Roberto Barrella Efraim Centeno José Carlos Romero

2020 siempre se recordará como el año del confinamiento por la pandemia de covid-19. Todos tendremos en la memoria como de la noche a la mañana nos vimos recluidos en nuestras casas llenos de incertidumbres y de miedos. Hoy, casi dos años después, y con la pandemia aún presente, pero transformada, llega el momento de utilizar los datos disponibles para tratar de entender cómo nos impactó toda esta realidad a los hogares españoles desde la perspectiva de la pobreza energética.

A esa tarea nos hemos dedicado desde la Cátedra de Energía y Pobreza de la Universidad Pontificia Comillas en los últimos meses. Fruto de ello nace el informe de indicadores que acabamos de presentar.

¿Cómo se mide la pobreza energética?

Medir la pobreza energética no es una tarea sencilla. Se trata de una realidad social compleja que difícilmente puede quedar recogida en una sola métrica. Es importante entender que cada indicador que se utiliza para medirla refleja un aspecto o dimensión particular de la misma. Concretamente, cuatro son las dimensiones principales que tradicionalmente se incluyen:

  1. Gasto desproporcionado, es decir, hogares que están en pobreza energética por un gasto excesivo en relación a sus ingresos;

  2. Gasto insuficiente, u hogares que padecen pobreza energética por no cubrir sus necesidades mínimas de energía;

  3. Retraso en pagos, u hogares que acumulan deudas energéticas, síntoma potencial de pobreza energética;

  4. Temperatura inadecuada, es decir hogares que declaran no poder mantener la vivienda a una temperatura adecuada.

Los dos primeros pertenecen a la categoría de indicadores objetivos, mientras que los dos últimos se consideran indicadores subjetivos.

Indicadores propuestos en el informe

Para cada una de las dimensiones mencionadas, el Observatorio Europeo de Pobreza Energética (EPOV) propuso una métrica asociada. Estos cuatros indicadores principales fueron adoptados por la Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética 2019-2024 como las métricas de referencia en España.

Así, en coherencia con esta iniciativa, hemos calculado estos mismos indicadores, así como dos indicadores objetivos adicionales que los complementan: el Minimum Income Standard Indicator (MIS) para medir gasto desproporcionado y el Hidden Energy Poverty Indicator (HEP) como indicador complementario de gasto insuficiente.

¿Qué resultados se obtuvieron para 2019 y 2020?

Los cuatro indicadores del EPOV muestran evoluciones muy diferentes. Si bien los indicadores objetivos (gasto desproporcionado y gasto insuficiente) han experimentado cambios limitados, los dos indicadores subjetivos han empeorado muy notablemente.

Por un lado, el incremento del indicador de retraso en pagos (del 6,6 % en 2019 al 9,6 % en 2020) nos está indicando que el escudo social pudo funcionar en el corto plazo, pero que las deudas se están acumulando.

Es muy urgente atender a esta realidad para evitar que esta situación de deuda se cronifique y termine conllevando, antes o después, el corte de suministro. Habrá que estar muy atentos a la evolución de este indicador en los próximos dos años para ver cómo está evolucionando la deuda energética de las familias vulnerables. Por otro lado, el indicador de temperatura inadecuada también ha empeorado visiblemente (pasó del 7,6 % en 2019 al 10,9 % en 2020).

Aunque es arriesgado reducir toda la explicación a una sola causa, desde la Cátedra consideramos que el confinamiento es ciertamente una de ellas. La obligatoriedad de permanecer en nuestras viviendas nos ha abierto los ojos a la precariedad e ineficiencia de muchísimas de ellas.

Dimensiones ocultas de la pobreza energética

En relación con el indicador de gasto desproporcionado adicional que se ha incorporado en el informe, nos encontramos con una evolución parecida a la de las métricas oficiales. No se percibe un cambio muy destacado en 2020 con respecto a 2019.

Lo que llama considerablemente la atención son las enormes diferencias regionales. La incidencia de este indicador va del 3,6 % en el País Vasco al 22,5 % en Ceuta.

Urge una reflexión al respecto que nos lleve a entender y atender la dimensión regional de esta lacra social y a poner más esfuerzos en las comunidades autónomas más desfavorecidas.

Por último, el indicador de gasto insuficiente adicional, que denominamos de pobreza energética oculta, ofrece una perspectiva nueva del fenómeno de la pobreza energética. El indicador compara el gasto real de los hogares con el gasto energético teórico para cubrir sus necesidades requeridas.

Su evolución en 2020 con respecto a 2019 muestra un descenso notable, pero su alta incidencia (25 % en 2019 y 21 % en 2020) nos indica que la pobreza energética oculta no es una dimensión menor del problema sino, al contrario, seguramente la más apremiante.

Conclusiones

De todo lo anterior se pone de manifiesto que 2020, el año del confinamiento, hizo más compleja la pobreza energética en España. Aunque el escudo social impidió que los daños fueran aún mayores en el corto plazo, ahora tenemos el reto de que la situación de impagos no se enquiste, y que la pobreza energética oculta vaya poco a poco disminuyendo de la mano de actuaciones de mejora en la eficiencia energética de nuestros hogares, empezando por aquellos más vulnerables.

*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

*Roberto Barrella, autor e investigador predoctoral, Cátedra de Energía y Pobreza, ICAI, Universidad Pontificia Comillas.

*Efraim Centeno Hernáez, autor y director Cátedra de Energía y Pobreza, Universidad Pontificia Comillas.

*José Carlos Romero Mora, autor y coordinador Cátedra Energía y Pobreza, Universidad Pontificia Comillas.

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