Se avecinan más tormentas y chubascos localmente fuertes en buena parte de la Península y Baleares durante estos días. Una inestabilidad que podría continuar hasta casi finales de junio, según recoge la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en sus predicciones para las próximas tres semanas. El problema que están sufriendo muchas cuencas, sin embargo, es que, pese a las lluvias torrenciales caídas hasta ahora, no consiguen recuperar sus niveles óptimos.
De acuerdo con los datos del último boletín hidrológico del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), las reservas del país no solo no se están recuperando de la intensa sequía acumulada estos últimos dos años. Están perdiendo agua: en concreto, 86 hectómetros cúbicos (un 0,2% de su capacidad). Aunque estos datos parezcan ínfimos, lo reseñable es que suceda tras las fuertes lluvias caídas en prácticamente todo el país.
Según lo informado por la AEMET, solo del 24 al 30 de mayo, las precipitaciones superaron los 10 mm en toda la Península, con la excepción de zonas del litoral cantábrico, del valle del Ebro y del sur de Andalucía. Así, las precipitaciones más destacadas, alcanzando más de 100 mm, se dieron en puntos del litoral de Castellón, en la sierra de Gredos, al sur de Ourense, en sierra Nevada y al sureste de la provincia de Ciudad Real.
Sin embargo, el valor medio nacional de las precipitaciones acumuladas desde el pasado 1 de octubre de 2022 hasta el 30 de mayo de 2023 se cifra en 403 mm, lo que representa alrededor de un 22 % menos que el valor normal correspondiente a dicho periodo (519 mm).
De hecho, como recoge la AEMET, las cantidades acumuladas se encuentran por debajo de sus valores normales en la mayor parte de la Península y archipiélagos, y especialmente en el levante y en la mitad sur. En muchas zonas no se llega al 75 % respecto su valor normal, tal y como ocurre en los cuadrantes noreste y suroeste peninsulares y en la mayoría de las islas Canarias.
Por su parte, las reservas de agua siguen descendiendo -al menos, según los datos recopilados hasta ahora-. Están al 47,5% de su capacidad, cuando hace solo un año -y en medio de una sequía- se encontraban 49,6% y cuando la media de la última década (que sirve como referencia de a qué nivel deberían estar) refleja un 68,4% de agua acumulada en los embalses. Son más de 20 puntos por debajo de lo habitual para estas fechas.
Las cuencas que se encuentran en peor situación son las que ya de por sí venían sufriendo un importante déficit hídrico. Es el caso de las Cuencas Internas de Cataluña, al 25,6%; la del Guadalquivir, al 23,8%; Guadalete-Barbate, al 25,3%; Cuenca Mediterránea Andaluza, al 34,3%; Segura, al 35%; Guadiana, al 31,9%, e, incluso, más hacia el norte, el Ebro, al 48,6%.
El problema de las lluvias torrenciales
Tras el descenso en el agua de las reservas existe, de manera general, otro problema: no somos capaces de acumular el agua que cae en forma de tromba, como está ocurriendo ahora. Las imágenes de riadas por ciudades y localidades de toda España son el reflejo mismo de ello. Ese agua resbala por las superficies que ocupamos y no logra absorberse. También, en algunos casos, por lo seco que está el terreno.
En un artículo publicado esta semana en EL ESPAÑOL, distintos expertos trataron de dar una explicación a la aparente incongruencia de tener unos embalses que se vacían en plena época de lluvias. Es más, como recordaba estos días Rubén del Campo, portavoz de la AEMET, "estas lluvias algo van a sumar" y "van a ayudar a frenar el avance de la sequía", pero o se dan varios meses seguidos con una lluvia por encima de lo normal, o la situación seguirá como hasta ahora. Más, si cabe, teniendo por delante los meses más calurosos y menos lluviosos del año.
Como explicaba a este periódico Annelies Broekman, miembro del grupo de investigación sobre Agua y Cambio Global del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), “un único episodio de mucha lluvia es solo un ingrediente de lo que podría ser un año húmedo, que en ese último caso sí que podría solucionar una sequía”. Además, ahora es como si se vertiera un cubo de agua sobre tierra seca: “No le da tiempo a absorberla”, explica Broekman.
En este sentido, Raúl de la Calle, ingeniero forestal y secretario general del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales (COITF), recuerda que cuando caen lluvias torrenciales, con mucha fuerza, se produce el fenómeno de la compactación: se reduce la porosidad del suelo y dificulta la infiltración del agua.
Este experto explica que “si cayera de una forma más lenta, podría llegar a nuestros acuíferos, pero, de esta manera, compacta el suelo y se va por escorrentía. El agua fluye ladera abajo, no penetra en el suelo y es un recurso que no vamos a poder disfrutar ni usar”.
Ambos hacen hincapié en adaptarse a estas condiciones que, se prevé, serán cada vez más habituales. Una manera es adoptar medidas para gestionar mejor esta agua de escorrentía, algo que podría conseguirse con actuaciones como, por ejemplo, garantizar que los suelos tengan suficiente cobertura vegetal. Como reconoce Broekman, ante escenarios como los que se avecinan en nuestro país -con sequías y lluvias torrenciales-, “tenemos que ayudar a la naturaleza para que pueda acumular esta agua y se pueda guardar en acuíferos o reservas”.