo conoce. Y es una pena, porque es un trabajo necesario, al final lo que comemos sale del campo".
Pol Toro también cree que en parte el futuro del sector depende de la conciencia de que "los mejores huevos que te vas a comer son los de tu gallinero o del de tu vecino, que es él quien cuida a las gallinas". Admite que su padre no puede competir con un gigante en coste, pero sí en calidad, porque para él cuidar a las empresas familiares al final es cuidar lo bien que coma todo un país.