Las sirenas comenzaron a sonar en las calles de Venecia el 12 de noviembre de 2019. Los 140 centímetros del acqua alta, poco más tarde, crecieron hasta alcanzar casi los dos metros como consecuencia de vientos de más de 120 kilómetros por hora. Las góndolas se rompieron, se inundaron edificios históricos como la basílica de San Marcos y barrios enteros se quedaron a oscuras. Fue la mayor catástrofe desde 1966.

Este episodio de mareas altas -aunque no tan extremo- suele ser habitual para esta ciudad. El problema es que ahora se produce cada menos tiempo y no hará más que empeorar como consecuencia del cambio climático. Algo que no sólo sucederá en la ciudad veneciana.

El nivel medio del mar a nivel global ha crecido 20 centímetros en el último siglo. Una subida que, aunque pueda parecer insignificante, ya se traduce en catástrofes más frecuentes e intensas que anegan poblaciones costeras enteras y las sumen en la absoluta destrucción y vulnerabilidad. Hoy mismo Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, alertaba de “un éxodo masivo de poblaciones enteras a escala bíblica” que afectará a más de 1.000 millones de personas desde Londres a Los Ángeles y de Bangkok a Buenos Aires.

Un estudio publicado ahora en Nature Communications por un equipo internacional de científicos muestra cómo limitar la temperatura media a nivel mundial por debajo de los 1,8 grados, en relación con los niveles preindustriales, no solo es esencial, sino urgente. De lo contrario, el derretimiento de las capas de hielo y la consecuente subida del nivel del mar será “inminente” y su aceleración se mostrará “imparable”.

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Como apuntan los autores, las poblaciones costeras de todo el mundo ya se están preparando para el aumento del nivel del mar. Sin embargo, las medidas previstas pueden no ser suficientes si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen calentando la atmósfera a un ritmo como el actual. 

De hecho, las últimas estimaciones apuntan a que, si no se toman decisiones drásticas, en esta década superaremos el límite seguro de 1,5 grados de temperatura media mundial con respecto al período preindustrial y los dos grados en este siglo.

A los científicos que publican ahora datos precisos sobre la subida del nivel del mar, uno de los efectos de este calentamiento, les preocupa el derretimiento sin frenos de las capas de hielo, su mayor contribuyente. El nuevo modelo informático desarrollado, captura así por primera vez la relación entre las capas de hielo, los icebergs, el océano y la atmósfera, y concluye que esta retroalimentación sólo se puede desacelerar si el mundo alcanza las cero emisiones antes del año 2060. 

Anteriormente, los científicos destacaron la importancia del derretimiento del océano bajo la superficie como un proceso clave, que puede desencadenar efectos descontrolados en las principales capas de hielo marinas de la Antártida. "Sin embargo, de acuerdo con nuestras simulaciones, la efectividad de estos procesos puede haber sido sobreestimada en estudios recientes", explica June Yi Lee, coautora del estudio e investigadora del Centro IBS para Física Climática. 

La experta añade que “vemos que el hielo marino y los cambios en la circulación atmosférica alrededor de la Antártida también juegan un papel crucial en el control de la cantidad de capa de hielo que se derrite con repercusiones en las proyecciones globales del nivel del mar”.

Así, Axel Timmermann, coautor del estudio y director del IBS Center for Climate Physics, apunta que, según los nuevos cálculos, y si no cumplimos con este objetivo, “las capas de hielo se desintegrarán y se derretirán a un ritmo acelerado”. Como consecuencia, el nivel del mar aumentará al menos un metro en los próximos 130 años, lo que “se sumaría a otros efectos como la expansión térmica del agua del océano”.

El deshielo y el aumento del nivel del mar según los escenarios de emisiones. IBS

En el trabajo, el modelo les permitió estudiar la posible evolución futura de las capas de hielo de la Antártida y Groenlandia para estimar mejor sus contribuciones al aumento del nivel del mar. Bajo un escenario futuro de altas emisiones, se espera que las dos capas de hielo por sí solas contribuyan con alrededor de 60 a 70 centímetros al aumento del nivel medio global del mar en este siglo.

Además, los autores descubrieron que limitar el calentamiento global a 2°C por encima de los niveles preindustriales sería insuficiente para frenar la tasa de aumento del nivel del mar global y evitar una pérdida irreversible de grandes áreas de la capa de hielo de la Antártida Occidental. No obstante, el estudio también destaca la necesidad de desarrollar modelos de sistemas terrestres más complejos, que capturen los diferentes componentes del clima, así como sus interacciones para predecir mejor estos efectos devastadores. 

Un ‘greenwashing’ sin paliativos

A pesar de la evidencia científica al respecto y de la aparición de fenómenos meteorológicos cada vez más frecuentes, intensos y extremos, las políticas climáticas actuales de empresas y gobiernos siguen ignorando la urgencia de la situación. Y los casos se han ido conociendo con más detalle en los últimos meses.

Una investigación publicada hace un mes en la revista Science mostró cómo Exxon, una de las mayores petroleras estadounidenses, sabía los datos precisos acerca de cuánto se iba a calentar el planeta desde la década de los 70 y sus efectos. Aún así, decidió continuar participando del boom de una economía carbonizada y desinformar públicamente para engordar sus cuentas.

Asimismo, las cumbres del clima, ideadas en un principio para establecer las políticas y medidas necesarias para frenar el cambio climático a nivel mundial, han ido perdiendo cada vez más credibilidad. Sobre todo después de que se supiera cómo el lobby de los combustibles fósiles había pagado por desinformar en el encuentro y cómo el próximo anfitrión de la conferencia internacional será uno de los países que más participa de este modelo económico anti-clima: Emiratos Árabes Unidos.

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No obstante, aún se está a tiempo de poder frenar los peores efectos del cambio climático. Desde pequeñas acciones por parte de los ciudadanos –cambiando hábitos de consumo, por ejemplo– como por parte de gobiernos y empresas a la hora de establecer políticas climáticas reales, alcanzables e inmediatas.