En La Puebla de Valverde, en Aragón, hasta 92.700 visones fueron sacrificados el año pasado en una granja de la región. Habían contraído el coronavirus. En Íscar, en la provincia de Valladolid, un brote de gripe aviar dejó más de 130.000 gallinas muertas.

Como ya hemos visto con la Covid-19 y otros virus, el riesgo de que se recombinen, muten y puedan saltar a los humanos es muy elevado. Pero todavía más en un contexto de subida de la temperatura media global.

Una reciente publicación de Nature sitúa el cambio climático en el centro de la diana. Científicos de la Universidad de Georgetown han comprobado que en la medida en que el clima se vaya calentando, los animales se van a ver obligados a trasladar sus hábitats a otras regiones. 

Esto, indican, aumenta drásticamente el riesgo de que se produzca un brote entre especies y pueda originar una nueva pandemia. Cuando se encuentren con otros animales por primera vez, van a compartir miles de virus. En este proceso, pueden hallar especies trampolín que transmitan las enfermedades de forma directa a las personas.

Hay multitud de patógenos animales que pueden infectar a la especie humana, pero otros, necesitan hacer antes unas pequeñas adaptaciones o mutaciones para poder dar el salto. Una vez que consiguen una compatibilidad, para que el virus o la bacteria pase a nuestro organismo, tienen que entrar en contacto con él de alguna manera. Esto es por una especie intermedia más cercana a nuestras poblaciones o bien por la picadura de un mosquito que sea portador de una enfermedad infecciosa.

Virus del Zika. iStock

Existe un factor humano fundamental. Como comenta Jordi Serra, experto en ecoepidemiología e investigador del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio), los coronavirus, por ejemplo, llevan centenares o miles de años en los murciélagos. “Ahora hay una pandemia, pero lo que ha cambiado es nuestro contacto con las especies salvajes y silvestres”, asegura.

El estudio, de hecho, apunta al negocio de especies y los mercados donde se comercia con ellas como uno de los mayores peligros. Colin Carlson, autor e investigador del Centro Médico de la Universidad de Georgetown, apunta que “juntar animales en combinaciones antinaturales puede dar lugar a este proceso” de contagio a los humanos.

Otro de los puntos clave que trasladan los investigadores en su estudio es que virus como el Ébola o el coronavirus pueden surgir en nuevas zonas y en nuevos animales, y esto puede hacer más difícil conseguir rastrearlos. No obstante, en 2070, las poblaciones humanas del sur de África, el sur de China, India y el sureste asiático serán los puntos críticos donde están proyectados los mayores riesgos de transmisión viral entre especies. 

El cambio climático impulsará nuevos intercambios virales entre especies de mamíferos. Colin Carlson

El trampolín a los humanos

El virus de la gripe aviar hasta ahora sólo se había desarrollado en animales. Generalmente en aves, aunque también se han dado casos en otro tipo de mamíferos como los caballos, los perros y las focas. Y, hasta hace cuatro días, era así. La sorpresa es que la cepa H3N8 ha conseguido dar el salto a un humano. Concretamente, a un niño de cuatro años en China, tras el contacto con aves que cría su familia.

Como apunta Fernando Valladares, doctor en Ciencias Biológicas y profesor de investigación en el CSIC, lo que más nos preocupa es ese brote de un virus animal en humanos. Sin embargo, el experto explica que “lo malo de que se infecten entre ellos [entre los animales] es que el infectado sufre una mutación de ese virus y, al final, son esos saltos los que abren nuevas oportunidades para que el virus se haga compatible con el ser humano”.

Hay especies que son auténticos reservorios de patógenos, como es el caso de los murciélagos. Coevolucionan con ellos y desarrollan un sistema inmune que es capaz de hacerles frente sin ponerse enfermos. “Nosotros también”, comenta Valladares, “lo que pasa es que no somos conscientes de que hemos llegado a un equilibrio con ellos”. Recuerda el caso del virus del herpes, que aflora en algunas personas cuando disminuyen sus defensas.

“Somos un caldo de cultivo. Por eso se ha expandido tan rápido la Covid y cualquier enfermedad infecciosa puede encontrar en la especie humana un chollo, porque vivimos juntos y saltar de un individuo a otro es muy fácil”, cuenta Valladares. Y más, si cabe, en los próximos años.

El cambio climático lo que va a hacer es cambiar la distribución tanto de los animales que hospedan a los patógenos como de los que son vectores de ellos. Es decir, como se ha explicado, muchos organismos patogénicos necesitan de un vector como los mosquitos o una especie trampolín que consiga transmitir la enfermedad a las personas.

Jabalíes en un parque de Barcelona. EFE

En este punto hay que tener en cuenta que una zoonosis “es una cuestión de probabilidades”, explica Valladares. Es una cuestión lógica. En la medida en que soportemos temperaturas más cálidas, estaremos más expuestos a enfermedades que porten especies que migren a nuestras regiones. O, por ejemplo, a picaduras de mosquitos como el Zika. En España, de hecho, desde que comenzó la epidemia en América en 2015, se han notificado más de 500 casos de la enfermedad.

El estudio de Nature sugiere que la crisis climática que ya estamos experimentando se va a convertir en el mayor factor de riesgo en relación con la aparición de enfermedades infecciosas. Mucho más que lo que pueden suponer ahora la deforestación, el comercio con animales silvestres o la agricultura industrial. 

Estos cambios en las poblaciones mundiales los estamos viendo ya, aseguran, con el calentamiento actual de 1,2 °C, “y es posible que los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero no impidan este proceso”. La solución, por tanto, puede estar en unir la vigilancia epidemiológica de la vida silvestre con estudios en tiempo real del cambio en el clima.

Como asegura Carlson, “cuando un murciélago brasileño de cola libre llega hasta los Apalaches, debemos invertir en saber qué virus lo acompañan”. Añade que “tratar de detectar estos saltos de los virus en tiempo real es la única forma en que podremos evitar que este proceso provoque más contagios y más pandemias”.

No obstante, Serra confía también en que hay factores humanos que producen la amplificación de esos virus y en eso se puede trabajar. Ya sea por controles sanitarios o con un mayor seguimiento de la salud de las poblaciones, el experto asegura que la adaptación a la especie humana “no es suficiente”, y sentencia: “Algo tendremos que modificar en nuestra actividad para que esto no se produzca”.

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