
Fotografía de los restos de Phorusrhacidae encontrados en Colombia.
La historia de las "aves del terror": estos son los gigantes alados de Sudamérica
El paleontólogo Antonio Monclova nos proporciona nuevas pistas sobre su tamaño, distribución y el fascinante ecosistema en el que habitaron.
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Recientemente, en el desierto de la Tatacoa, en Colombia, se descubrió un fósil perteneciente a una de las "aves del terror" más grandes jamás registradas. Estas aves, conocidas científicamente como Phorusrhacidae, eran depredadores no voladores que habitaron Sudamérica hace aproximadamente 12 millones de años.
El fósil hallado corresponde al extremo de un tibiotarso izquierdo, un hueso de la pata equivalente a la tibia humana. Este descubrimiento sugiere que el ave podría haber alcanzado una altura de entre uno y tres metros, superando en un 5 % a 20 % el tamaño habitual de su especie.
El paleontólogo español Antonio Monclova Bohórquez (El Puerto de Santa María, 1960) escribió una obra sobre el mundo de las aves gigantes justo antes del hallazgo colombiano. Su libro amplía nuestro conocimiento sobre la distribución y el tamaño de las "aves del terror", así como sobre la biodiversidad y las dinámicas ecológicas durante el Mioceno.
Hasta ahora, la mayoría de los fósiles de Phorusrhacidae se habían identificado en el sur de Sudamérica, en países como Argentina y Uruguay. "Este descubrimiento en Colombia, en el extremo septentrional del continente, sugiere que estas aves también habitaban ecosistemas más tropicales", explica el experto.
En aquel tiempo, aves gigantescas incapaces de volar dominaban los paisajes terrestres, un reino perdido de criaturas majestuosas que desafían nuestra comprensión de la evolución aviar. Fueron una sucesión de gigantes alados que dejaron una huella imborrable en la historia de la Tierra.
Historia de las aves terrestres extintas
Historia de las aves terrestres extintas: Auge y caída de los gigantes alados (Almuzara, 2024), explora el fascinante mundo de las aves gigantescas e incapaces de volar que dominaron los paisajes terrestres. El paleontólogo guía a sus lectores por un viaje a través del tiempo, desenterrando los secretos de estas asombrosas criaturas que una vez caminaron sobre nuestro planeta.

Fotografía de los restos de Phorusrhacidae encontrados en Colombia.
"Las llamamos aves del terror porque su aspecto debía de ser aterrador", explica Monclova. Estas aves, carnívoras, con cráneos del tamaño de un caballo, alturas que superaban los tres metros y picos afilados como los de un águila, eran originarias de Sudamérica.
Durante el gran intercambio de faunas entre los continentes americanos, algunas especies intentaron migrar hacia el norte, pero su dominio se vio amenazado por los tigres dientes de sable, grandes depredadores de Norteamérica, y por los cánidos. Estas interacciones acabaron con la supremacía de las aves del terror.
Aunque estas aves llegaron hasta los inicios del Pleistoceno, es probable que no hayan convivido con las primeras tribus humanas. "El fósil descubierto en Colombia es excepcionalmente grande comparado con los que ya conocíamos, lo que sugiere que podría pertenecer a uno de los ejemplares más imponentes de esta especie", señala Monclova.
Otros gigantes extintos
El destino de las Phorusrhacidae no fue único. Durante el Gran Intercambio Americano, tras la formación del istmo de Panamá, los grandes depredadores del sur migraron al norte, pero eventualmente desaparecieron. A su vez, otros animales como los "cerdos del infierno" (herbívoros gigantes con características similares a las aves del terror) y los "patos del infierno" (aves no voladoras de Australia) enfrentaron su extinción.
Monclova señala que "la desaparición de estas especies se debió a cambios masivos en la biodiversidad". Estas aves fueron desapareciendo progresivamente hasta que no quedó ninguna. Esto convierte a los fororrácidos en los únicos grandes depredadores suramericanos que migraron hacia el norte durante el Gran intercambio Americano que siguió a la formación del puente terrestre del istmo de Panamá.
La pérdida de biodiversidad
Más tarde, con la llegada del ser humano, el impacto sobre la fauna se intensificó. "Cuando el hombre entra a formar parte de la ecuación, ya habían desaparecido las aves del terrón. Sin embargo, el ser humano tiene mucho que ver con lo que vino después de la pérdida de biodiversidad". La fauna de Norteamérica quedó diezmada con la llegada de los humanos que empezaron a cazar todos tipos de animales.

Fotografía de la portada del libro 'Historias de las aves terrestres exintas' de Antonio Monclova.
Las aves gigantes de Madagascar fueron extinguidas por el hombre, así como las de Nueva Zelanda. Los colonos europeos fueron los culpables de la extinción del dodo. La crónica cuenta que en la ruta del comercio del océano Índico al sureste asiático, los barcos holandeses, portugueses, españoles bajaban a tierra para buscar provisiones. Entre ellas, se toparon con este pavo, una "paloma gigante" que acabó extinguiéndose.
Aunque el hallazgo en Colombia no tiene relación directa con la pérdida de biodiversidad causada por el ser humano, sí subraya la importancia de preservar los ecosistemas actuales. "El impacto humano sigue siendo devastador para las especies en peligro. Ya no existen aves de grandes tamaños porque el hombre las extinguió", concluye Monclova.
Este descubrimiento nos recuerda que los ecosistemas están en constante cambio y nuestra responsabilidad es asegurar que las especies actuales no corran el mismo destino que los gigantes del pasado.