El sueño imposible de 'The New Yorker', o cuando don Quijote se enfrenta al cambio climático
El artista Eric Drooker recoge en su portada para la revista estadounidense la tarea quijotesca que supone enfrentarse a la crisis climática.
8 noviembre, 2021 18:15Una mezcla de "melancolía justificada" y "positivismo necesario" es lo que ha llevado al artista Eric Drooker a diseñar la última portada de The New Yorker. Bajo el título de The Impossible Dream (el sueño imposible), el neoyorquino ha querido retratar a través del "padre de los sueños imposibles", don Quijote de La Mancha, el sabor agridulce que provocan los compromisos climáticos de los líderes mundiales durante la cumbre del clima que se está celebrando en Glasgow.
The cover of this week’s issue, “The Impossible Dream,” by Eric Drooker: https://t.co/oc4uqeGU1S pic.twitter.com/vWkY1xQFT3
— The New Yorker (@NewYorker) November 8, 2021
"Si don Quijote viviese en el siglo XXI se habría embarcado, sin duda, en una descabellada cruzada caballeresca para salvar el planeta de esa colosal hidra que es el capitalismo", ha dicho el autor de la portada hoy en una entrevista a la revista estadounidense.
Con esta ilustración, Drooker busca concienciar a los lectores y a los líderes mundiales sobre la ardua tarea que tienen todos los países por delante: rediseñar por completo la manera en que consumimos y nos relacionamos con el planeta. Algo que, por el momento, sobre el papel, la 26ª Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas (COP26) parece estar consiguiendo.
En una semana de cumbre, los delegados ya han llevado a cabo nuevas promesas para frenar la deforestación o reducir al máximo las emisiones de metano a la atmósfera, así como invertir ingentes cantidades de dinero –aún insuficientes– para la adaptación al cambio climático de los países más vulnerables.
Sin embargo, como cuenta la periodista medioambiental Elizabeth Kolbert también en The New Yorker, los cerca de 40.000 millones de toneladas anuales de CO₂ que se siguen emitiendo a la atmósfera muestran la contradicción del mundo en el que vivimos. "Tan solo si Estados Unidos hubiese empezado a liderar la lucha climática hace tres décadas, la situación sería completamente diferente", escribe.
Aún no es demasiado tarde para actuar, pero para Drooker sigue pareciendo una tarea quijotesca, un sueño imposible que se hace más utópico con cada grado de temperatura que sube el termómetro o con cada nuevo incendio provocado por la escasez de agua.