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El año termina con un ciclón arrasando el departamento francés de Mayotte, frente a Magadascar, y una serie de seis tifones en menos de un mes en Filipinas. Por descontado están los episodios de danas que se vivieron en la península. Se podría pensar que las nubes están descargando el agua de los mil ríos

Sin embargo, la Organización Meteorológica Mundial (OMM), dependiente de la ONU, ha publicado el informe del agua en el mundo y ha lanzado una advertencia contraria: hay menos agua dulce. Según el informe, con los datos de 2023, se posicionó como el año más seco para los ríos de todo el mundo en más de tres décadas.

"Los recursos hídricos son un indicador clave del cambio climático. Recibimos señales de alerta constantes en forma de precipitaciones erráticas, crecidas y sequías cada vez más extremas", afirmó Celeste Saulo, secretaria General de la OMM.

El citado documentado subraya el impacto del cambio climático y la creciente demanda humana sobre la disponibilidad de agua dulce. Este verano zonas de España como Andalucía y Cataluña sufrieron episodios de sequía extrema, en la que los pantanos estuvieron bajo mínimos y las restricciones al riego de jardines o el baldeo de calles era común.  

Estado actual del embalse del Guadalhorce. Red Hidrosur

En España, tras las lluvias de estos meses, la situación se ha aliviado ligeramente, en comparación con 2023. Sin embargo, según la monitorización de los embalses, no se está mejor que la media de la última década. La cuenca mediterránea andaluza se encuentra 10 puntos más que el año pasado, pero un 13% peor que diez años atrás. En Cataluña, un 17% mejor que el último curso, pero 28% por debajo de la media. 

El irregular ciclo hídrico

En paralelo, los glaciares, las grandes reservas de agua dulce del planeta, experimentaron en 2023 la mayor pérdida de masa en 50 años, según la OMM. Eso compromete la seguridad hídrica de millones de personas. El calentamiento global está alterando drásticamente el ciclo hidrológico.

El informe destaca que las masas de hielo perdieron más de 600 gigatoneladas de agua dulce en el periodo 2022-2023, una cifra sin precedentes en cinco décadas. En los Alpes, los neveros suizos han disminuido cerca del 10% de su volumen en solo dos años, poniendo en riesgo a las comunidades que dependen de ellos para el suministro de agua dulce y contribuyendo al riesgo de inundaciones en las comunidades que viven a orillas de los ríos que se alimentan de estos glaciares. 

La transición de El Niño combinada con temperaturas récord intensificó sequías e inundaciones. En América Latina, la desecación redujo los niveles del río Amazonas y del lago Titicaca a mínimos históricos. La disminución de los caudales fluviales afecta también el almacenamiento en pantanos y lagos. En la Amazonia, el Coari registró niveles excepcionalmente bajos. Estos fenómenos afectan tanto a los ecosistemas como a la gestión del agua para agricultura, ganadería y consumo humano.

El río Amazonas durante la sequía de 2023. iStock

Por otro lado, las regiones como la del Ganges en India y o la del Misisipi en Estados Unidos también vieron drásticas caídas en sus caudales, mientras que zonas como Nueva Zelanda y Filipinas enfrentaron lluvias torrenciales que elevaron los niveles fluviales. Esta dualidad ilustra que los ciclos del agua son cada vez más irregulares e impredecibles.

Además, los fluidos subterráneos también están en crisis. Según el informe, en Chile o Jordania, la sobreexplotación ha reducido los niveles acuíferos, mientras que Sudáfrica y Australia lograron una leve recuperación gracias a lluvias superiores a lo normal. Eso sí, se recalca que son episodios puntuales.

Contexto general de sequía

Más de 3.600 millones de personas enfrentan escasez de agua al menos un mes al año, y esta cifra podría superar los 5.000 millones para 2050, según la ONU. "No podemos gestionar lo que no medimos", subrayó Saulo, destacando la falta de datos globales sobre recursos hídricos. El informe llama a mejorar el monitoreo, fomentar la colaboración internacional y establecer sistemas de alerta temprana.

En África, más de 30 millones de personas se han visto perjudicadas por una grave sequía. La pobreza y hambruna que genera la falta de agua ha provocado a su vez millones de desplazamientos forzosos. Estos son los llamados refugiados climáticos.

El país sudafricano de Namibia se vio obligado a sacrificar cebras, elefantes y rinocerontes de sus parques naturales para dar carne a sus ciudadanos debido a la sequía extrema que ha azotado al país este verano. 

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados confirma que 2024 está experimentando un aumento significativo en el número de refugiados por motivos de conflictos, hambre o los efectos del cambio climático. En mayo de este mismo año, la cifra global de desplazados alcanzó los 120 millones y no parece que 2025 vaya a empezar mucho mejor.