“Los productores estamos arruinados”, comenta Francisco Molina, agricultor de un olivar en la localidad jienense de Torreperogil. La falta de lluvias acumulada y la sequía prolongada están poniendo contra las cuerdas a pequeños productores como él, que ven cómo “no hay apenas producción” de aceituna. La cosecha de este año empezará más tarde, será más corta y supondrá la mitad con respecto a la de hace un año.
“La realidad la veremos en el mes de diciembre”, lamenta Molina, porque “aunque la aceituna viene adelantada, más madura de lo habitual, su tamaño es muy pequeño y su recogida presenta dificultades”. Razón por la que “los agricultores no las están recogiendo aún”, explica el agricultor, “porque además siguen esperando lluvias”.
Sin embargo, “las lluvias de ahora, poco van a resolver”, sentencia el productor, porque la aceituna ya está madura. Esto se traduce en una campaña corta –concentrada en los meses de diciembre y enero– y en consumos a la baja, porque “no va a haber suficiente aceite y eso provoca lógicamente un alza de precios”, cuenta Molina. No obstante, el agricultor descarta el total desabastecimiento.
Es la peor campaña en al menos 10 años, con 780.000 toneladas previstas de aceite de oliva. La peor parte se la lleva Andalucía, la principal comunidad productora, que verá reducida a la mitad (con 587.000 toneladas) la cosecha de este año. Según declaraciones de la Coordinadora de Organizaciones Agrarias y Ganaderos (COAG) a Efeagro, los olivareros están viviendo “una situación límite”.
El déficit de agua acumulado del pasado año hidrológico ha terminado de tensar uno de los sectores más golpeados por las inclemencias meteorológicas. Las altas temperaturas alcanzadas durante la última primavera marchitaron la flor, “la quemaron”, cuenta Molina. A eso se le añade la falta de precipitaciones que aún continúa.
Según los datos oficiales, el mes de octubre, primero del año hidrológico 2022/23, ha tenido globalmente en España una precipitación media de 52 mm, inferior al valor medio de los meses de octubre de la serie de referencia 1981-2010 (74,9 mm). En Jaén, donde Molina cuida su olivar, la lluvia media está en torno a los 600 litros al año, cuenta, pero este año acumulan 40 litros. “No solo no llovió el año pasado, sino que sigue sin llover”, insiste, y eso “ha provocado un menor crecimiento del olivo”.
Esto, unido al alto coste que asumen los agricultores en cuanto a gasoil, electricidad y abonos, lleva varios meses disparando el precio de nuestro oro líquido. De acuerdo al último boletín semanal de precios del aceite de oliva del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, continúa su escalada, situándose en un 52,4% más con respecto a la anterior campaña. Incluso un 114,2% más si valoramos las últimas dos.
Por tanto, pocas lluvias y costes altísimos para unas hectáreas de olivar que no han dejado de crecer en España. Según los datos recogidos en la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos Cultivos (ESYRCE) del Ministerio de Luis Planas, su superficie se ha incrementado en un 7,4% en los últimos 10 años, hasta las 2,7 millones de hectáreas.
Como comenta Molina, la hectárea de olivo en riego necesita unos 1.500 m3 de agua al año. En los de secano, la lluvia media de zonas como Jaén puede llegar a cubrir el 70% de las necesidades de un olivar. No obstante, el déficit de precipitaciones que aún sufre nuestro país y las malas previsiones por el cambio climático no son muy halagüeñas para el sector agrario.
Media España en alerta
El aceite de oliva no es el único damnificado de esta falta de lluvias. En el mes de septiembre pudimos conocer cómo la escasez de agua y las altas temperaturas no solo habían adelantado la cosecha de maíz, sino que como ocurre con la aceituna, se había reducido casi a la mitad con respecto a la del año anterior.
Unos datos que, como alertaba el sector agrario hace un par de meses, pueden empeorar si las precipitaciones siguen sin hacer acto de presencia. Al menos, al nivel que se necesitan. Y es que si los pantanos y las reservas de agua siguen a la baja, la plantación de cereales como el maíz pueden verse afectados.
La situación está llegando a tal punto en el campo que, a principios de este mes, millones de agricultores firmaron una carta abierta en la que pedían ayuda a los líderes mundiales en forma de financiación. Por un lado, proponían una mayor adaptación de los productores a pequeña escala y, por otro, promover un cambio hacia una agricultura más diversa y con baja demanda de recursos.
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No hay más que comprobar los datos a los que nos enfrentamos en España este año. Según el último informe que publica el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), tras un año “marcadamente seco”, con un 25,3% menos de lluvia, la sequía continúa empeorando. “La superficie geográfica en situación de sequía prolongada se ha incrementado del 36% al 44,6%”, indica el estudio.
Estos datos “tienen que ver estrictamente con la acumulación de meses con valores de precipitaciones globales inferiores a los medios de la serie histórica”, señala Pilar Paneque, responsable del Observatorio Ciudadano de la Sequía (OCS). Asimismo, añade que aunque las previsiones de la AEMET apuntan a una mayor precipitación solo en el sureste peninsular y archipiélagos, “habrá que esperar”.
En cualquier caso, señala la experta, “no podemos atender solo a las precipitaciones y concentrarnos en aquello en lo que sí podemos intervenir” como es la “escasez de agua, que es lo que realmente nos preocupa y que sí que tiene que ver con la gestión que hacemos”.
En este sentido, más de la mitad de la superficie del país está en prealerta, alerta o emergencia por escasez. “Esto sí que pone en jaque a los distintos usos del agua”, insiste Paneque, porque la sequía, que es un fenómeno natural recurrente, “supone una vuelta de tuerca más a un sistema completamente estresado, tensionado y llevado al límite en condiciones de normalidad”.
Para la experta, esto se podría evitar "no sobreexplotando tanto los sistemas ni llevando tanto al limite las reservas". Señala que "no se han acumulado tantos meses de sequía como para haber llegado a esta situación de escasez de agua, por tanto no podemos hablar solo de déficit de precipitaciones sino también de una avaricia que termina por romper el saco".
Los datos están ahí. Según los últimos proporcionados por el MITECO en su boletín hidrológico, más de la mitad de los acuíferos (un 58%) cuenta con niveles bajos. El mes de octubre es el que peores datos presenta de este año. “Niveles que han venido decreciendo desde el mes de mayo durante todos los meses de verano”, señala el último informe.
Los embalses tampoco han remontado. Los últimos datos muestran que las reservas hídricas están al 32,9% de su capacidad total, lo que supone casi un 20% menos de agua con respecto a la media de los últimos 10 años. Los que peor situación afrontan son las Cuencas internas de Cataluña (33,8%), Guadalete-Barbate (21,6%), Segura (32,6%), Guadalquivir (18,6%), Cuenca Mediterránea Andaluza (33,9%) y Guadiana (23%).
El bajo nivel de reservas hídricas y de precipitaciones ya está obligando a amplias zonas del país a aplicar restricciones en el uso del agua. La situación ha llevado a que se activen planes de gestión de sequías en los que, como mucho, se llevan a cabo cortes nocturnos en algunos municipios, así como en otros sectores como el riego, la agricultura o la ganadería.