Un estudio científico ha demostrado que el riesgo de ictus isquémico, el más frecuente de los accidentes cerebrovasculares, se reduce en un 16% en aquellas personas que viven a menos de 300 metros de zonas verdes.
El artículo, titulado Air pollution and surrounding greenness in relation to ischemic stroke: A population-based cohort study y publicado en la revista Environment International, es uno de los más importantes publicados hasta el momento en Europa y ha analizado datos de toda la población de Cataluña, georreferenciando a más de tres millones de personas entre los años 2016 y 2017.
"El estudio demuestra la importancia de los determinantes ambientales en el riesgo del ictus", señala Carla Avellaneda, una de las autoras principales del estudio.
La investigación ha sido realizada en conjunto por el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas, el Hospital del Mar, la Agència de Qualitat i Avaluació Sanitàries de Catalunya (AQuAS) del Departament de Salut de la Generalitat y el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación 'la Caixa'.
Los tres contaminantes atmosféricos vinculados al tráfico de vehículos que se han tenido en cuenta en el estudio han sido las partículas de menos de 2,5 micras (PM2,5), el dióxido de nitrógeno (NO2) y las partículas de hollín. A partir de esta medición, se ha determinado el impacto en el lugar de residencia de cada una de las personas estudiadas.
Los resultados del estudio arrojan una relación directa entre el incremento de los niveles de NO2 en la atmósfera y el riesgo de sufrir un ictus isquémico.
A diferencia de otros contaminantes del aire, el NO2 está causado principalmente por el tráfico rodado. “Por lo tanto, si queremos reducir los múltiples riesgos que este contaminante supone para la salud de las personas, tenemos que aplicar medidas valientes que reduzcan el uso del coche”, sostiene Cathryn Tonne, investigadora de ISGlobal.
Además, la investigación señala que estos datos se aplican por igual a toda la población, sin importar los factores socioeconómicos, de edad o de adicción al tabaco.
"Tenemos que aplicar medidas valientes que reduzcan el uso del coche", sostiene Tonne.
También se han analizado la cantidad y la densidad de las zonas verdes existentes en un radio de 300 metros del domicilio de las personas estudiadas. “La gente que vive rodeada de un mayor grado de verdor en su lugar de residencia, tiene protección ante la aparición del ictus”, apunta Carla Avellaneda, investigadora del Grupo de investigación Neurovascular del IMIM-Hospital del Mar y una de las autoras principales del trabajo.
En general, el estudio muestra que la exposición a espacios verdes tiene efectos beneficiosos para la salud a través de diferentes mecanismos, como la reducción del estrés, el incremento de la actividad física y de los contactos sociales e, incluso, la exposición a un microbioma enriquecido.
Límite europeo más estricto
Ante los descubrimientos de la investigación, los investigadoras abogan por una profunda reflexión sobre los actuales niveles de contaminación atmosférica que son considerados como ‘seguros’, sobre todo en el ámbito europeo.
Si bien se cumplen los niveles marcados por la Unión Europeo, Rosa María Vivanco, autora principal del trabajo e investigadora del AQuAS y del IMIM-Hospital del Mar, advierte de que “el peligro todavía existe y se tienen que tomar muchas más medidas teniendo en cuenta el incremento de población urbana y su envejecimiento”.
Ante la constatación de que existe una correlación entre la contaminación atmosférica, la falta de espacios verdes, etc. y los ictus isquémicos, Jaume Roquer, jefe del Servicio de Neurología del Mar, concluye que “tenemos que luchar para conseguir pueblos y ciudades más sostenibles en los que vivir no implique asumir un incremento de riesgo de enfermedad”.