En el mes de febrero de este año, el satélite de la Unión Europea publicaba una imagen escalofriante de una intensa sequía en el valle del Po, al norte de Italia. El río que lleva el mismo nombre y que lo nutre se estaba secando. En consecuencia, los municipios cercanos tuvieron que utilizar camiones cisterna para abastecerse de agua. Tres meses más tarde, la situación es bien distinta. Esta misma región ha quedado ahora anegada por el agua.
[Aumentan a 13 los muertos por las inundaciones del noreste de Italia]
Son más de 13.000 los evacuados después de que las fuertes lluvias del ciclón Minerva ahogaran localidades enteras de la región de Emilia-Romaña, al noreste de Italia. Es uno más de los desastres naturales que han impactado en cada esquina del planeta y que, según las previsiones, aumentarán en frecuencia e intensidad por el cambio climático.
Hoy, precisamente, y coincidiendo con el inicio del Congreso Meteorológico Mundial, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) pone coste humano y económico a los impactos de los fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos más extremos sufridos hasta ahora. Según sus últimos datos, entre 1970 y 2021, se han producido 11.778 desastres que ocasionaron más de 2 millones de muertes.
Para hacernos una idea de la dimensión de este precio humano, es como si, de este tiempo a esta parte, hubieran caído ocho veces las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, un ataque nuclear que en 1945 acabó con la vida de, al menos, 246.000 personas.
Y además de ese enorme coste humano que han supuesto estas condiciones climáticas extremas, “las pérdidas económicas se han disparado”, como recuerda ahora la agencia de Naciones Unidas. En total, esos miles de desastres naturales se han traducido en 4,3 billones de dólares en pérdidas económicas.
Las mayores pérdidas –en términos absolutos– se registraron en Estados Unidos por valor de 1,7 billones de dólares, lo que representa el 39 % de las pérdidas económicas mundiales en los 51 años que abarca el Atlas que publica hoy la OMM. De hecho, más del 60 % de las pérdidas económicas debidas a desastres de naturaleza meteorológica, climática e hidrológica se registraron en economías desarrolladas. Aunque las pérdidas económicas representaron menos del 0,1 % del producto interno bruto (PIB).
Sin embargo, es en los países menos adelantados y los pequeños Estados insulares en desarrollo donde las pérdidas fueron desproporcionadamente altas en relación con el tamaño de sus economías. Es decir, asumieron el mayor coste de estos impactos climáticos.
En los países menos adelantados, el 7 % de los desastres que causaron pérdidas económicas tuvieron un impacto equivalente a más del 5 % del PIB de los países afectados y varios desastres causaron pérdidas económicas de hasta casi el 30 % de los respectivos PIB.
De igual modo, en los pequeños Estados insulares, el 20 % de los desastres que causaron pérdidas económicas tuvieron un impacto equivalente a más del 5 % del PIB de los países afectados y algunos desastres causaron pérdidas económicas superiores al 100 % de los respectivos PIB.
Como asegura Petteri Taalas, secretario general de la OMM, "desgraciadamente, las comunidades más vulnerables se llevan la peor parte de los peligros meteorológicos, climáticos e hidrológicos". Y, en este sentido, pone de ejemplo la tormenta ciclónica extremadamente fuerte Mocha. “Causó una devastación generalizada en Myanmar y Bangladesh y afectó a los grupos más pobres de la población”, apunta.
No obstante, subraya que gracias a las alertas tempranas a la gestión de los desastres, “esas tasas de mortalidad catastróficas han pasado a la historia. Las alertas tempranas salvan vidas”, y es que “antes, en ambos países se registraban decenas e incluso cientos de miles de víctimas mortales”.
El objetivo del Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, es lograr que todos los habitantes de la Tierra estén protegidos por sistemas de alerta temprana para finales de 2027. La razón principal, además de la evidente, es que son una medida de adaptación al clima probada y eficaz que salva vidas y cuyo rendimiento multiplica casi por 10 la inversión realizada. No obstante, aún solo la mitad de los países disponen de estos sistemas.
Así las cosas, según los datos del Atlas, gracias a la mejora de las alertas tempranas y la gestión coordinada de desastres, el número de víctimas mortales se ha reducido drásticamente en el último medio siglo. Es más, el número de muertes registradas en 2020 y 2021 (22.608 en total) pone en evidencia un nuevo descenso de la mortalidad en relación con la media anual del decenio anterior. Eso sí, las pérdidas económicas aumentaron, y la mayoría se atribuyen a tormentas.
Por este motivo, se ha puesto en marcha una iniciativa de Alertas Tempranas para Todos encabezada por la OMM que cuenta con el apoyo de más de otra veintena de organismos de las Naciones Unidas, así como de un gran número de partes interesadas, entre las que figuran instituciones financieras y el sector privado. De esta forma, se ha elegido un primer grupo de 30 países para poner en marcha la iniciativa en este 2023.