El cáncer de cuello de útero, también conocido como cáncer de cérvix, es una enfermedad que muestra claramente la diferencia del acceso sanitario entre países. Casi el 100% de los casos se produce por el contagio del virus del papiloma humano (VPH) y cada año se cobra la vida de más de 300.000 mujeres en todo el mundo (aproximadamente la mitad de los más de 604.000 nuevos casos que se detectan anualmente). Además, el cáncer de cuello uterino es el cuarto más frecuente entre las mujeres, mientras que en lugares como España baja al undécimo puesto.
Según datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) se calcula que entre el 85 y el 90% de las muertes por cáncer de cérvix tienen lugar en países en vías de desarrollo. Las zonas del mundo con mayor mortalidad por cáncer de cérvix son los países del oeste y el sureste de África, seguidos de algunos de Latinoamérica, como Bolivia y Paraguay.
Esto supone que la tasa de mortalidad es 18 veces mayor en los países de ingresos bajos o medios respecto a los países ricos. Un ejemplo es el de Camerún que, tal y como alertó la Fundación Recover en 2021, tiene una mortalidad por esta enfermedad de 19 mujeres al año por cada 100.000, mientras que en España este indicador está en 2 fallecimientos por cada 100.000 personas.
También hay que tener en cuenta que en la mayoría de los países subsaharianos los datos sobre la mortalidad del cáncer de cuello uterino son escasos o no están disponibles.
Esta comparativa es aún más dramática si se tiene en cuenta que aproximadamente el 80% serían curables si se detectasen a tiempo. Al producirse en la mayoría de los casos por el contagio del VPH, que en España tendrán al menos una vez en la vida el 80% de hombres y mujeres y generalmente es asintomático, la detección temprana a través de los cribados (como las citologías), es fundamental.
Gracias a esos exámenes médicos, las campañas de prevención y la inoculación de la vacuna contra el VPH, desde hace años se está logrando que en zonas como Europa o Norteamérica disminuyan poco a poco los casos de cáncer. “El cáncer cervicouterino es altamente prevenible y tratable. Podría convertirse en el primer cáncer en ser eliminado”, afirmó el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
El problema es que muchos países no cuentan con una red sanitaria lo suficientemente fuerte que permita llegar a tiempo. Según la Fundación Amigos de Monkole, que opera en República Democrática del Congo, sólo el 17% de los países África tienen un programa y un presupuesto específico para combatir el cáncer. Igualmente, destaca que "en los sitios donde existe un programa de cáncer de cuello, la cobertura efectiva suele ser baja".
Objetivo: teminar con el cáncer
Con todos estos datos sobre la mesa, en 2020 la Organización Mundial de la Salud se comprometió por primera vez a acabar con este tipo de cáncer y la Asamblea de la Salud adoptó la Estrategia Mundial para Acelerar la Eliminación del Cáncer del Cuello Uterino como Problema de Salud Pública. En ella considera que un país ha eliminado el cáncer de cuello uterino cuando la incidencia es inferior al umbral de 4 casos por 100.000 mujeres al año.
Desde entonces, trabaja junto con la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) en la campaña '90-70-90' que tiene tres objetivos claros a desarrollar en todos los países:
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Que 90% de las niñas sean vacunadas contra el virus del papiloma humano antes de los 15 años.
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Garantizar que el 70% de las mujeres se sometan a pruebas de detección mediante una prueba de alto rendimiento antes de los 35 años y, de nuevo, antes de los 45.
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Que el 90% de las mujeres con lesiones en la cérvix que puedan degenerar en cáncer reciban tratamiento preventivo, y que el 90% de las mujeres con cáncer invasivo reciban un tratamiento adecuado.
Por el momento es pronto para saber la tasa de éxito de esta campaña, que busca haber cumplido con su objetivo de eliminación del cáncer de cuello uterino para el 2050. No obstante, muchas organizaciones por la salud temen que la pandemia que ha asolado el mundo estos dos últimos años y la crisis económica consiguiente dificulte que los países inviertan parte de su presupuesto en esta lucha tan necesaria, que podrá salvar la vida de miles de mujeres.