La mano del hombre y el evidente cambio climático consiguió que este pequeño pueblo de Cataluña se ahogara, literalmente. Una historia que se remonta a 1949, cuando comenzaron las obras del pantano de Sau, con unas dimensiones de 17 kilómetros de largo y un ancho de tres kilómetros y que, sin embargo, fue suficiente para hundir el municipio barcelonés de Sant Romà de Sau.

Perteneciente a la localidad de Vilanova de Sau, el pueblecito que quedó bajo el agua tras el levantamiento de la infraestructura, jamás cayó en el olvido. A día de hoy, todavía se puede apreciar su iglesia del siglo XI (data de 1602), de estilo románico lombardo, el único edificio que se mantiene en pie. 

Sorprende que el edificio religioso aún conserve su esencia, a pesar de estar bajo el agua del pantano. Este cuenta con una sola nave, con ábside y arcos lombardos hacia el norte. Su campanario, de tres pisos, con ventanas geminadas de capitel, se yergue aún sobre el agua, indicando a los visitantes el nivel del pantano y aportando un halo misterioso que continúa llamando la atención después de tantos años. 

A día de hoy, la iglesia de Sant Romà de Sau es la más antigua del mundo que se mantiene en pie a pesar de estar sumergida. Pero el conjunto del pueblo inundado en las aguas de este pantano catalán nada tiene que envidiar a la de esta histórica edificación.

Un lugar increíble a poco más de 100 kilómetros de la ciudad de Barcelona que no te puedes perder si eres un amante de las historias más pintorescas de nuestro país. Un fenómeno que no se puede encontrar a miles de kilómetros de distancia y que ha convertido al pantano de Sau en la meca del turismo de sequía. 

El pueblo catalán hundido

En el corazón del Valle del Ter, el pueblo sumergido de Sant Romà de Sau aguarda una historia cautivadora a la par que nostálgica. Este pequeño pueblo, sumergido por las aguas del pantano de Sau, estuvo habitado durante más de mil años, pero, a día de hoy, tan solo queda la torre de su iglesia como único testigo de su existencia. 

A principios de la década de los 40, aproximadamente 100 personas vivían en este pueblecito catalán, sin embargo, la apacible vida de sus habitantes fue interrumpida de forma abrupta cuando el gobierno de la época envió una flagrante noticia a sus vecinos: debían abandonar su hogar o enfrentarse a la inminente inundación, consecuencia de la construcción del embalse en el río Ter.

Sant Romà de Sau, Barcelona.

Ante la amenaza, los residentes no tuvieron alternativa y se trasladaron a Vilanova de Sau. La construcción del dique del pantano de Sau, tras las instrucciones del gobierno franquista, terminó en 1960 y en 1965 supuso la inundación total del pueblo.

Turismo de sequía

A pesar del fenómeno único que se creó tras la inundación de Sant Romà de Sau, el campanario de su iglesia se resiste a desaparecer bajo el agua, siendo visible cuando el agua del embalse desciende.

Durante las temporadas de sequía, no solo la parte más alta de la iglesia queda al descubierto, sino también parte del pueblo, ofreciendo una panorámica impresionante, casi surrealista, de lo que no hace tantos años fue este pueblecito catalán. 

Campanario de la iglesia sumergida en el pantano de Sau. iStock

Son muchos los que se acercan hasta aquí para contemplar la majestuosidad de la zona, haciendo que el turismo de sequía este encabezado por el misterioso halo que envuelve a Sant Romà de Sau. Sin embargo, explorar el pueblo sumergido puede ser peligroso debido al riesgo de derrumbes

Se puede apreciar la belleza del lugar, perfectamente y sin peligros, desde el mirador de Tavertet, donde podrás tener una vista impresionante del Valle del Ter y del embalse de Sau al completo, para reflexionar un poco más sobre la fascinante historia de este pueblo y cómo el hombre provocó su desaparición.

Sant Romà de Sau cuando desciende el nivel del pantano. Flickr

Sant Romà de Sau no solo es testimonio de la resiliencia de sus habitantes, sino que se ha convertido en un sorprendente destino turístico gracias a la perfecta simbiosis de belleza, historia y misterio.