El Gobierno estadounidense ha comunicado a España su predisposición para negociar la limpieza de Palomares, que lleva 57 años esperándose en el municipio andaluz. Esto ocurre después de que el pasado 6 de mayo, el Ejecutivo español reactivara el expediente de la limpieza de esta localidad almeriense afectada por el accidente nuclear de 1966.
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Estados Unidos ya había adquirido este compromiso cuando en 2015 Washington y Madrid suscribieron un acuerdo para que el primero trasladase la tierra contaminada al desierto de Nevada. Sin embargo, el pacto, que fijaba que España llevaría a cabo la limpieza y EEUU el traslado de la tierra radiactiva, no cuenta con vinculación jurídica.
De ahí que cerca de 40 hectáreas en Palomares sigan teniendo presencia del plutonio que contaminó la zona cuando se produjo un accidente entre dos aviones del ejército estadounidense.
Aunque se trate de un problema que se lleva arrastrando más de medio siglo, parece, según publica hoy el diario El País, que la situación podría cambiar: Washington ya ha respondido a la petición del Gobierno de Sánchez de que se ejecute de una vez por todas el acuerdo de 2015.
Y lo ha hecho, explica la cabecera española, "positivamente, mostrándose dispuesto a negociar los términos en que se procedería a la retirada de las tierras contaminadas". Además, la Administración Biden también se ha mostrado dispuesta a convenir los términos de la limpieza, los costes y las responsabilidades que tendría que asumir cada parte.
Aunque todavía no hay confirmación de los detalles de esta limpieza, lo más seguro es que Palomares esté sobre la mesa en las conversaciones que mantendrán en la capital estadounidense el ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel Albares, y el secretario de Estado, Antony Blinken.
El accidente de Palomares
El 17 de enero de 1966, un bombardero estadounidense B-52 chocó contra el avión nodriza KC-135 que lo estaba abasteciendo de combustible sobre el pueblo almeriense de Palomares, pedanía de Cuevas del Almanzora. En plena Guerra Fría, estos aviones volaban de manera continua e ininterrumpida para poder hacer frente a un posible ataque de la URSS.
El B-52 portaba cuatro bombas termonucleares de 1 megatón cada una. Es decir, con una potencia destructiva equivalente, según Ecologistas en Acción, a unas 70 veces las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Tras el impacto, las bombas cayeron al suelo y una de ellas al mar, a unas cinco millas de la costa. Sin embargo, al no estar armadas no se produjo una explosión nuclear. Lo que sí estalló fue su explosivo convencional, y este es el culpable de que en las inmediaciones de Palomares se encuentre todavía hoy plutonio.
En aquel momento, como remarcan desde Ecologistas en Acción en su página web, "el ejército de EEUU estaba más preocupado por recuperar las bombas íntegras que por la descontaminación". Las labores de búsqueda de la bomba que cayó en el mar se alargaron durante tres meses e involucraron a cerca de 12.000 persona.