Hace ocho años se tomó una decisión aparentemente controvertida: había que talar cerca de 4.000 metros cuadrados de selva en el Amazonas colombiano. Y, más concretamente, en el municipio de Puerto Nariño. La idea era construir una planta solar que pudiera abastecer de energía a tres comunidades indígenas de la zona. Pero no ha funcionado y en esa superficie pelada tan solo quedan los ecos de un plan que nunca se llegó a poner en marcha.
Como recoge Efe, en ocho años ese proyecto ha tenido 7 suspensiones, 17 ampliaciones y 8 prórrogas avaladas por la interventoría y que, según la Contraloría General de la República, están en alto riesgo de quedar como elefantes blancos. Es decir, proyectos que acaban generando un problema económico.
Las comunidades indígenas afectadas de Macedonia, San Martín de Amacayacu y 20 de Julio ahora sienten que han cedido una parte de sus tierras, a las que otorgan un valor sagrado, para un proyecto que no sirve de nada.
“Esto es muy triste. La empresa dejó todo abandonado, los paneles se están pudriendo y muchos implementos se los han ido robando. Hemos hecho protestas comunitarias para tratar que esto no se pudra más, pero ha sido imposible. El abandono es total”, comenta a EFE Clever Talanta, curaca de la comunidad indígena 20 de Julio.
Además, el hombre confiesa que los contratistas “les deben [dinero] a varios trabajadores que pusimos en la zona, hombres y mujeres, que ahora necesitan su dinero para salir adelante. Aquí no dejaron nada, solo un bosque talado y cero energía”.
Según lo recogido por Efe, tuvo un valor inicial de 26.869 millones de pesos (6 millones de dólares), pero se le hicieron adiciones por 2.866 millones (640.000 dólares) para un costo total de 29.736 millones de pesos (6,7 millones de dólares), no obstante, no ha producido un kilovatio de energía.
“El diésel nos está matando, eso hace mucha bulla y contaminación. Necesitamos las energías limpias, que terminen los páneles solares, pero que por favor, no roben a estas comunidades, aquí también queremos progresar”, concluye el curaca del 20 de Julio.
El Amazonas está al límite
Proyectos como este no hacen más que poner un granito de arena más en una catástrofe que se está cocinando a fuego lento. El Amazonas es la mayor selva del planeta. Se extiende a lo largo de ocho países y ocupa una superficie de 7,5 millones de kilómetros cuadrados. Es de tal magnitud que en solo 10.000 metros cuadrados pueden encontrarse más tipos de árboles que en toda Europa. Es nuestro pulmón verde y, sin embargo, lo estamos conduciendo a una degradación sin precedentes. Mucho más de lo que se sabía hasta ahora.
Según reveló a principios de este año la revista Science, las actividades antropogénicas han degradado hasta el 38% de la superficie de la selva amazónica, equivalente a 10 veces el tamaño del Reino Unido. Para hacernos una idea de lo que suponen las nuevas cifras, los datos publicados por Science en el año 2020 mostraban una degradación media del 10%, y esto, unido a un 20% de deforestación, tan solo dejaba un 70% de bosque preservado.
Hay que tener en cuenta que la degradación es el hermano silencioso de la deforestación del Amazonas. Se produce por la acumulación de perturbaciones que acaban cambiando todo el ecosistema y su propio funcionamiento. Lo que antes era bosque puede comenzar a convertirse en sabana y se altera la capacidad del entorno natural para acumular agua y para capturar y almacenar dióxido de carbono.
En este sentido, lo que le diferencia de la deforestación es que esta última elimina por completo el bosque y en su lugar se establece un nuevo uso de la tierra, dejando un terreno libre para actividades como la agricultura, la ganadería o la minería.
Asimismo otro análisis paralelo publicado en Science aseveraba los 2,5 millones de kilómetros de selva degradada son prácticamente una bomba de carbono. Generan unas emisiones aún mayores que la deforestación y van a seguir siendo una fuente dominante de emisiones de carbono independientemente de las tasas de deforestación.
Los científicos que lo estudian han calculado que la selva podría emitir 200 billones de toneladas en los próximos 30 años. Es decir, lo mismo que ha emitido el mundo en los últimos cinco años.
Para los autores, “a medida que nos acercamos a un punto de inflexión irreversible para la Amazonía, la comunidad mundial debe darse prisa y actuar ahora. Se han identificado con éxito políticas para prevenir los peores resultados; la implementación es solo una cuestión de liderazgo y voluntad política”.