Mary Sarkodie, vendedora en Ghana de ropa usada de Occidente: "Lo he perdido todo en un incendio"
El pasado 4 de enero, el fuego calcinaba el mercado de Kantamanto, en Accra, uno de los mayores centros de compra y venta de textil del mundo.
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El 8 de enero se empezó a hacer recuento de las pérdidas provocadas por el terrible incendio que asoló Kantamanto en Accra. Según The Or Foundation, oenegé que busca la circularidad de este mercado de ropa usada —el segundo mayor del mundo— en la capital de Ghana, son cerca de 8.890 los puestos que han quedado calcinados.
Además, como explica Liz Ricketts, cofundadora y directora ejecutiva de la fundación, de las 30.000 personas que operan en el mercado, "más de 10.000 se han visto afectadas". Entre ellas, cuenta, hay "minoristas de ropa de segunda mano, sastres, recicladores, vendedores de alimentos, operadores de puestos de almacenaje, guardias de seguridad, líderes del mercado y mujeres que trabajan como kayayei (cargadoras de cabeza)".
Todos ellos han perdido "sus casetas, fardos de ropa usada, suministros, teléfonos, registros comerciales, máquinas de coser…". Sus medios de vida, dice, han quedado "reducidos a cenizas". Y eso es, precisamente, lo que le sucedió a Mary Sarkodie, una vendedora de 60 años que llevaba más de 20 trabajando en Kantamanto.
La ghanesa explica a ENCLAVE ODS que su puesto en el mercado se había convertido en su sustento. "Pero ahora lo he perdido todo en el incendio", lamenta. Sus tres fardos en el contenedor de ropa, toda la mercancía en su puesto e, incluso, su cuenco favorito.
Aunque pudiese parecer una nimiedad, Sarkodie confiesa que le "duele mucho" porque no usa los cuencos de los bares para comer. "Siempre me ha encantado el mío, con él me sentía como en casa", asegura. Como también recuerda la silla plegable que su hija le compró por su cumpleaños para "que estuviera cómoda".
Eso también se ha perdido. "No sé cómo volver a empezar", continua. Y es que, dice, cada día ha puesto todo su corazón en este trabajo para ganarse la vida, "sin importar lo difícil que fuese a veces".
Porque fácil no era. Durante las últimas dos décadas, la vida de Sarkodie consistía en levantarse a las tres de mañana para llegar a su puesto en el mercado. "Esperaba a que un conductor me recogiese en una ubicación preorganizada para evitar atracos" a esas horas de la madrugada.
Y confiesa que "la vuelta a casa era más dura aún", pues "tenía que subir una colina en bici, y el cansancio y mi edad ya lo empezaban a complicar". La vendedora ghanesa insiste en que su pérdida personal es compartida con todas las personas que dependían de Kantamanto para vivir. "El mercado es nuestro sustento diario", afirma.
15 millones de prendas
Tal y como explica Ricketts, a Kantamanto llegan cada semana alrededor de 15 millones de prendas que son enviadas desde el norte global. Como cuenta Sarkodie, los artículos de segunda mano que acaban en los puestos del mercado son variados: "Desde cosas para el hogar, como sábanas, hasta ropa para niños y, ahora, jeans".
Este centro neurálgico del textil usado en Accra estaría, como explica la directora de The Or Foundation, "al final de la cadena de la crisis de residuos de la industria de la moda". De los millones de prendas que llegan a sus puertas todas las semanas, asegura que "el 40% se convierte en basura, pues no son utilizables".
"Estos residuos terminan en pilas quemándose alrededor de la ciudad, arrojados en asentamientos informales donde contaminan los patios traseros de los ciudadanos más vulnerables de Accra o son arrastrados al mar", confiesa. Además, llevan "a los minoristas a endeudarse —pagan por ellos—, han diezmado el ecosistema local de la moda y han creado una economía dependiente de mano de obra barata y peligrosa".
Las mujeres jóvenes son las más vulnerables en todo este sistema irregular de quema de residuos textiles. Son ellas las que, como cuenta Ricketts, trabajan como kayayei o porteadoras. "Literalmente, el peso de la ropa que transportan les aplasta".
Por eso, propone poner en el punto de mira a las empresas occidentales que empaquetan y transportan los productos textiles —desde excedente o descartes, así como prendas usadas— que ya no quieren hasta en Ghana.
¿Mercado o vertedero?
Esta situación ha provocado que, en más de una ocasión, se hable de Kantamanto como uno de los grandes vertederos de ropa de segunda mano. Incluso que Ghana obtenga ese título de "basurero" del norte global. Pues, como ya se contó en ENCLAVE ODS, el país africano también recibe buena parte de los residuos electrónicos desechados en Europa o EEUU.
Sin embargo, para Ricketts es completamente injusto hablar de Ghana en esos términos. "Ni es útil, ni aborda completamente la magnitud de la crisis de residuos, ni reconoce a Kantamanto el mérito que merece por su papel en la industria global de segunda mano", reivindica.
Y explica que este mercado es "una comunidad que recibe las consecuencias de una industria de la moda lineal y muy insostenible", pero "las habilidades y la cultura" de quienes allí trabajan están "contribuyendo más a la circularidad que cualquier empresa en el norte global".
Ricketts asegura que este gran mercado es, en realidad, el "ecosistema minorista más sostenible del mundo". Se trata, dice, "del final de la línea", pero también del "comienzo del círculo en la cadena global de suministro".
"Lo que puede ser reutilizado ha creado una cultura local de reciclaje, lo que significa que la comunidad de Kantamanto da una segunda vida a la ropa que otros países consideraban desechos, transformando lo que puede ser reutilizado en lugar de simplemente descartarlo", matiza.
La representante de The Or Foundation continúa: "Su modelo de reutilización y reciclaje de ropa ofrece un poderoso ejemplo de moda sostenible en acción dentro de una comunidad". Y esto, asegura, lleva haciéndose desde "mucho antes de que la sostenibilidad se convirtiera en una palabra de moda para las marcas".
Kantamanto, insiste, es un claro ejemplo de que la economía circular en el textil funciona. Pero también del verdadero impacto que la fast fashion está teniendo en el planeta y en la vida de las personas.
Además, "Accra tiene una comunidad increíblemente vibrante de diseñadores de moda", asegura Ricketts. E insiste en que son ellos y ellas quienes demuestran, con sus rediseños de ropa de segunda mano, lo que el reciclaje puede hacer por todos.
El "colapso" de un modelo
Para Ricketts, Kantamanto es una solución a una situación específica de la que Ghana no es responsable y que requiere de una transformación global de la industria textil. "Mientras que algunas marcas de moda reciben elogios por promover la circularidad o implementar medidas de sostenibilidad erróneas, la comunidad de Kantamanto ha hecho mucho más, durante décadas, para procesar los subproductos de una industria de la moda saturada del norte global", insiste.
Y explica que "minoristas, sastres, recicladores, kayayei y muchos otros trabajan seis días a la semana para reparar, reciclar y volver a comercializar ropa previamente desechada en EEUU, Reino Unido, Europa, China, Canadá, etc.". Por eso, reivindica que "Kantamanto demuestra que la verdadera sostenibilidad implica mucho más que solo nuevas ventas".
La circularidad de la moda, recuerda, debe basarse en un sistema que "valore cada parte de la cadena" del producto. Por eso, dice, "en lugar de ser ignorado por la industria de la moda global, Kantamanto merece ser apoyado. Sin esta gente, el sector se desmoronaría".
La fundadora de The Or Foundation lamenta, además, la gran amenaza que vive Kantamanto, que no es otra que "el colapso debido al modelo de negocio de la moda rápida o fast fashion". El sistema no se sostiene, por eso, "necesitamos analizar de manera crítica y holística la cultura del usar y tirar del norte global".