Los cambios repentinos de tiempo, las sequías, las inundaciones, la falta de agua, el calor, el frío helador, la muerte repentina de miles de aves o incluso las pandemias o el agua contaminada e inutilizable de un embalse. Todo forma parte de un mismo sistema interconectado que, si sobrepasa sus propios límites, muestra su peor cara. Una en la que se experimentan las peores consecuencias para la vida y el bienestar humano en la Tierra. Y esto es, precisamente, lo que ha estudiado ahora un grupo internacional de científicos.
En un estudio revelador publicado hoy en Nature, un equipo de más de 40 investigadores de la Comisión de la Tierra evalúa y cuantifica, por primera vez, hasta qué punto estamos seguros en la Tierra. Cuáles son las líneas rojas que no debemos sobrepasar si queremos seguir viviendo en el planeta como hasta ahora.
“Los resultados son preocupantes”, asegura Johan Rockström, copresidente de la Comisión de la Tierra, autor principal de este trabajo y director del Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto del Cambio Climático. Tras analizar el estado de los cinco límites planetarios –la creciente exposición humana a la emergencia climática, el declive de la biodiversidad, la escasez de agua, los daños a los ecosistemas por el uso excesivo de fertilizantes y los daños a la salud por la
contaminación atmosférica–, la conclusión es que la mayoría ya se han traspasado.
Por ejemplo, la investigación recoge cómo las actividades humanas están alterando los flujos de agua, se liberan cantidades excesivas de nutrientes en las vías fluviales por el uso de fertilizantes, y las áreas naturales son cada vez más escasas. Unas prácticas que al final constituyen una amenaza existencial para la estabilidad planetaria, para los ecosistemas y sus contribuciones vitales para las personas.
Es de sobra conocido que el mundo ya ha sobrepasado ese límite seguro para el clima, fijado en un aumento de solo 1 °C a nivel global con respecto a los niveles preindustriales. Unas temperaturas medias bajo las que decenas de millones de personas ya se ven afectadas por los peores efectos del cambio climático.
“Ya se han transgredido varios límites, a escala local y global”, lamenta Rockström, lo que “significa que, a menos que se produzca una transformación a tiempo, es muy probable que se haga inevitable cruzar puntos críticos de cambio irreversible” y esto sí que deriva en un impacto directo y generalizado sobre el bienestar humano. “Evitar ese escenario es crucial si queremos garantizar un futuro seguro y justo para las generaciones actuales y futuras”, recuerda.
Hay que recordar que este mismo investigador es uno de los artífices, junto con Will Stefen, de la Australian National University, del concepto de fronteras planetarias. En el año 2009, estos dos científicos encontraron que existían concretamente nueve procesos que hacían estable el sistema terrestre y que, de ser sobrepasados, podrían poner en peligro la habitabilidad de la Tierra.
Este marco conceptual se elaboró así para marcar un espacio de actuación seguro para el ser humano. De esta manera, desde gobiernos hasta sociedad civil podrían poner en marcha acciones para tratar de dar marcha atrás y volver a un punto –más o menos– inicial desde el que partir de la sostenibilidad.
[La teoría de los límites planetarios: la sostenibilidad como arma frente a los riesgos climáticos]
La justicia, en el foco
Este trabajo va un paso más allá y se basa en evidencia científica de peso para redefinir las condiciones necesarias que aseguren la vida en la Tierra. Y esas condiciones pasan por evitar al máximo posible los daños sobre los seres humanos y otras especies. Ese es el auténtico reto que lleva implícita la idea de justicia y la devuelve al foco de la acción.
Para la profesora Joyeeta Gupta, coautora, copresidenta de la Comisión de la Tierra y catedrática de Medio Ambiente y Desarrollo en el Sur Global de la Universidad de Ámsterdam, “la justicia es una necesidad para que la humanidad viva dentro de los límites planetarios”. Es más, subraya que “no es una opción política”, sino que “hay pruebas abrumadoras” de que este enfoque es esencial para la estabilidad planetaria.
La razón es sencilla, y es que, como explica Wendy Broadgate, directora ejecutiva de la Comisión de la Tierra y directora del Global Hub Suecia de Future Earth, "el sistema Tierra es un conjunto interconectado de procesos biofísicos”. Es decir, es el aleteo de la mariposa que describe la teoría del caos. “Las interferencias en una parte del mundo pueden tener enormes repercusiones en otras regiones”, asegura la experta.
De esta manera, la investigación que publica hoy Nature tiene una gran relevancia en tanto en cuanto explora lo que se necesita hacer para minimizar los daños significativos para los seres humanos. Además, establece límites a escalas relevantes para la evaluación y gestión de las condiciones de sistemas biofísicos como la biosfera y el agua dulce, por ejemplo.
Como recuerda Rockström, todos los modelos actuales que nos llevan a escenarios de cero emisiones asumen que la naturaleza continuará brindando capacidad de amortiguación contra el calentamiento global. Sin embargo, tras esta nueva investigación –que analiza a fondo los sistemas que regulan el estado de la Tierra– un futuro seguro y, en consecuencia, justo, no está tan claro
De hecho, según reconoce Dahe Qin, copresidente de la Comisión de la Tierra, director del Comité Académico de la Academia de Ciencias de China y coautor del informe, “el sistema de la Tierra está en peligro”, porque “muchos elementos están a punto de cruzar puntos de inflexión”.
Si se atiende al esquema de los límites planetarios, según los últimos hallazgos, la humanidad ya ha sobrepasado la zona segura en tres de los cinco elementos analizados, como es el del clima, los contaminantes del aire y la utilización del nitrógeno como fertilizante –un potente contaminador–. Asimismo, otras variables como el riesgo para la biodiversidad o el estado del agua superficial y subterránea están llegando peligrosamente a su límite.
De esta manera, como concluye Rockström, "con esta evaluación científica global proporcionamos a todas las partes interesadas unos límites dentro de los cuales se puede dar un desarrollo mundial próspero y equitativo en un planeta estable, un futuro mejor para las personas y el planeta”. Es decir, sirve de base para desarrollar objetivos basados en la ciencia.
El investigador hace hincapié en que “pueden ser adoptados por ciudades, empresas y países para hacer frente a las crisis sistémicas globales del cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la sobrecarga de nutrientes, el uso excesivo del agua y la contaminación atmosférica".
Pero, para ello, recuerda Broadgate, llevar a cabo esa transformación segura y justa “requiere urgentemente la acción colectiva por parte de múltiples actores, especialmente en los gobiernos y las empresas para actuar dentro de los límites del sistema Tierra y mantener intacto el sistema que sustenta la vida en el planeta”. Una cuestión que, insiste, “nunca ha sido tan urgente ni tan importante”.