Los anticiclones son los responsables de los días secos y calurosos. Bloquean las borrascas y tienen un efecto directo sobre el régimen de lluvias. El de las Azores, situado en el centro del Atlántico Norte, está experimentando una expansión “sin precedentes” y está creando las condiciones más secas en la Península Ibérica de los últimos mil años. Al menos, así lo corrobora el último estudio publicado en Nature Geoscience.
Un equipo internacional de científicos ha estudiado el comportamiento de este fenómeno meteorológico del Atlántico durante los últimos 1.200 años. Las conclusiones arrojan que los patrones meteorológicos y climáticos a largo plazo en la Europa Occidental se están viendo fuertemente influenciados por la circulación atmosférica asociada al anticiclón de las Azores.
Cuando desciende a la superficie el aire seco y caliente que transporta el anticiclón de las Azores es cuando en países como España, Portugal y otros del Mediterráneo sufren episodios especialmente cálidos y áridos.
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Este sistema subtropical, antes de la llegada del invierno, se mueve hacia el sur de las islas portuguesas para después circular en el sentido de las agujas del reloj. Esto permite que otros sistemas meteorológicos como las borrascas invadan la Península Ibérica y el Mediterráneo.
Es decir, los cambios en la posición del anticiclón crean vientos que llevan la humedad hacia la zona mediterránea. El problema es que, según el último estudio de Nature, esto no está ocurriendo y la precipitación invernal está disminuyendo.
De hecho, en España, los expertos alertaron el pasado noviembre de que este fenómeno se situaba más al norte de lo habitual para la fecha. Un bloqueo anticiclónico que frena en gran parte la llegada de lluvias a nuestro país y ha provocado una situación de escasez de recursos hídricos acumulados.
El equipo de científicos que ha modelado ahora el cambio del tamaño y extensión del anticiclón de las Azores en los últimos 1.200 años han registrado una expansión mayor del fenómeno, en promedio, a partir de hace unos 200 años. En ese momento fue cuando las emisiones de gases de efecto invernadero comenzaron a aumentar sustancialmente. Un crecimiento que se hizo especialmente notorio en el siglo XX.
La comparación de sus modelos con indicadores geoquímicos de niveles de precipitación pasados conservados en estalagmitas portuguesas ofrece datos reveladores. Entre ellos, que la expansión anómala del anticiclón de las Azores está relacionada con el inicio de inviernos más secos en el Mediterráneo occidental como el que hemos tenido este año en nuestro país. Y las previsiones no son mejores.
En ese contexto, los expertos prevén que el fenómeno continuará expandiéndose en este siglo a medida que continúen aumentando los niveles de gases de efecto invernadero. El riesgo de que esto ocurra es que también aumentarán las posibilidades de sufrir sequías más severas y de una manera más frecuente en la Península Ibérica.
Menos vino y menos olivares
Como recoge el estudio de Nature, el efecto Azores tiene un impacto directo sobre la salud ecológica y económica de la región ibérica. El 40% de la lluvia que recibe la Península se produce durante el invierno. Sin embargo, los recientes hallazgos señalan que, durante la segunda mitad del siglo XX, se registra una fuerte sequía anual por década, con una caída del 10% al 20% de las precipitaciones invernales esperadas.
“Estos cambios proyectados hacen que la agricultura de la región ibérica sea una de las más vulnerables de Europa”, señala el estudio. De hecho, se prevé que en las regiones olivareras del sur de España sufran un descenso del 30% en la producción para 2100.
Asimismo, se prevé que las regiones vitivinícolas de la Península Ibérica disminuyan en superficie entre un 25% y un 99% para 2050, debido a los graves déficits hídricos que hacen que la tierra no sea apta para la viticultura.
Así, los autores concluyen que esta expansión del anticiclón se ha visto impulsada por causantes climáticos externos, y el único que produce esta señal en la era industrial son las concentraciones atmosféricas de los gases de efecto invernadero.
Como aseguran, estos hallazgos tienen implicaciones importantes para los cambios proyectados en el hidroclima del Mediterráneo occidental a lo largo de este siglo. Sobre todo para tratar de prever y adaptarse a los riesgos que se plantean en sectores agrícolas como la viticultura y las plantaciones de olivos en la Península Ibérica.