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El pasado noviembre empezaba la 29ª Conferencia de las Partes (COP29) de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en Bakú, Azerbaiyán, con la sombra de la reelección de Donald Trump en Estados Unidos acechando. Las consecuencias de las elecciones presidenciales estadounidenses no se hicieron esperar: los delegados argentinos dejaron sus asientos vacíos en las mesas de negociación, instados por las órdenes del Gobierno de Javier Milei.

La fuga de Argentina se sumó al escaso papel público de Estados Unidos durante la cumbre. El país norteamericano no contó con ningún representante de perfil alto más allá del enviado especial del presidente para el clima, John Podesta, sucesor de John Kerry. Vamos, que ni el presidente, ni la vicepresidenta se pasaron por Bakú. 

En realidad, estas no son más que anécdotas que pueden contarse, como se habla de la visita de Ronaldinho, que se dejó ver por uno de los pabellones de la cumbre. Por el contrario, no es tan anecdótico que el número de lobistas superara con creces el de los delegados por cada país.

Un análisis de Kick Big Polluters Out, publicado durante esta cita multilateral, asegura que en Bakú se habrían congregado al menos 1.773 grupos de presión de combustibles fósiles. Para poner esta cifra en perspectiva se podría decir que es superior a los delegados de los diez países más vulnerables al cambio climático juntos.

Así, el informe pone de manifiesto la "gran influencia que la industria fósil sigue teniendo en estas negociaciones". Las únicas delegaciones que superan en personas a los lobbies serían las enviadas por el organizador de esta cumbre, Azerbaiyán (2.229), el anfitrión de la COP30, Brasil (1.914) y Turquía (1.862).

El dinero que viene y va

Este panorama, unido a los resultados obtenidos en Azerbaiyán, llevan a pensar que las cumbres del clima son una falacia, un juego de hipocresía que para poco sirve. Al fin y al cabo, los países más vulnerables al cambio climático —y más pobres— recordaron este año que, al menos, necesitan un billón de dólares anuales para hacer frente a los estragos que el calentamiento global ya está causándoles. 

Pidieron un billón —con b—, pero el acuerdo final se quedó más bien lejos. Primero, los Estados más ricos ofrecieron 250.000 millones, que fueron tildados de "broma".

Al final, se acordó una financiación climática de 300.000 millones de dólares anuales. Menos es nada, pero para los más afectados por la crisis climáticas se antoja como "migajas" por parte de los que más han contribuido a ella.  

Las expectativas en torno a estas COP, por tanto, no son nada "halagüeñas". Al menos, así lo asegura en conversaciones con ENCLAVE ODS Matthew T. Huber, profesor en la Universidad de Siracusa y experto en políticas climáticas y economía, quien recuerda que el dinero "prometido" en las cumbres del clima "rara vez se transfiere en su totalidad a los países pobres"

Una activista durante una protesta en la COP29 con una mordaza que reza "pagad". Aziz Karimov Reuters

El problema para Huber radica en que los acuerdos de las COP no son "realmente vinculantes" pues no cuentan con "mecanismos para implementarlos". Ni para "forzar su cumplimiento".

Al respecto, María José Sanz, directora científica del Centro Vasco de Cambio Climático (BC3), recuerda que "las cumbres del clima son procesos multilaterales", pero son los "gobiernos soberanos" los que se encargan de "tomar las medidas convenientes".

Negociar o no, esa es la cuestión

Visto así podría parecer que estas cumbres son un tanto inútiles. O como las define Fernando Valladares, doctor en Ciencias Biológicas, investigador del CSIC, en Porfolio | EL ESPAÑOL, "obscenas" y "un teatro del mercadeo". El científico recuerda que "la gente apenas se moviliza".

"La inactividad social y política al final se ven reflejadas en cada cumbre del clima. Todos somos parte de la gran farsa", insiste. 

Por el contrario, Sanz intenta arrojar algo de luz: "Si no hubiera habido este tipo de procesos multilaterales, actualmente no estaríamos en el punto en el que estamos ni se habrían realizado los cambios que ha habido hasta ahora". Y es que, aunque la transformación haya sido escasa, sí que ha habido un reconocimiento internacional de que el cambio climático es real, está aquí y afecta al ser humano.

"Son procesos que tienen que existir y seguir existiendo porque son el único espacio en el que se producen conversaciones entre países", razona la científica del BC3. Pues, en primer lugar, dice, las cumbres del clima sirven para que los países entiendan "las diferentes posturas y ver cuáles son los distintos retos, porque cada país tiene los suyos".

Y "a partir de ahí buscar soluciones conjuntas". Eso, recuerda, "solo se puede conseguir con procesos multilaterales". 

Sanz afirma que "si no estuviéramos en estos procesos, simplemente no se hablaría de cambio climático. Y si no se habla, es muy difícil que se vaya en una dirección coherente para alcanzar un objetivo global".

Eso sí, Sanz lanza una crítica compartida por todos los expertos consultados durante la COP29 por ENCLAVE ODS: "Tendría que haber una corresponsabilidad de los gobiernos para implementar los acuerdos a los que lleguen". El problema está en que ahí se entra en cuestiones de soberanía nacional, el gran escollo de Naciones Unidas. 

Siempre quedará Brasil

Durante la COP29, fueron numerosos los ex altos cargos de Naciones Unidas que entonaron un discurso diferente al que están habituados. "La COP no cumple el propósito para el que se creó", aseguraron en una carta dirigida a la ONU y a la comunidad internacional.

Y es que, según los firmantes, entre los que se encuentran el antiguo secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, o la exsecretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCC), Christiana Figueres, estas negociaciones son complejas y engorrosas. 

Por eso, instan a la ONU a que "se simplifique" el actual proceso de las Conferencias de las Partes anuales. Y que, también, "se celebren reuniones con más frecuencia" y que en ellas se les dé "una mayor" a los países en vías de desarrollo.

Además, piden que las futuras COP "solo" se celebren en países que demuestren "un apoyo claro a la acción climática". Y que, además, "tengan normas estrictas sobre los lobbies o grupos de presión relacionados con los combustibles fósiles".

Por el momento, en 2025 los delegados pondrán rumbo a la ciudad de Belén, en Brasil, donde se celebrará la COP30. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha elegido este municipio por lo que representa en un lustro clave para el planeta.

"Que se elija la puerta de entrada a la Amazonía es muy simbólico", explica Ricardo Martínez, investigador senior en el programa Ciudades Globales de Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB). Se prevé, recuerda, que la de Brasil sea "una COP trascendente".

A fin de cuentas, 2025 no será un año cualquiera, pues "se llevará a cabo la tercera ronda de contribuciones a nivel nacional, y ahí veremos cómo se plantean las ambiciones climáticas a futuro", insiste Martínez. Así que, por ahora, se puede decir que, parafraseando a Rick en Casablanca, "siempre nos quedará Brasil".