Un hombre lleva una jarra de agua durante una sequía histórica en el Amazonas, 26 de octubre de 2023.

Un hombre lleva una jarra de agua durante una sequía histórica en el Amazonas, 26 de octubre de 2023. Bruno Kelly Reuters Careiro da Varzea, estado de Amazonas (Brasil)

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El Niño no tiene la culpa de la sequía "sin precedentes" del Amazonas: el cambio climático, en el punto de mira

Varios científicos sugieren que el aumento de las temperaturas por el cambio climático provocó que la sequía agrícola fuera 30 veces más probable.

24 enero, 2024 18:01

En 2023, todos los países de la cuenca amazónica —que discurre por la mayor selva tropical del mundo— registraron las precipitaciones más bajas de julio a septiembre en más de 40 años. Ante esta situación, decenas de científicos adscritos al World Weather Attribution (WWA), han estudiado la incidencia del cambio climático sobre la sequía en el Amazonas. Han reconocido que el fenómeno cíclico de El Niño ha tenido implicaciones en el nivel de precipitaciones, pero las temperaturas inusualmente altas han agravado la sequía agrícola.

"La Amazonia puede hacer o deshacer nuestra lucha contra el cambio climático. Si protegemos la selva, seguirá el mayor sumidero de carbono terrestre del mundo”, ha señalado Regina Rodrigues, una de las investigadoras implicadas y profesora de Oceanografía Física y Clima en la Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil).

Esta experta, en la misma línea que sus homólogos, ha alertado del perjuicio de las emisiones de carbono antropogénico y la deforestación que sí se deja que alcancen un punto crítico: “Se liberaran enormes cantidades de dióxido de carbono, complicando nuestra lucha contra el cambio climático”.

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Los científicos han utilizado dos indicadores para medir la sequía en la región amazónica entre junio y noviembre de 2023. Por un lado, el índice de precipitación normalizado (SPI), que da cuenta de las distintas maneras en que el déficit de precipitación afecta a los diferentes sistemas de recursos hídricos (humedad del suelo, aguas superficiales, aguas subterráneas, etc.), y el índice de evapotranspiración (SPEI) que determina el inicio, la duración y la magnitud de las condiciones de sequía con respecto a las condiciones normales en diversos sistemas naturales. 

"Descubrimos que la probabilidad de que se produzca la sequía meteorológica se ha multiplicado por 10, mientras que la sequía agrícola se ha vuelto unas 30 veces más probable", resumen en un comunicado. Según sus resultados, lo que el sistema de monitorización de la sequía de EE.UU. (USD, por sus siglas en inglés) califica como sequía excepcional (D4), solo habría sido una sequía grave sin los efectos del cambio climático producido por el ser humano. 

En el siglo XXI se han producido varias sequías importantes en la cuenca del río Amazonas, sobre todo en 2005, 2010 y 2015. Esta última fue particularmente extrema debido al temporal de El Niño, que fue apodado por el climatólogo de la NASA Bill Patzert como 'Godzilla' por las consecuencias que tuvo en California. 

Según algunas estimaciones, la sequía de 'Godzilla' de 2015 acabó con 2.500 millones de árboles y plantas en solo una pequeña parte del bosque, y fue menos grave que la de 2023. El fenómeno climatológico El Niño, tal como afirmó el climatólogo y catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona (UB), Javier Martín-Vide, en declaraciones a EL ESPAÑOL "consiste en un calentamiento de las aguas ecuatoriales del Pacífico que a su vez calienta también el aire junto con ellas".

El Niño es la fase caliente del fenómeno El Niño-Oscilación Austral (ENOS), mientras que la fase fría se denomina La Niña. 

Según el Centro Nacional de Predicción de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), El Niño suele durar entre 9 y 12 meses, y La Niña entre 1 y 3 años.

Ambos tienden a desarrollarse durante marzo-junio, alcanzan su máxima intensidad durante diciembre-abril y luego se debilitan durante mayo-julio. Estos fenómenos van intercalandose cada 3-7 años.

Triple sequía

Durante el periodo analizado, la región del Amazonas ha sufrido los estragos climáticos de tres eventos climáticos distintos, de acuerdo con el testimonio de Philip Fearnside, biólogo e investigador titular del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (INPA) al pódcast The Conversation Weekly

Primero, El Niño oriental, un fenómeno que convierte el Pacífico en una 'sopa' calentando sus aguas y del que se derivan varios fenómenos extremos como el huracán Otis que arrasó Acapulco con vientos de 250 km/h, se ha extendido por la parte sur de la región.

En algunos afluentes amazónicos, como el río Madeira se ha apreciado una disminución extrema del nivel de agua. Esto obligó a las autoridades brasileñas a detener la actividad de la cuarta central hidroeléctrica más grande del país, la presa de Santo Antônio. 

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Por otro lado, El Niño central ha provocado una intensa sequía al norte de la Amazonia. La situación acusa especialmente al estado de Roraima, en la frontera de Brasil con Venezuela. El Niño central provoca una intensa sequía en el norte de la Amazonia, con efectos devastadores en el estado de Roraima, en la frontera de Brasil con Venezuela, donde los incendios han pasado a ser frecuentes. El calentamiento de las aguas resultante de este fenómeno 

El tercer tipo de sequía que azota el Amazonas se debe a lo que se conoce como un dipolo atlántico, por el cual se forma una mancha o parche de agua caliente en océano Atlántico Norte. Fearnside prevé que este fenómeno se extienda al menos hasta junio de 2024

Un estrés hídrico inesperado

En 2021, el IPCC informó de un aumento observado en la sequía agrícola y ecológica en el noreste de Sudamérica. Pero descartó variaciones en otras subregiones de la cuenca amazónica. Además, la atribución a cambios inducidos por la contribución humana al cambio climático era baja.

"Estos resultados ponen de relieve que, a pesar de la 'baja confianza' en las previsiones del IPCC sobre la sequía en la región, el creciente estrés hídrico provocado por el cambio climático inducido por el hombre, así como por otros factores sistémicos, sigue siendo una amenaza importante para la población", explican en el comunicado. 

Los científicos de la WWA han reclamado "esfuerzos urgentes" para lograr estrategias más eficaces de gestión del agua, una respuesta humanitaria interdisciplinaria y una cooperación regional que incluya a los agricultores y a otras partes interesadas en la planificación. 

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Una de sus portavoces, la profesora titular de Ciencias del Clima en el Instituto Grantham de Cambio Climático y Medio Ambiente del Imperial College de Londres, Friederike Otto, ha advertido que "si seguimos quemando petróleo, gas y carbón, muy pronto alcanzaremos los 2ºC de calentamiento y veremos sequías amazónicas similares aproximadamente una vez cada 13 años".  

"Nunca se vio una sequía como esta"

"Muchas comunidades que viven en la cuenca del río Amazonas simplemente no han visto una sequía como esta antes", ha expresado Simphiwe Stewart, asesora técnica del Centro del Clima de la Cruz Roja y la Media Luna Roja de La Haya (Países Bajos) en relación con los resultados que arroja el estudio de WWA. Y también ha denunciado los sacrificios que han tenido que realizar las comunidades amazónicas para encontrar sustento ante la falta de agua. 

Muchas familias se vieron obligadas a "hacer enormes viajes, arrastrando barcas por tramos secos del río, para acceder a alimentos, medicinas y otros bienes esenciales", ha explicado Stewart. Por eso, ha hecho un llamamiento a los gobiernos para formular planes de respuesta ante emergencia críticas como la que se vive en el Amazonas que estén orientadas a apoyar a las comunidades. 

El equipo de WWA refuta esta consigna, que ya había sido expresada anteriormente por la institución humanitaria. En el texto han reconocido que "los programas de protección social (como los que proporcionan transferencias de efectivo o formación) son herramientas importantes a disposición de los gobiernos nacionales o locales o de las organizaciones de la sociedad civil para apoyar a los agricultores y las comunidades más afectadas". Y lo ejemplificaron con la Garantia Safta, un programa público de seguros contra riesgos basado en índices, financiado y gestionado por el Estado brasileño, que protege a más de un millón de agricultores en el país amazónico.