El fondo marino esconde multitud de metales estratégicos para la transición verde. Más, si cabe, en un momento en el que la guerra de Ucrania ha puesto la urgencia energética sobre la mesa. Hay hambre de fuentes de energía y, en ese apetito, los mares y los océanos juegan un papel clave. No tienen protección legal internacional y su explotación se vuelve un caramelo difícil de ignorar.
La reunión celebrada esta semana en Jamaica ha pasado desapercibida, pero abordaba un tema vital para los países que piensan apostar por la conquista económica del fondo marino. Concretamente, esta cita internacional reunía al Consejo de la Autoridad Internacional del Fondo Marino (ISA, por sus siglas en inglés), perteneciente a las Naciones Unidas y el encargado de dar luz verde a la futura fase de explotación marina.
De momento, lo único a lo que se ha dado licencia es a la exploración de los recursos que se encuentran en el fondo del mar, para saber qué hay y para qué se podría utilizar. Ya se conoce la presencia de algunos tan valiosos para la transición energética como pueden ser los nódulos polimetálicos, los sulfuros o las costras cobálticas.
Para hacernos una idea, solo en la montaña submarina Tropic –en el fondo marino canario–, se pueden encontrar tal cantidad de metales que podrían cubrir las necesidades de 277 millones de coches eléctricos. También, según recogía un artículo de Science de 2016, tiene tantos recursos como para construir los paneles solares necesarios para satisfacer el consumo eléctrico de la mitad de Reino Unido.
Las necesidades energéticas actuales, entre las que se incluye la aceleración de la transición verde por la deriva climática, ponen este tesoro submarino en el centro de la diana. Aun cuando todavía existe un profundo desconocimiento sobre las consecuencias medioambientales de la minería submarina sobre los ecosistemas.
Es precisamente esto lo que ha resaltado la delegación española en la cita mundial sobre minería submarina. Según declaraciones recogidas por Efe del embajador de España y representante ante la Alta Autoridad para los Fondos Marinos, Diego Bermejo, “el principio de precaución nos obliga a anticiparnos a los impactos negativos sobre el medio marino y sus consecuencias, como la pérdida de biodiversidad”. Una pausa precautoria es necesaria “hasta que seamos capaces de garantizar una protección eficaz del medio marino”.
En este sentido, la ciencia ya ha advertido de que el daño que puede causarse puede ser “peligroso” e “irreversible”. La biodiversidad que puede encontrarse en estos ecosistemas marinos es equivalente al de las selvas tropicales, con multitud de especies diferentes y de importante conservación.
Si mediante la minería submarina se llegase a arrancar la superficie de estos montes con recursos estratégicos, la biodiversidad allí presente se destruiría. Y muchos han tardado siglos en poder constituirse.
Como reconocía a EL ESPAÑOL Javier González, investigador del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), en relación al monte Tropic de Canarias, "sabemos que hay minerales, sabemos que tienen un potencial interés económico, pero primero hay que evaluarlos y, después de esa evaluación y de estudios de impacto medioambiental, entonces se puede decidir o no si se puede convertir en una mina".
Lo que es cierto es que a la intención de España de proteger el fondo marino se han unido otras voces de representantes de países como Alemania, Costa Rica y Panamá, quienes también insisten en la destrucción que podría causar la minería submarina. Otros como Nueva Zelanda o Francia nadan en la misma dirección, en que se ralentice la transición a la fase de explotación de los recursos. Al menos, hasta que pueda garantizarse una protección eficaz del medio marino.
Hay que recordar que el pasado agosto Naciones Unidas celebraba una serie de reuniones para tratar de sacar adelante un acuerdo mundial para proteger los océanos. Sin embargo, esta cita acabó como empezó: con una declaración política sin vinculación alguna, en la que las naciones se comprometen a cumplir con el ODS 14, que es el de conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos.
La puesta en marcha de un Tratado Global de los Océanos –que también regule aspectos como la sobreexplotación pesquera– quedó pendiendo de un hilo que pretende recuperarse en la próxima cumbre del clima y en la cumbre de biodiversidad que se celebrará en el mes de diciembre.
No obstante, hasta entonces, la sed de energía puede establecer sus propias reglas. Al menos en lo que se refiere a la búsqueda y hallazgos de yacimientos de gas, petróleo y metales estratégicos de especial interés en un contexto de crisis energética.
A por el gas 'submarino'
Recientemente, un informe de la organización OceanCare denunciaba, precisamente, la fuerte inversión de Egipto –anfitrión de la cumbre del clima de este año– y otros países europeos en la exploraciones de hidrocarburos en el Mar Mediterráneo. De hecho, el documento subraya que en los últimos dos años se han otorgado varios licencias de exploración de petróleo y gas en alta mar, e incluso en el delta del río Nilo.
Como apunta la organización, además de Egipto, otros como Argelia, Bulgaria, Chipre, Grecia, Israel, Líbano, Montenegro, Rumanía o Turquía andan tras la pista de los recursos que esconde el mar. Señalan que al menos un tercio de las reservas mundiales de gas natural sin explotar se encuentran en el lecho marino del Mediterráneo oriental, y es probable que se encuentren depósitos adicionales de petróleo y gas en el Mar Rojo.
Carlos Bravo, experto en Política Oceánica en la organización, insiste en que “continuar la búsqueda de nuevos yacimientos de petróleo y gas en medio de la actual crisis climática y ambiental no solo favorece a la industria petrolera, sino que también está en total contradicción con los esfuerzos y objetivos de transición energética del Acuerdo de París, al que Egipto y estos otros países son signatarios”.
Por su parte, Nicolas Entrup, Director de Relaciones Internacionales de OceanCare, apuntaba que “la cuenca del Mediterráneo es un punto crítico del cambio climático”. Por ello, las licencias de exploración de petróleo y gas en alta mar ahora emitidas con el pretexto de la crisis energética obligaría a iniciar su producción para dentro de unos cinco años. “Cada centavo invertido ahora en la exploración de petróleo y gas se desperdicia y se perderá en los esfuerzos de gestión de crisis y transición energética”, recuerda Entrup.
Estas extracciones tienen un alto coste en lo que se refiere a emisiones e impacto ambiental. Sobre todo cuando la ciencia lleva unos años advirtiendo no sólo de la emergencia climática que vivimos, sino también de la senda que hay que seguir: la descarbonización de la economía y la protección sostenible de los ecosistemas terrestres.